De los caballeros que llegaron al Valle de las Sombras,
por Ornstel Maurimm de Selgaunt:
Aunque no cabía duda alguna de que habían salvado la vida del mago Vangerdahast, además de muchas otras, garantizando así la lealtad de los magos de guerra, y la paz y la estabilidad del bello reino de Cormyr, la recompensa de Vangerdahast a esos seis valientes había sido una precipitada expulsión del reino, ya que el mago real no soportaba que Cormyr guardase gratitud a nadie que no fuera él mismo.
Fue así como una vez más los seis Caballeros de Myth Drannor cabalgaron en busca del Valle de las Sombras.
Al frente iba Florin Mano de Halcón, famoso por haber salvado la vida del rey Azoun Obarskyr. Florin tenía una nobleza y una majestad naturales, pero todavía era joven e inseguro.
La espada más recia de los Caballeros era la que esgrimía Islif Lurelake, una joven tenaz y luchadora de Espar que, como tantas campesinas, era callada, sensata, fornida y poco atractiva.
Entre esos compañeros de aventuras, el Arte lo ejercía la pelirroja y hermosa Jhessail Árbol de Plata, la más menuda del grupo.
Además había dos jóvenes sacerdotes entre los Caballeros. El más callado era Doust Sulwood, sacerdote de Tymora, destinado a convertirse en señor del Valle de las Sombras. Como muchos sacerdotes prudentes, observaba y estudiaba más que hablaba.
El otro tenía una lengua más ligera y afilada, y se llamaba Semoor Diente de Lobo. Como era costumbre entre los caballeros de Lathander, más tarde adoptaría otro nombre, Jelde Asturien, al consagrarse al servicio del Señor de la Mañana.
La más ingobernable y experimentada del grupo era la única que no había crecido en Espar: una escultural ladrona, de mirada penetrante y lengua afilada, que prefería que la llamaran Pennae a secas. Sus argucias sacaban a sus compañeros de muchos apuros, pero sus oscuros tejemanejes los metían en otros tantos.
Eran seis bisoños aventureros, conocidos en Cormyr pero desconocidos fuera de esa comarca, que abandonaban el reino del Dragón Púrpura tan precipitadamente como Vangerdahast los había obligado a hacerlo.