La estimación del clima emocional
Es conveniente hacer una estimación del clima emocional en que se produce la crítica. Lamentablemente, una de las maneras habituales de reaccionar en momentos de estrés, es descargar la propia tensión sobre cualquiera que se encuentre a tiro. Así pues, es posible que alguien nos critique simplemente porque se encuentra bajo tensión emocional:
Al volver de su despacho, a las 6.30 de la tarde, Jack se encontró con que la cena no estaría lista a la hora habitual. El fontanero había tenido desconectado el gas durante dos horas para reparar una avería, y, por ello, el asado que estaba preparando Marge, su mujer, no estaría hasta pasadas las ocho.
—¿No podías haber llamado al fontanero esta mañana, en vez de esperar hasta la tarde? —estalló Jack—. O si sabías que ibas a estar sin gas, ¿por qué no preparaste una ensalada? Pero no… ¡tú nunca prevés nada!
A Marge le sorprendió el estallido; generalmente, Jack no hacía un drama por la hora de la cena. La sensatez le hizo suponer que la crítica debía tener otra causa. Sus sospechas se confirmaron cuando Jack dijo que pensaba comer temprano porque tenía que trabajar toda la noche en un informe que debía presentar a primera hora del día siguiente.
—¡Y gracias a ti, ni siquiera podré empezarlo hasta las nueve! —gruñó para terminar.
Marge se dio cuenta de que las críticas de su marido no se dirigían en realidad a ella, sino que eran producto de la presión laboral que Jack estaba soportando, y de las limitaciones de su propio horario. En su «discurso privado», la esposa se dijo que él estaba tenso y que sus palabras no habían sido intencionadas. Por tanto, en vez de reaccionar encolerizándose, no hizo caso de sus quejas.
—¿Por qué no descansas mientras termina de hacerse la cena? —sugirió—. Te prepararé una copa y conversaremos un rato. Antes de que te des cuenta, el asado estará listo. Te hará bien una pequeña pausa si has de seguir trabajando.
A Chris le habían elogiado mucho el trabajo realizado durante los seis meses que llevaba como preparadora de originales en una agencia de publicidad. Su jefe le había dado casi la seguridad de que, una vez terminado el período de prueba, la confirmarían en un puesto estable.
Un viernes a última hora, Chris fue al despacho de su jefe para entregarle los originales de una cuenta nueva. Dejó el material sobre el escritorio mientras el jefe estaba atendiendo una llamada telefónica del vicepresidente de la agencia. Por su expresión, Chris se dio cuenta de que el otro estaba reconviniéndolo. «Bueno —pensó la chica—, por lo menos se alegrará de que yo le haya traído el original».
Pero, tras haber colgado violentamente el teléfono, el jefe se volvió hacia ella con expresión hosca.
—¡Nunca vuelvas a meterte así en mi despacho! —gruñó. Echó un vistazo al original y lo apartó a un lado—. De todas maneras, esto ya tiene dos días de retraso, así que no hay tanta prisa. Y no sé por qué entregas siempre todo tarde. ¡Con esos antecedentes, no esperarás que te confirme en el trabajo, novata!
La primera reacción de Chris fue la cólera; después, se sintió herida. Ella nunca se atrasaba con los originales, y jamás «se metía» en el despacho de su jefe. Durante un momento, sintió la tentación de defenderse.
—Después —cuenta—, me dije que debía tener paciencia. Yo sé que hago bien mi trabajo, y él también lo sabe. Lo que sucedía era que a mi jefe acababan de criticarlo injustamente, y estaba descargando su frustración conmigo. Calculé que lo mejor era olvidar el incidente y dejar que él lo trajera a colación si quería. Y, por cierto, el lunes por la mañana me llamó para disculparse.
La capacidad de Chris para tener en cuenta el estado emocional de su jefe le permitió no hacer caso de sus críticas, pero a partir de entonces, la chica dio otro paso en sentido constructivo.
—Después de que él se disculpó —continúa Chris—, le dije que yo sabía que estaba alterado cuando me habló de esa manera, y que por eso no había dejado que me afectara. Quedó muy agradecido por mi comprensión.
No siempre es fácil evaluar el clima emocional en el cual se hace una crítica. El incidente que condiciona la necesidad de atacar a otras personas puede haber ocurrido horas, días e incluso años antes. Un hombre recordó que su mujer lo criticaba y lo humillaba continuamente, sin la menor razón aparente. Sólo cuando buscaron la ayuda de un terapeuta para salvar su matrimonio, quedó claro que ésa era la forma inconsciente en que la mujer se vengaba de un fugaz episodio extraconyugal que él había tenido —y que le había confesado— nueve años atrás.
Tener conciencia de los contextos emocionales puede permitirnos restar importancia a la crítica, e incluso anular su impacto. Pero en ocasiones, el contexto emocional puede intensificar una crítica, subrayando su gravedad e instando a una solución rápida y constructiva del problema.
Mis padres siempre criticaban mi manera de conducir —cuenta Andrew, de 18 años—. Decían que yo era un imprudente, pero a mí no me lo parecía. Quizás alguna vez frenara con cierta brusquedad, o me olvidara de poner la luz de giro… ¡gran cosa! Pero siempre que ellos venían conmigo en el coche, me salían con un sermón. Bueno, pues un día me pasó. Seguí acelerando con la luz amarilla, clavé los frenos en el último momento… y me fallaron. No pude dominar el coche y fui a chocar con otro. No hubo heridos, pero los dos coches se hicieron un buen bollo.
Por supuesto, mis padres se enojaron. Una vez que supieron que yo estaba bien, volvieron a reñirme por mi manera de conducir, pero esa vez sus críticas me llegaron de una forma muy diferente. Por un lado, me había impresionado mucho lo sucedido, y me di cuenta de que sus críticas tenían sentido. Además, eran absolutamente serias, sin asomo de sarcasmo ni la menor intención de «fastidiarme». Lo que les preocupaba era que yo entendiese la necesidad de conducir con cordura. Creo que fue entonces cuando decidí que era importante responder a la crítica de manera tan constructiva como era la intención con que ellos la hacían.