Capítulo 13

Después de haber entrado en las páginas de acceso restringido, Helen Lardahl Bentley estaba más confusa de lo que había estado antes. Había tantas cosas que no encajaban. Era evidente que estaban dándole la espalda a la BS-Unit. Como era obvio, podía deberse a que habían descubierto a Warren. Tal vez la dirección del FBI no consideraba útil confrontarlo aún, al mismo tiempo que querían minimizar las posibilidades del hombre de manipular la investigación. Pero no conseguía entender por qué el perfil que habían elaborado Warren y sus hombres estaba siendo desacreditado hasta tal punto por el resto del sistema. El documento parecía extremadamente bien hecho. Concordaba con todo lo que se habían temido desde que las primeras informaciones vagas sobre Troya llegaron al FBI sólo seis semanas antes.

El perfil la asustaba más que todo lo demás que había visto.

Pero había algo que no encajaba.

Por un lado daba la impresión de que todos estaban de acuerdo en la inminencia de un ataque a Estados Unidos. Por otro, ninguna de las poderosas organizaciones que conformaban la Homeland Security había encontrado la más mínima pista que señalara hacia alguna organización existente o conocida. Daba la impresión de que se aferraban al dinero de Jeffrey Hunter, que remitía a un primo del ministro Saudita del Petróleo y a la empresa de consultoría que poseía en Irán, pero eso era todo. Parecía que nadie había perseguido esa pista y empezó a sentir frío y calor alternativamente al intuir la fuerza con la que el Gobierno de Estados Unidos, con su propio vicepresidente a la cabeza, había embestido contra los dos países árabes. Sin el equipo de descifrado, no podía acceder a las páginas donde se almacenaba la correspondencia, pero estaba empezando a darse cuenta de la catástrofe hacia la que se encaminaba el país.

Se encontraba en un despacho al fondo del piso.

Cuando llamaron a la puerta, apenas oyó el timbre. Aguzó los oídos. Llamaron otra vez. Se levantó con cuidado y cogió la pistola que Hanne le había dado y cargado. Dejó puesto el seguro, se metió el arma en la cintura del pantalón y la cubrió con el jersey.

Algo iba extremadamente mal.