—Tengo otras cosas de las que ocuparme —dijo. Se pasó el teléfono de la mano derecha a la izquierda para sentarse en el asiento del copiloto de un coche de la Policía del Distrito de Oslo—. Llevo trabajando desde las siete y media de la mañana y ahora tengo que irme a casa.
—Tú eres el mejor —intervino la voz al otro lado del teléfono—. Eres el mejor, Yngvar, y esto es lo más cerca que hemos estado de una buena pista.
—No. —Yngvar estaba completamente sereno cuando puso la mano sobre la parte de abajo del teléfono y le susurró al conductor—: Calle Haugen número 4, por favor. Entrando desde la carretera de Maridalen, justo antes de llegar a Nydalen.
—Hola —dijo la voz al otro lado del teléfono.
—Aquí sigo. Me voy a casa. Me habéis dado una misión como liaison, y estoy intentando cumplirla lo mejor que puedo. La verdad es que me parece… poco profesional eso de querer de pronto meterme en…
—Al contrario, es muy profesional —dijo el comisario jefe Bastesen—. Este caso exige que en cada ocasión empleemos las mejores fuerzas del país. Con independencia de las listas de guardias, el rango y las horas extra.
—Pero…
—Como es obvio lo hemos hablado con tus superiores. Puedes considerar esto una orden. Ven.
Yngvar cerró los ojos y soltó aire poco a poco. Los volvió a abrir cuando el conductor dio un frenazo en la rotonda junto a Oslo City. Un jovenzuelo en un Golf desvencijado los adelantó a toda velocidad.
—Cambio de planes —dijo Yngvar, abatido—. Llévame a la Comisaría General. Hay quien piensa que este día todavía no ha sido lo bastante largo. —Le rugieron las tripas. Yngvar se acarició la barriga y sonrió al conductor a modo de disculpa—. Y para en una gasolinera —añadió—. Tengo que comerme una salchicha… o tres.