Veinte

Los dos vigilantes no hacían ningún esfuerzo por pasar desapercibidos. Allie oía sus voces con toda claridad a lo lejos. Uno de ellos soltó una carcajada que resonó en el silencio como un disparo.

A su lado, Carter miraba a los guardias muy concentrado, como suplicándoles mentalmente que se largaran de una vez. Allí cerca, en su escondrijo, Nicole había posado una mano en el brazo de Rachel. Allie comprobó aliviada que Rachel lo observaba todo con expresión alerta; no parecía asustada.

Les costó una eternidad recorrer el caminillo. Cuando los guardias desaparecieron entre los árboles, Allie inhaló profundamente y notó que se le relajaban los músculos de la espalda.

A lo lejos, un búho ululó.

Zoe salió de su escondite y se acercó a Sylvain en silencio. Le susurró algo y echó a andar hacia el bosque.

Tras la partida de la niña, Allie captó la atención de Sylvain y enarcó una ceja en ademán de pregunta.

—Va a seguirlos —susurró él—. Para asegurarse de que no dan media vuelta.

—¿No pensaréis que nos han visto? —preguntó Allie, asustada.

Sylvain negó con la cabeza.

—Solo queremos estar seguros.

El francés se volvió hacia Carter para preguntarle algo y Allie se acuclilló junto a Rachel.

—¿Va todo bien? —quiso saber.

Rachel asintió. Sus ojos brillaban a la luz de la luna.

—Es más divertido de lo que me esperaba. Ahora entiendo por qué te gusta esto. Es muy emocionante.

—Sí —repuso Allie en tono lúgubre—. Es la bomba.

Frunciendo el ceño con perplejidad, Rachel abrió la boca para decir algo más, pero en aquel momento llegó Zoe como una exhalación. Todos se apiñaron a su alrededor.

—Han doblado por el camino principal —susurró sin aliento—. Se han ido.

—Vale —Sylvain echó un vistazo a su reloj de pulsera—. Tenemos media hora antes de que llegue la próxima patrulla.

—¿Estáis listos? —susurró Nicole mirándolos a los ojos de uno en uno.

Habían planeado cada uno de los movimientos hasta el mínimo detalle, de modo que no hacía falta volverlos a repasar; todos sabían lo que tenían que hacer.

Nicole partió la primera. Medio agachada, corrió como una flecha por el claro hasta llegar a la choza y desaparecer entre las sombras.

Esperando su señal, los demás escudriñaron la oscuridad hasta ver cómo la luz azulada de su linterna parpadeaba dos veces. A continuación, la siguieron por turnos. Primero Rachel, luego Sylvain y después Allie.

Allie tuvo la sensación de que la carrera por el claro duraba una eternidad. Apretando los dientes, ignoró el dolor de rodilla y se forzó a correr más deprisa de lo que se creía capaz. Hacía lo posible por no cojear.

Solo tardó unos segundos.

Una vez a salvo con los demás, apoyada contra la piedra de la casa, se dobló sobre sí misma para recuperar el aliento. Cuando alzó la vista, advirtió que Rachel la miraba preocupada.

—¿Te encuentras bien? —vocalizó su amiga sin voz.

Allie asintió, consciente de la ironía de la situación: era Rachel la que se preocupaba por ella.

Cuando llegaron los demás, Zoe los guio alrededor de la casa hasta el lugar donde había oído la voz de Eloise. Allá en lo alto había una ventana sellada con tablas de madera.

Nicole se puso de puntillas para susurrar:

—¿Eloise?

Todos se quedaron escuchando. No recibieron respuesta.

—A lo mejor está durmiendo —susurró Rachel—. Es tarde.

No se les había ocurrido esa posibilidad. A Allie se le cayó el alma a los pies y todos se miraron sin saber qué hacer. ¿Habían corrido todos aquellos riesgos para nada?

Sylvain alargó la mano para palpar los bordes del contrachapado que tapaba la vieja ventana.

—Mirad —dijo, tirando con cuidado del borde inferior derecho.

En aquella zona, la madera no estaba bien clavada y se dejaba levantar unos centímetros; lo suficiente para meter la mano por debajo y llamar al cristal.

Toc, toc, toc.

—¿Eloise? —susurró—. ¿Estás despierta?

Toc, toc, toc.

Allie pegó la oreja a la pared, como si fuera posible oír a la bibliotecaria a través de los quince centímetros de piedra que los separaban de ella. Silencio.

Sylvain dejó de llamar.

—Puede que no esté ahí dentro. Es posible que…

Todos oyeron el ruido al mismo tiempo, procedente del otro lado.

Toc, toc, toc.

—¡Es ella! —cuchicheó Zoe.

Sylvain volvió a golpear el cristal.

—¿Eres tú, Eloise? —susurró.

—Sí.

La respuesta fue tan débil que no parecía real. A través de la gruesa pared, la voz sonaba etérea, fantasmal.

Rachel, que al oír la voz de su querida Eloise había olvidado todos sus temores, se colocó junto a Sylvain.

—¿Estás bien?

Un silencio y luego:

—Sí.

Carter se acercó a Sylvain.

—Pregúntale si la están vigilando ahora.

—¿Hay alguien en la casa? —preguntó Sylvain—. ¿Te vigilan?

—Sí.

Allie se imaginó a Eloise de pie junto a la ventana, susurrándoles a través del cristal, prisionera y sola. Debía de haber alguien en la habitación contigua, encargado de su vigilancia. Como si fuera una criminal.

Allie sintió que le hervía la sangre de rabia.

Se volvió hacia Sylvain.

—Pregúntale si hay algún modo de sacarla de ahí.

—¿Podemos ayudarte a escapar? —le preguntó Sylvain—. ¿Hay alguna salida?

Esta vez la pausa fue muy larga.

—No.

Allie estaba a punto de echarse a llorar de impotencia. ¿Acaso no podían hacer nada?

Rachel miró a Sylvain.

—¿Puedo?

Él asintió y dio un paso atrás sosteniendo la chapa al mismo tiempo para que Rachel pudiera hablar a través del cristal.

—Eloise, sabemos que tú no lo hiciste —dijo Rachel—. O al menos creemos que no fuiste tú. O sea, tú estabas con Jerry. ¿Hay algo que podamos hacer para demostrar tu inocencia?

Se hizo un silencio muy largo. Allie se preguntó si habrían descubierto a Eloise… y la habrían hecho callar.

Entonces, con voz casi inaudible, Eloise respondió.

—La llave.

Rachel se acercó un poco más a la ventana.

—¿Qué pasa con la llave, Eloise?

—La del despacho de Isabelle… la que utilicé… encontrad la llave.

La duda oprimió el pecho de Allie. ¿Por qué les pedía que buscaran la llave? ¿Quería que se la llevaran para que los profesores no pudieran encontrarla? ¿Para protegerla? ¿Acaso era culpable, después de todo?

Rodeándose el cuerpo con los brazos, bajó la mirada.

Rachel se cogió al alféizar de la ventana.

—No te entiendo, Eloise. ¿Qué quieres que hagamos?

Cuando la bibliotecaria volvió a hablar, Allie tuvo la sensación de que estaba llorando. Su voz sonaba muy lejana.

—Zelazny se la dio a Jerry y luego… se la quitó. Creo que… la ha escondido. Encontradla. Una llave pequeña, de color plata. Dádsela a Isabelle.

Al oír aquello, Allie levantó la cabeza de golpe. Carter y ella se miraron. Él también se había quedado de piedra.

¿Eloise está diciendo que Zelazny le tendió una trampa?

Sylvain dio un paso hacia la ventana.

—¿Y por qué iba él a hacer algo así, Eloise?

La bibliotecaria no respondió.

Allie estaba destrozada.

Habían considerado la posibilidad de que Zelazny fuera el espía, pero nunca demasiado en serio. Si él sabía dónde estaba la llave…

Se echó a temblar de rabia.

¿Cómo le puede hacer eso a Eloise? ¿Cómo puede dejar que la encierren y no decir nada?

Solo si Zelazny tenía algo que ocultar se comportaría de un modo tan ruin.

Estaba tan inmersa en sus pensamientos que al principio no reparó en el suave chasquido.

De repente, la puerta principal se cerró.

El corazón de Allie dejó de latir. Todos se miraron entre sí, horrorizados. El momento pareció alargarse indefinidamente.

Sin previo aviso, Carter cogió a Allie de la mano y echó a correr.

Todo sucedió tan deprisa que ella no tuvo tiempo de reaccionar. Para cuando se acordó de Rachel, era demasiado tarde.

Sylvain la ayudará, se dijo. Estaba justo a su lado. Seguro que se ocupa de ella, sabiendo que no ha sido entrenada para esto.

Mientras cavilaba, no dejaba de mirar atrás para comprobar si los demás los seguían, pero Carter la tenía cogida con tanta fuerza y se movía tan deprisa por aquel terreno escabroso que Allie solo veía oscuridad y sombras.

Saltaron el riachuelo y una ramilla se rompió a sus pies. Allie ahogó una exclamación y siguió corriendo; no podían preocuparse por los ruidos ahora mismo. Solo correr a toda mecha.

Le ardían los pulmones como si respirara fuego y la rodilla la estaba matando, pero Carter no aflojaba. Ignorando las ramas que les arañaban los brazos y la cara, las piedras que rodaban a sus pies, volaban atravesando helechos secos y maleza muerta. Debían de llevar corriendo casi un kilómetro. Allie empezaba a preguntarse si podría aguantar mucho más cuando llegaron a una hondonada natural, al refugio de un tronco caído. Saltando al interior, Carter arrastró a Allie tras de sí y la empujó al suelo.

Se hizo el silencio.

Se quedaron varios minutos allí tendidos, sin mover ni un dedo. Allie aguzó los oídos por si se oían pasos en algún momento, pero el bosque parecía desierto. La brisa soplaba entre las ramas con un murmullo sordo.

Cuando el viento por fin amainó, cesaron también los sonidos, salvo el martilleo de su corazón y su trabajosa respiración.

Estaban completamente solos.

Poco a poco, la respiración de Allie se normalizó y pudo prestar atención al entorno. Notaba el peso de Carter, que estaba prácticamente encima de ella, y su brazo alrededor de los hombros. Veía su cabeza apoyada en la fría arcilla, junto a la de ella. Notaba los movimientos del pecho de Carter, cómo subía y bajaba con cada respiración; el calor de su cuerpo en contraste con el frío que desprendía la tierra húmeda.

Despacio, Allie giró la cabeza hacia la derecha —cuidando de no hacer ruido— para mirarlo a los ojos. Él la observaba atentamente. Carter estaba en tensión, como si esperara algo.

Allie no sabía cuánto tiempo llevaban allí quietos, solo mirándose a los ojos con todos los sentidos alerta, atentos a la menor señal que delatase la presencia de un extraño en el bosque. Al principio, se dedicó a contar respiraciones pero al poco se despistó. La proximidad de Carter la distraía. Estaba demasiado pendiente de su mano, que le rozaba la espalda. Y de su manera de mirarla.

Por fin, Carter la cogió por la cintura.

¿Por qué lo ha hecho?

Allie perdió el aliento.

Solo estamos escondidos, se recordó. Nada más. Él intenta ser amable.

Sin embargo, era obvio que a Carter le costaba un poco respirar. Y estaba muy tenso.

Allie no tenía intención de besarle. Más tarde, ni siquiera recordaría cómo había sucedido. Solo que, de repente, las bocas se habían unido y Carter la había abrazado.

La familiaridad de sus labios le rompió el corazón. Allie había olvidado lo mucho que le gustaba besarlo. Su sabor. El contacto de su cuerpo.

Carter la estrechó con fuerza y ella se sintió reconfortada al instante; más segura. Se dejó envolver en el abrazo y notó que él abría las manos sobre su espalda. La atrajo hacia sí.

Entre los brazos de Carter, Allie trató de olvidar todo lo que había pasado; incluso dónde estaban y por qué se encontraban allí. Ahora mismo, lo necesitaba. Necesitaba sentirse deseada. Necesitaba olvidarlo todo y sencillamente saber que era la persona más importante del mundo para alguien, aunque solo fuera durante unos minutos.

Su mente, sin embargo, no se lo permitió.

Allie no dejaba de recordar la expresión herida de Jules cuando la habían marginado durante la cena. Lo perdida que parecía.

Piensa en lo mal que se sentiría si llegara a enterarse, le susurraba una vocecilla interior. ¿Cómo te sentirías tú en su lugar?

Se le encogía el estómago solo de pensar en todo el sufrimiento que podía provocar aquel beso.

Carter y ella apenas habían comenzado a reconstruir su amistad. Esto podía estropearlo todo. ¿Cómo se comportarían al día siguiente, cuando se cruzaran por los pasillos del colegio? ¿Se limitarían a fingir que no había pasado nada?

El miedo la paralizó. No podemos hacerlo.

Al notar que Allie vacilaba, Carter dejó de besarla. Se apoyó sobre un codo y la miró con expresión sombría. Allie vio su propia confusión reflejada en aquellos ojos oscuros.

—Perdona —se disculpó él—. Es que…

—Ya lo sé —Allie quería decir algo que lo hiciera sentir mejor, pero tenía la mente en blanco. Antes, todo era tan fácil entre ellos dos… Ahora se hacían un lío a la primera de cambio—. Tú no tienes la culpa. Yo también lo siento.

—Supongo que… te echo de menos —se explicó Carter—. Y a veces yo…

No pudo terminar la frase.

—Yo también te echo de menos —dijo Allie con un hilo de voz—. Ojalá… todo fuera más fácil.

Carter le sostuvo la mirada unos instantes. Luego se puso de espaldas y se quedó mirando las estrellas con un brazo sobre la frente como para protegerse los ojos de un resplandor invisible.

—Ya.

Nadie te enseña esas cosas. Nadie te dice nunca: «Mira, esto es lo que tienes que hacer si rompes con alguien y quieres seguir siendo su amiga». Ni: «Te voy a explicar un truco para cortar con alguien y no tener ganas de besarlo nunca más».

Serían los consejos más útiles del mundo, pero no existen.

Allie se sentó y, doblando las rodillas, se las rodeó con los brazos. Su mirada se perdió en la noche.

De repente, como si acabara de tomar una decisión, Carter se incorporó a su vez y se volvió a mirarla.

—Mira. Hay una cosa que te quiero decir. Y llevo queriendo decírtela desde hace tiempo, pero no me atrevía. Creo que ahora es el momento —hablaba con voz estrangulada por la emoción y Allie lo miró sorprendida—. Yo… lamento muchísimo cómo te traté cuando estábamos juntos. Metí la pata hasta el fondo.

A Allie se le saltaron las lágrimas, pero sostuvo la mirada del chico.

—Al principio, estaba celoso, y me comporté como un capullo. Y luego me enfadé y reaccioné aún peor —se pasó los dedos por la mata de pelo oscuro—. Sé que te hice daño y lo siento muchísimo.

En aquel momento, el peso que oprimía el pecho de Allie desde hacía tiempo desapareció.

Ni en sueños podía haber imaginado que esa noche acabaría así. Con la huella de aquel beso aún estampada en los labios, ¿cómo decirle lo mal que lo había pasado cuando rompieron? No sabía cómo describir la sensación de vacío que la embargó cuando lo vio con Jules. Ni lo sola que se sentía cuando él la ignoraba.

El problema era que Carter acababa de decirle todo lo que necesitaba oír… hacía cuatro meses. Y ahora era demasiado tarde. Había superado el duelo, el dolor, la confusión. Y había sobrevivido.

No quería volver atrás.

Sin embargo, no se lo podía decir en ese momento. Lo único que podía hacer era tratar de reparar el daño que hubieran podido causar a su amistad, y a Jules. Poner las cosas en su sitio.

—Gracias por decírmelo. Oírlo es un consuelo —Allie hablaba en tono tranquilo, pero cerraba los puños con tanta fuerza que se clavó las uñas en las palmas—. Pero ese beso no ha sido buena idea, Carter. Ha estado mal. Ahora sales con Jules. Se sentiría fatal si se enterara. No puede saberlo nunca. Te prometo que yo…

De repente, Carter se levantó y se alejó hasta el otro lado del claro. Se quedó allí, de espaldas a ella.

A Allie se le cayó el alma a los pies. ¿Se habría pasado con él? Lo siguió rápidamente.

—Carter, mira… Perdona. Yo no quería…

—No hagas eso —la interrumpió él—. Siempre lo haces, ¿sabes? Pides perdón por cosas que no son culpa tuya —Allie no le veía los ojos en la oscuridad—. No deberías disculparte cuando tienes razón.

Se irguió y señaló en dirección norte.

—Deberíamos volver. Nos estarán esperando.

Sin esperar respuesta, Carter se internó en la oscuridad.

Veinte minutos después, Carter y Allie entraban en el vestuario de las chicas. La reacción de los demás no se hizo esperar.

—¿Dónde te habías metido?

Poniéndose en pie, Zoe corrió hacia Allie para abrazarla. El gesto la pilló tan de sorpresa que la pobre titubeó un momento antes de devolverle el abrazo.

Zoe nunca abrazaba a nadie. O sea, nunca.

Y ahora, allí estaba, estrechándola con todas sus fuerzas.

—Hace siglos que te esperamos. Pensábamos que te habían pescado. O… algo.

Por encima del hombro de Zoe, Allie echó un vistazo a los demás y sintió un gran alivio al ver a Rachel allí sentada. Todo el mundo había escapado; Carter y ella habían sido los últimos en llegar.

—Siento haberte asustado —se disculpó con Zoe, ruborizada—. Es que… nos hemos pasado mucho rato escondidos para asegurarnos de que… no había, o sea… peligro.

—Llevas una hoja enganchada al pelo —señaló Zoe al separarse de ella.

Roja como un tomate, Allie se quitó la hoja de la cabeza y la dejó caer al suelo. Al otro lado del vestuario, Rachel la miraba con recelo.

Habían acordado previamente encontrarse allí si llegaban a separarse en algún momento; era uno de los pocos sitios del colegio en los que los guardias de Patel nunca entraban. Sin embargo, era raro ver a los chicos allí dentro.

—Así que, a fin de cuentas, la misión ha sido un éxito.

La voz de Sylvain procedía de un rincón. Allie se volvió a mirarlo y lo vio sentado en una banqueta, con las largas piernas extendidas antes sí. Él la miró a los ojos y arqueó una ceja con ademán sardónico. Aún más ruborizada, Allie se volvió hacia otro lado. Parecía como si el francés intuyese lo que había pasado.

Carter y ella apenas habían hablado en el camino de vuelta; recorrieron los tenebrosos bosques casi en silencio. Allie, que estaba poco familiarizada con aquella zona de los terrenos, no estaba segura de por dónde iban, pero el infalible sentido de la orientación de Carter los había conducido directamente al edificio del colegio, y eso que habían evitado los caminos.

—Según como se mire —decía Carter ahora. Estaba apoyado contra la pared y se había cruzado de brazos con desidia. Allie estaba segura de que evitaba sus ojos; miraba a todas partes excepto a ella—. No nos han pillado pero tampoco hemos descubierto gran cosa.

—No me hace gracia comentar esto, pero… algunas de las cosas que ha dicho Eloise me han sonado muy raras —observó Nicole—. No tenían ni pies ni cabeza.

Aquellas palabras sacaron a Allie de su caos interno y la obligaron a centrarse en lo que de verdad importaba: cazar al espía. Jo. Porque Nicole tenía razón. Eloise les había dado una información vaga e inútil, a pesar de que su propia suerte dependía de que pudieran ayudarla. No parecía inocente.

—Yo he pensado lo mismo —intervino Rachel, intercambiando una mirada desesperada con la francesa.

El pesimismo se apoderó del ambiente. Solo Zoe conservaba la esperanza.

—Pero aún no lo hemos intentado —dijo—. Encontrar la llave, me refiero.

—Allie, ¿qué piensas tú de esa historia de la llave? —Nicole se volvió a mirarla—. ¿Crees a Eloise?

Allie se frotó la frente con el dorso de la mano; tenía tierra en la piel.

—No sé si la creo o no. Sé que hay una llave; yo la vi. Ahora bien, si me preguntas de dónde la sacó o qué hizo con ella… Yo qué sé. A mí también me ha sonado raro lo que ha contado. Parecía como si estuviera protegiendo a alguien. Además, si ella no es la espía y fue Zelazny quien se la dio, y él no le ha dicho nada a nadie, en ese caso…

—Zelazny es el espía —Sylvain completó la deducción.

Sylvain siempre le había tenido cariño al profesor de Historia, y Allie comprendió que debía de sentirse fatal. Seguro que era horrible pensar que tu mentor te había estado engañando todo el tiempo. Que en realidad era tu enemigo.

—Creo —concluyó Rachel— que a partir de ahora debemos llevar mucho cuidado. Porque, hoy por hoy, tenemos buenas razones para desconfiar de casi todo el mundo.