Opiniones frente a hechos
Al decidir cómo dar forma a una observación crítica, empecemos por preguntarnos: ¿Estoy comunicando mi crítica de manera que la otra persona la perciba de la forma más receptiva posible?
Casi todo el mundo experimenta, por lo menos, un aguijonazo de resistencia o de resentimiento ante una crítica. Sin embargo, cuando es al otro a quien le aprieta el zapato —cuando somos nosotros los críticos— esperamos que los demás acepten de buen grado nuestras palabras y, que las interpreten como bienintencionadas. Eso, sumado a la necesidad de disculparse por el hecho de asumir una posición crítica, explica la frecuencia con que se usan justificaciones tales como:
—Sólo te lo digo por tu bien.
Es impropio de la naturaleza humana sentirse agradecido o receptivo cuando le señalan a uno sus lunares, aun cuando se suponga que la intención de los comentarios sea buena. Lo mejor que se puede hacer, entonces, es tratar de convencer a la otra persona de que nuestras intenciones son constructivas, cosa que difícilmente se logra diciéndole que es «por su bien». Más importante que las palabras resulta el contexto en que se las pronuncia.
Uno debe aclarar que se da cuenta de que su crítica no es necesariamente la enunciación de un hecho, sino simplemente el reflejo de su opinión. En sí y por sí misma, una crítica no es ni verdadera ni falsa. La mayor parte de los comentarios críticos son juicios, evaluaciones basadas en las percepciones y creencias personales de alguien:
—Estuviste grosero cuando vinieron los Smith.
—Ese corte de pelo te queda horrible.
—Si tuvieras un poco de tacto, habrías conseguido el ascenso.
Todos estos comentarios reflejan opiniones; otros podrían juzgar de diferente manera el mismo comportamiento, corte de pelo o rasgo temperamental.
Expresar una crítica como quien enuncia un hecho, es algo que inmediatamente pone al otro a la defensiva. A una actitud así le sigue casi inevitablemente una negativa:
—No estuve grosero.
—Pues es un corte que me gusta.
—No pienso adular a nadie para que me asciendan.
Si expresamos la crítica como nuestra percepción individual de una situación, la otra persona se mostrará más dispuesta a escuchar, y quizá sienta, incluso, curiosidad por saber la causa de que veamos las cosas así. Esencialmente, estamos dándole ocasión de comparar sus ideas y sentimientos con los nuestros. Y es más probable que el resultado sea un diálogo constructivo que un intercambio estéril de acusaciones y defensas.
¿Cómo se hace para formular una crítica de manera que se reciba como una percepción y no como la enunciación de un hecho? Puede conseguirse usando enunciados en primera persona y frases subjetivas:
—En mi opinión, tu comportamiento de anoche fue grosero.
—Tal vez yo no esté al tanto de la moda, pero me parece que ese corte de pelo no te sienta.
—Tal como veo yo las cosas, podrías haber conseguido ese ascenso si hubieras sido más diplomático.
Hay otra razón para que los enunciados en primera persona y las referencias a la propia opinión sean eficaces: ayudan al crítico a sentirse más responsable de lo que dice. Si tenemos claro que quizá lo que estamos diciendo no sea válido más que para nosotros mismos, es probable que elijamos nuestras palabras con más cuidado; esto ayuda a eliminar las generalizaciones demasiado amplias y las acusaciones.