8

Dos hani bajaban en el ascensor para hablar con un kif en la cubierta inferior; y pronto volverían a subir con un kif a lo alto de la nave, cerca de sus delicados controles. Escalofríos de inquietud recorrían la columna vertebral de Pyanfar. Empezó a encargarse de los interruptores de su tablero, colocando algunos de los reflejos automáticos de la Orgullo bajo su mando. Mientras tanto Tirun y Khym, tras haber finalizado su viaje en el ascensor, entraban en los corredores que les llevarían a través de cuatro niveles de la Orgullo en una caída incontrolable si, por alguna razón inesperada, como una alerta de evasión, tenían que desconectar los motores.

Quizá se hubieran tomado con más tranquilidad ese tipo de riesgo si la Orgullo se dirigiera a un puerto comercial, dentro de unos senderos seguros y con la perspectiva de un largo y reposado viaje en condiciones de inercia ante ellas.

Pero Kefk no les ofrecía ninguna de tales garantías.

Seguir curso. —La voz de Jik chisporroteó por la conexión del comunicador que Pyanfar tenía en su oreja izquierda: Haral se la había transmitido con un leve retraso. Pyanfar echó las orejas hacia atrás y miró los cronómetros diferenciales de las distintas situaciones presentes que emitían su chasquido metálico en la parte superior del monitor número cuatro. No había transcurrido suficiente tiempo como para que su mensaje hubiera obtenido una respuesta directa de Jik, apenas si había transcurrido la mitad del necesario. Pyanfar supuso que él había previsto su pregunta en cuanto había logrado adquirir imagen de faro en alguna fuente, quizás una situada en la misma estación de Kefk.

—Sikkukkut está transmitiendo —dijo Hilfy—. Lo mismo que antes.

Si entre la Harukk, la Aja Jin y la Vigilancia se estaba retransmitiendo algún tipo de mensaje de alcance limitado, Jik no les había dado ninguna señal de ello.

Tener ahora sistema en imagen, tener Kefk emisión, no querer problema, ¿afirmativo? Puerto bueno amistoso.

Dioses.

—Nos mantenemos en el rumbo —dijo Pyanfar a su tripulación. Se removió en su asiento, presa de mil dolores e incomodidades; la fatiga clavaba un hierro caliente entre sus omóplatos, así como en el hombro y el codo aprisionados por el soporte encima del tablero de control. Sudaba, olía mal y estaba perdiendo mucho vello; la tripulación no se encontraba mucho mejor. Era probable que las naves de caza pudieran relevar de vez en cuando su tripulación entre ellas, y que sólo necesitaran el total de efectivos cuando se enfrentaran a una situación tan complicada como la actual. Probablemente aprovechaban los momentos más tranquilos para dar a los tripulantes la oportunidad de estirar los miembros, comer y eliminar el cansancio y la tensión de sus espaldas. Las naves de caza podían permitirse ese lujo; y también los kif que venían a su espalda y los que abrían la marcha. Y sólo los dioses sabían si los tc’a de varios cerebros necesitaban descansar alguna vez. Pyanfar estaba dejando pelo en todo lo que tocaba. Y el dolor… dioses.

—Jik dice que han pedido la lista de naves una y otra vez. No hay respuesta de la estación.

Eso no es bueno —dijo Haral.

—Desde luego, no resulta nada amistoso por su parte —dijo Chur.

—Espero que ese tc’a siga cerca de nosotros realmente —dijo Pyanfar.

—El tc’a sigue transmitiendo —dijo Hilfy—. Lo mismo.

—¿Qué tal te va, Chur? —preguntó Pyanfar.

—Uhhhn. He perdido algo de peso. Malditos concentrados… si vamos a seguir haciendo este tipo de trabajo necesitaremos algo para cocinar en el puente. Ah, comida caliente, qué maravillosa…

—¿Comida? —preguntó Tully.

—No le resulta muy fácil morder los paquetes —dijo Geran—. Ten… ya está. Hace falta tener dientes para eso, amigo… Casi ha logrado dominar el equipo. Sabe perfectamente lo que está mirando y lo hace bien.

—Matemática —dijo Tully.

—Ayudaría bastante que supiera leer —dijo Pyanfar.

—Desde luego.

No sabían si los instrumentos humanos se parecían en algo a los de ellas. Y las romas uñas de sus dedos eran absolutamente inútiles para los mandos hani, ya que estaban metidos en profundas concavidades. Alabados fueran los dioses por ello; no había nada que pudiera poner en marcha.

Pero las garras retráctiles de un kif eran algo muy distinto.

Pyanfar deseó haber bajado ella misma a la cubierta inferior dejando la nave en las experimentadas manos de Haral. No tendría que haber mandado traer un kif al puente.

Ya era demasiado tarde para cambiar de parecer. Vio encenderse el indicador de funcionamiento del ascensor y apartó su brazo del soporte.

—Haral, los controles son tuyos.

—Bien.

—Vamos a tener un kif aquí. Todas vosotras… —Pyanfar hizo girar su asiento para encararse con la tripulación—. Todas vosotras debéis seguir concentradas en lo que estáis haciendo, ¿eh? ¿Va a suponer esto problemas para alguna?

Silencio.

—Incluso en caso de que las cosas lleguen a ponerse interesantes…

—No. —Varias gargantas hablaron al unísono.

Tully se volvió hacia ella con expresión aturdida. Hilfy ni tan siquiera se movió.

—Geran, encárgate de las comunicaciones por ahora. Hilfy quiere descansar.

—Bien, capitana.

Hilfy giró su asiento. Tenía las orejas echadas hacia atrás.

—No he dicho nada de…

—Ya sé que no has dicho nada. Quiero que estés de guardia. ¿Te parece mal?

—No, tía —dijo Hilfy sin levantar la voz. Hizo girar nuevamente su asiento hacia el tablero y se quedó mirando como Geran se quitaba el cinturón y se preparaba para el cambio.

Pyanfar movió su asiento en sentido inverso y empezó a quitarse el cinturón.

—¿Se trata de una prueba? —preguntó Hilfy.

—No —dijo Pyanfar—. No lo es, va en serio. He pensado que debes conocer bastante bien a los kif, ¿verdad? Puede que tus sabias opiniones tengan cierto valor.

Las orejas de Hilfy retrocedieron un poco más. Sus bigotes de adolescente cayeron sobre sus labios en una expresión abatida.

—Te estás riendo de mí, ¿no?

—Cierto.

—Por todos los dioses, no me trates como si…

—Por todos los dioses, pórtate como es debido.

Hilfy abrió la boca y volvió a cerrarla un instante después. Sus orejas se irguieron de golpe. En una de ellas había una pequeña herida. En la otra colgaba un anillo de oro.

—¿De acuerdo?

Un movimiento de orejas.

—De acuerdo. —La voz de Hilfy había perdido su tono cortante. Sus ojos eran dos círculos negros.

La puerta del ascensor se abrió al final del pasillo.

—Tenemos compañía.

Se hizo el silencio. Pyanfar se puso en pie y se volvió hacia las figuras que se acercaban, entre las cuales había una masa de oscuridad envuelta en una túnica que le hizo sentir deseos de rechinar los dientes.

Bien, un kif había llegado al puente y ahora se encontraba en su umbral, con Tirun y Khym a sus lados. Hilfy se puso en pie y Geran se colocó en su puesto.

—Tirun. Encárgate de observación uno.

Tirun ocupó el puesto que se le había ordenado sin hacer preguntas. Khym se quedó inmóvil junto a Skkukuk, tan alto como el kif, y dos veces más corpulento. Tirun podría haberle partido los huesos con las manos desnudas. Khym era capaz de hacerle pedazos. El kif tenía las manos atadas ante él: los kif no podían doblar sus miembros hacia atrás.

—Capitana —dijo Skkukuk.

Tully había girado su asiento durante unos breves segundos. Una fugaz expresión había surcado su rostro… preocupación, seguramente. Quizás era otra cosa. Pero ahora mantenía los ojos fijos nuevamente en la pantalla, dándole la espalda al kif. Pyanfar se dio cuenta de ello y el humano ganó un punto más en su consideración.

—¿Te encuentras bien, Skkukuk? —Una pregunta cortés.

Skkukuk alzó sus manos atadas y las dejó caer nuevamente. Sus oscuros ojos, rodeados por anillos rojizos, empezaron a lagrimear debido a la iluminación del puente.

—Esto es una estupidez —dijo Skkukuk—. Hani, detrás del cuello resulta mucho más efectivo. Podemos romper el cable a mordiscos.

—Gracias. Lo recordaremos la próxima vez. ¿Sabes dónde nos encontramos?

—Supongo que en Kefk.

—¿Por qué supones eso?

Un encogimiento de hombros.

—Eran las intenciones del hakkikt.

—Sikkukkut.

—Ese hakkikt. Sí.

—Tenía confianza en ti, ¿no?

—Yo era bien conocido entre sus naves.

—¿Formabas parte… de su tripulación?

Skkukuk inclinó la cabeza.

—Eras de Akkhtimakt, ¿eh?

—Ahora soy tuyo. —La oscura cabeza se alzó de nuevo y las mandíbulas se agitaron—. Te entrego mi sfik. Soy formidable, incluso ahora.

—Eso me da algo más de confianza. Dime, Skkukuk… ¿conoces Kefk?

—Sí, muy a fondo.

—¿Por qué supones que no ha lanzado ningún tipo de acción defensiva contra nosotras?

—Quieres mi ayuda.

—Te estoy haciendo una pregunta, kif.

Skkukuk se encogió de hombros y alzó sus manos señalando hacia los monitores, como pidiendo algo por señas.

—Muéstrame la situación.

—Haral, pon la imagen de observación en la pantalla principal.

La pantalla se encendió y el kif levantó el rostro hacia ella, en lo alto del puente.

—Lo que tenemos aquí —dijo Pyanfar—, es la Vigilancia, la Aja Jin y la Harukk abriendo la marcha, dirigiéndose hacia Kefk junto con varias naves más. Las naves de vigilancia de Kefk han entrado ahora en situación inercial. No parece que tengan demasiada prisa. Después de ese intervalo estamos nosotras, y detrás un tc’a. El resto de los kif siguen con una nave llamada Ikkiktk al mando.

—Un tc’a.

—Su nave se llama So’oa’ai.

Otro leve gesto de sus manos atadas.

—Ominoso.

—¿Por qué?

Los ojos de Skkukuk se centraron en ella y en Hilfy. El puente ya estaba dominado por el olor del humano y las hani que llevaban largo tiempo sin lavarse. Ahora a ese olor se añadía el fuerte aroma del amoníaco.

—Los del metano son impredecibles.

—¿Tienes alguna razón para decir eso? Les han molestado, ¿no?

—Sí. —El olor del amoníaco era muy fuerte. Sudor kif—. Yo aconsejo cautela. No ofender esa criatura. No hablar con ella. Dejar que se pose en el muelle.

—Esa misma parece ser la opinión de la estación.

—Eso es lo más sabio.

—Nuestra discusión va a tener lugar en una casa llena de habitantes, ¿se trata de eso?

—Kkkt. Adecuado, sí. Eso haremos. Siempre hay que contar con los respiradores de metano.

—¿Qué eras tú… antes de ofender a Sikkukkut?

—Era su skku. Subordinado.

Las orejas de Pyanfar se pegaron al cráneo y un instante después volvió a erguirlas.

—Amigo de Akkhtimakt, ¿eh?

—También era su skku.

—Kif, te doy la oportunidad de contarme la verdad en términos inteligibles para mí. Si intentas jugar conmigo, te entregaré otra vez a Sikkukkut para que le sirvas de cena. Luego te pondré en manos de Tully y de mi sobrina para que se diviertan contigo. ¿Entiendes?

La cabeza del kif pareció hundirse levemente entre sus hombros. Sus manos se alzaron y volvieron a caer.

—Entiendo, hani.

¡Entonces, por todos los dioses, di la verdad!

—Te he ofrecido mis armas. Te entregaré a tus enemigos. Dime cuáles son sus nombres. O deja que yo me encargue de cazarlos. Te daré sfik. Hani pueden ser estúpidas.

—También los kif pueden serlo, amigo. ¿Qué hay de esa invitación emitida por Kefk? Los que nos preceden van a entrar. Sikkukkut dice que entremos ahí. ¿Es una trampa, kif?

—¡Por supuesto que es una trampa!

—¿De quién?

—De Sikkukkut. Y de Kefk. No hay que confiar en nadie. Mantened vuestra velocidad, destruidlo todo y salid corriendo. —Sus flacas manos se alargaron hacia ella todo cuanto les era posible—. Quizá la estación y sus defensas puedan encargase del resto. Pero disparad contra la Aja Jin y dejadla inutilizada; Nomesteturjai os perseguiría hasta la muerte. En esas circunstancias el peligro menor viene de la Harukk. Los kif abandonarán al hakkikt ante tal ataque. Pero si tenéis tiempo disparad contra ella, igual que contra la Vigilancia. Con todo… —Sus manos cayeron hacia el suelo en tanto que sus hombros se encorvaban—. Vuestra nave no tiene armas suficientes; y las hani no respetan vuestro sfik. Haced esto y acudid al hakkikt Akkhtimakt. Traedle vuestras armas y él os dará la bienvenida.

—Dioses… —dijo Pyanfar. El vello de su espalda se había erizado y sus orejas estaban pegadas al cráneo. Las irguió de nuevo. Khym permanecía muy quieto junto al hombro del kíf, con las orejas gachas. Y en cuanto a Hilfy…

—Lo haría —dijo Hilfy—. Nuestro aliado kif haría todo eso. ¿A qué está esperando?

—¿Debo contestar a esta persona?

—Contéstale —dijo Pyanfar—, y respeta a mi tripulación, así se te pudran las entrañas. Eres propiedad de todas nosotras.

Otro encorvamiento de los hombros y la cabeza encapuchada miró hacia el suelo.

—Respondo. Sikkukkut piensa que tiene el sfik suficiente para hacer que Akkhtimakt acuda al lugar que él escoja. Cree tener el sfik suficiente como para que Kefk le ofrezca sus armas…

—¿…y eso significa…?

—… eso. Serán parte de su sfik. No cabe duda de que durante un tiempo controlará Kefk. Es posible que se apodere completamente de la estación.

—Tiene sentido —dijo Khym.

—Es la verdad. —Skkukuk se volvió hacia él. Luego miró nuevamente hacia Pyanfar y extendió ante él sus delgadas manos—. ¿Soy acaso culpable de que Sikkukkut sea un loco estúpido? Y te doy sfik. Mantengo la esperanza de que esto sea una estratagema.

—Odias a Sikkukkut, ¿eh?

—Le escupiría de mi boca.

Pyanfar sintió que el estómago le daba vueltas.

—¿Qué tal vamos, Haral?

—Seguimos bien. Ahí delante la transmisión de nuestro guía sigue diciendo que continuemos el rumbo. El resto de situaciones sin novedad.

Quizá todavía hubiera tiempo para devolver esa atrocidad a su prisión. Quizá no.

—Llevadle a un asiento —dijo Pyanfar a Hilfy y Khym—. Moveos. No tenemos ni idea de en qué nos hemos metido. Apretadle bien el cinturón.

—No es necesario. Ya te he dicho que podría liberarme por mis propios medios.

—Ocupaos de que no pueda hacerlo.

—No seas estúpida —dijo Skkukuk, irguiendo el cuerpo en tanto que Khym le cogía por un brazo e Hilfy avanzaba para ocuparse del otro.

—Un momento —dijo Pyanfar.

Todos se quedaron inmóviles.

—Una pregunta —dijo Pyanfar—. ¿Hay una nave hani llamada Luna Creciente con Akkhtimakt?

—La he visto. Varias veces. Kif conocen esta nave. Ellas son… kthof kakatk kthi nankkhi sfikun… su sfik disminuye. Le trajeron parte del sfik de Akkukkak al hakkikt Akkhtimakt, pero entonces ya no tenían mucho. Han tenido su utilidad. Ktoht-sfik. También la tiene un buen cuchillo. Pero no posee adornos. Le das valor. Puedes usar otro.

Dioses, su lógica.

—Siéntate. Confía en mí, kif.

—La capitana bromea. Además, estoy hambriento. Debo protestar por este trato.

Pyanfar lanzó un bufido y se dejó caer en su asiento.

—Deseo decir a la capitana…

—Sentadle. Y deprisa. —El vello de su espalda continuaba erizado; miró nuevamente hacia atrás y vio cómo Hilfy y Khym acomodaban al kif en el asiento de observación número cuatro y le ataban los brazos con el cinturón.

Tully la estaba mirando. En sus ojos había miedo. El asiento de observación número cuatro era un puesto sin controles que se encontraba separado del puesto de Tully por un solo asiento… demasiado cerca, a juzgar por la expresión de Tully.

—No te culpo —murmuró Pyanfar—. Yo también… —Y, en voz más alta—. Tienes un trabajo, Tully. Hazlo, ¿eh? Trabaja.

—Bien —dijo Tully. Hizo girar su asiento y pegó la cara al monitor. Chur le dijo algo en voz baja y él le respondió en un murmullo.

Pyanfar hizo girar su asiento.

—El kif dice que es una trampa —dijo Haral.

—Ya me lo había imaginado —respondió Pyanfar—. Lo pensamos desde el principio, ¿no?

—Parecía un buen consejo para provenir de un kif.

—Estoy segura de que lo es.

Un instante de silencio.

—Me pregunto qué tiene Jik en la cabeza —dijo Haral. Y, un segundo después—: Capitana… no me cuesta nada creer en todo eso de la Vigilancia. Sé que Jik nos ha salvado el cuello con anterioridad.

—¿Pero?

—Pero venir aquí de esta forma… Capitana, ¿no te has preguntado en algún momento, aunque sea por un instante, si Jik no habrá estado trabajando en malas compañías… durante demasiado tiempo?

—Ya se me había ocurrido —Pyanfar inhaló una lenta bocanada de aire—. Últimamente es algo en lo que pienso con mucha frecuencia. Cuando estemos en ese muelle creo que pensaré todavía más en ello.

Silencio absoluto en el puente, salvo por el zumbido ocasional de un sistema que reclamaba la atención de la tripulación.

—¿Vuelvo al puesto? —preguntó Tirun.

—Cuando estés cubierta —dijo Haral.

Los asientos zumbaban levemente: Hilfy y Khym ocuparon sus puestos. Las luces de los sistemas se encendieron indicando que ya estaban listos.

—Kkkk-kkt. —Murmuró el kif.

—Que se calle. —Replicó la voz de Tirun.

—La respuesta de Jik —dijo Hilfy—. En respuesta a nuestra transmisión dice que sigamos. La Vigilancia dice, y cito: «Seguir las órdenes».

—No mandes ninguna réplica —dijo Pyanfar.

Así que eso es lo que pretende la Vigilancia, ¿eh? Ehrran seguía dispuesta a cumplir lo que habían acordado… al menos, en su posición actual.

Y Jik con esa nave junto a él…

Golpea primero, le había aconsejado el kif, que conocía a su especie. Los kif harían eso.

Mientras pensaba en ello, una fea y horrible idea apareció súbitamente en su cerebro: que todo ese caos podía desencadenarse justo cuando entraran aquellas naves; que entre todos esos kif, con tantos proyectiles sueltos, podían ocurrir accidentes; que algunas naves podían perder el control de sus disparos…

… si las cosas iban mal, si eran traicionadas y si empezaban a disparar…

Un accidente muy sencillo. Como el que una nave hani tropezase con los disparos de otra nave.

… destrozar las toberas de la Vigilancia y dejarla para los kif. Eliminar a todos los testigos y todos esos registros…

No era el estilo de Chanur. Era, que los dioses las ayudaran, el método simple y directo de Sikkukkut.

«… yo querer hacer seguro que tú no pasar delante Vigilancia en Kefk…».

Eliminar a los testigos.

Con la Orgullo perdida… había montones de pruebas y acusaciones en los bancos de datos de la Vigilancia, Y la Vigilancia podía volver al seno del han y ofrecer todo eso sin que nadie rebatiera tales acusaciones, para demostrar cómo Chanur traicionó a las hani y al han. Quitar de en medio a la Orgullo, acusar a Chanur y dejar que Kohan Chanur cayera. Luego aparecerían los carroñeros para ocupar su lugar; y el planeta natal tomaría el rumbo que Ehrran y las suyas tanto anhelaban.

Pero los accidentes podían ocurrirle a cualquiera… si empezaban los disparos.

Un maldito kif le había metido todas esas ideas en la cabeza. La Vigilancia no tenía ningún kif para que la aconsejara: ¿era posible que una hani de Anuurn tuviera una idea tan vil sin que nadie la empujara a ello?

Ha trabajado demasiado tiempo en malas compañías, había dicho Haral de Jik.

Quizá, pensó ella, eso describía también con demasiada exactitud a una capitana hani que se estaba haciendo vieja.

—Nos están asignando muelle —dijo por fin Haral, como si estuvieran acercándose a uno cualquiera de los puertos del Pacto—. Número 12. Es el de Jik más allá de Ehrran, con la Harukk al final del muelle.

—Los respiradores de metano están transmitiendo ahora —dijo Tirun— asignándole muelle al tc’a.

—Parece una operación normal en cualquier sitio del Pacto —dijo Haral mientras Pyanfar se concentraba en los controles—. Excepto por los cañones y las estaciones de vigilancia… Ningún nombre de nave, así se les pudran los ojos. Pero tenemos un knnn ahí dentro, junto con seis tc’a.

—Eso no me gusta —dijo Pyanfar—. Dioses, no me gusta.

Un puñado de tc’a en el puerto y otros dos en el interior del sistema, ocupados indudablemente en asuntos tc’a/chi que consistían básicamente en la minería y algunos cultivos en su lado de la estación: el tipo de cultivos que tanto encantaban a los respiradores de metano, porque les proporcionaban alimento y, en parte, mobiliario. No había amenazas ahí.

Pero la conducta anormal en torno a un knnn… eso llamaba la atención. Indudablemente se habían fijado ya en ello. El knnn seguía inmóvil, ocupándose de sus propios asuntos. Observando, quizá, la curiosa locura de los respiradores de oxígeno.

—Acusa recibo de las instrucciones —dijo Pyanfar.

—Kkkkt. —El kif.

Ahora se encontraban bastante más allá del punto en el cual tendrían que haber empezado el frenado en espacio real, si estuvieran dentro de cualquier sistema amistoso. El lapso temporal entre ellas y Jik seguía siendo el mismo, pero entre ellos y la estación había disminuido.

De repente los números de Jik empezaron a bajar con un chasquido.

—El grupo de Jik está frenando —dijo Chur en ese mismo instante.

—Tenemos una confirmación en el comunicador —dijo Tirun.

—Parece que ahí vamos.

—Transmisión de la Harukk —dijo Tirun—. Quieren… ¡oíd bien! Los kif tienen órdenes de frenar.

—Prioridad: Aja Jin, cito: «Seguir con el tc’a».

—Seguir con el tc’a —murmuró Haral, accionando sus interruptores—. Acompasar nuestros movimientos a los de una maldita serpiente de varios cerebros… Bondad divina. ¿Qué se ha pensado que somos?

—Un blanco de primera —dijo Pyanfar—, eso es lo que ha pensado. Está junto a Sikkukkut. Nos quiere tener bajo la sombra de esa vieja serpiente hasta llegar a la estación, así estaremos realmente cómodas y seguras. Apostaría a que se trata de eso. —Tendió la mano y volvió a poner en su lugar el soporte con un chasquido, en tanto que se ajustaba el cinturón sobre el pecho—. Poneos cómodas. Chur… ¿te encuentras preparada para esto? Contesta con sinceridad, nada de rodeos.

—Estoy lista. Puedes estar segura que prefiero estar sentada aquí antes que volver por ese pasillo al camarote.

—Si intentas hacer heroicidades yo misma te mandaré a dar un paseo. —La señal del tc’a se mantenía constante, se deslizaba como un fantasma en condiciones de inercia como si supiera que les estaba sirviendo de escudo. Pyanfar buscó otro paquete de concentrados, esta vez sólidos. Tenían un sabor horrible. Su estómago se rebeló haciendo que Pyanfar se estremeciera. A su lado, Haral aprovechó la misma oportunidad para mantener sus reacciones rápidas y su cerebro en funcionamiento. Las naves de caza debían haber efectuado ya su segundo cambio de tripulaciones y éstas se hallarían frescas y reposadas.

—Por el momento el tc’a se muestra realmente razonable —dijo Haral.

—¿Nos entiende? —preguntó Khym por el comunicador—. ¿Se han mostrado alguna vez amistosas esas criaturas?

—Esas cosas hacen lo que quieren y sólo los dioses pueden impedirles que vayan por ahí o por allá. Ya lo hará cuando se acerque a la velocidad necesaria.

—Los knnn tienen menos reglas —dijo Haral.

Una imagen de vídeo apareció en el último de los monitores, una serie de esferas y un grupo motor con cinco toberas distribuidas irregularmente a su alrededor.

—¿Eso tc’a? —preguntó Tully.

—Nunca intentes ver más de cerca a uno en movimiento —dijo Haral—. Sí, es el tc’a.

Kkkt. —Era Skkukuk—. Kkkt. Kkkt. —Una especie de zumbido monótono, como si hablara consigo mismo.

Maldito kif. El consejo de Skkukuk era lo que él mismo haría si tuviera el valor para ello. El sfik. La confianza en sí mismo. Disparar contra cualquier cosa que se moviera.

La lealtad se medía en esa escala de posición. Skku, ésa era la palabra kif… y quería decir vasallo.

Entonces, ¿qué significa Skkukuk? ¿fiel sirviente?

¿Esclavo?

—Skkukuk, ¿naciste con ese nombre?

Un lapso de silencio.

—Kkkkt. No. —Desde el otro extremo del puente, en el rincón más alejado—. Hace siete años que lo llevo.

—¿Cuántos años tienes?

—Treinta y seis. Capitana, me encuentro muy incómodo.

Misterios y misterios.

Sin duda las hani también dejaban perplejo a Skkukuk.

—Kkkkt —dijo—. Kkkkt.

—Kif, ¡cállate!

A partir de entonces, silencio.

—Tc’a —dijo Khym con voz inquieta—. Hilfy, tc’a…

Una matriz de comunicaciones apareció en la pantalla.

—Prioridad. Va a…

La Orgullo se agitó y los motores se pusieron al máximo con un golpe seco.

¡Dioses y truenos! —maldijo Pyanfar.

—… maniobrar —concluyó Hilfy.

Estables de nuevo. Maldito lunático sin orejas, que los dioses… Un torrente de juramentos, y una terrible lucha por mantener dentro los concentrados que intentaban reptar por su garganta y salir de ella.

Pyanfar temblaba pero intentó que su brazo se mantuviera quieto. Oyó el ronco jadeo de Khym. La Orgullo siguió frenando.

¡Clang!

—Roca —dijo Haral.

—No hay alarmas —dijo Tirun.

Otros dos golpes resonaron en el casco. Ping. Boom.

—¡Hija de una…! —Pyanfar puso el frenado al máximo con un manotazo.

—Estamos enteras —dijo Tirun.

—El kif de atrás no parece muy contento —dijo Geran.

—Tampoco lo estoy yo —murmuró Pyanfar—. Que los dioses se…

El tc’a se apartó de su lado con un brusco giro. Luego patinó en una maniobra de aproximación que debió parecerle bastante racional a aquella serpiente con varios cerebros.

Pyanfar mantuvo el rumbo.

—Nada de seguir eso. Vamos a continuar a nuestro ritmo.

—El tc’a está transmitiendo —dijo Hilfy—. Estamos recibiendo a la Aja Jin

Una imagen apareció en el monitor principal: las naves de vanguardia iniciaban su aproximación al muelle.

—La nave de vigilancia está frenando —dijo Haral.

—Mensaje de la Harukk: saludos de Sikkukkut y nos invita a posarnos en el muelle. Dice que Kefk se ha rendido.

—Tc’a… —dijo Khym.

—Lo tengo… —Dijo la voz de Hilfy, débil y agobiada por la tensión—. Eso es la estación que está dando instrucciones de atraque al tc’a.

—Kkkkt.

—Skkukuk. —Pyanfar movió la cabeza para mirar hacia un reflejo en el puente—. ¿Cuál es tu opinión, eh?

—La estación se ha rendido.

—¿Dónde está la trampa ahora?

—Kkkt. Os dejarán atracar. Cuidado con Sikkukkut. Cuidado con vuestros aliados. Devuélveme las armas, hani. Ármame con lo mejor que tengas. Seré una ventaja.

—¿Para cuál de los dos bandos?

—Kkkt. Para el bando que tenga la ventaja. Sikkukkut no tiene nada que ofrecerme. Kkkotok kto ufikki Sikkukkutik nifikekk nok Akkhtimaktok kektkhikt nok nokktokme… kkkkt.

Algo sobre Akkhtimakt, comidas y objetos únicos.

Su pantalla se iluminó con una transcripción muda procedente del puesto de Hilfy: Sikkukkut, habiendo obtenido un servicio de mí, hallaría un tesoro doblemente único en alimentarse de mí ante el rostro de Akkhtimakt.

—Parece que tiene un problema —murmuró Haral—, si podemos confiar en él. Y, desde luego, yo no creo ni la mitad de lo que dice.

—Eso es la confirmación de Jik —dijo Hilfy—. Jik va a posarse en el muelle. La Harukk está transmitiendo.

—Que los dioses la pudran. —Pyanfar flexionó su mano sobre el soporte y agachó las orejas. El pulso seguía martilleando en sus oídos—. Somos unas estúpidas. Una maldita estación kif, un condenado lunático mahe… ¿Dónde está nuestra lista de naves, Jik?

—¿Qué está haciendo? —preguntó Haral. Así que Haral había tenido aproximadamente la misma idea que ella en lo más hondo de su viejo y correoso corazón, la idea de que en el último instante Jik podía salirles con alguna sorpresa.

—No lo sé. Hilfy; pon el esquema en la pantalla de Skkukuk.

—Bien.

—¿Te parece eso normal, kif?

—Hay abundante tráfico pero aquí es algo frecuente. No te dan nombres de naves.

—No.

—Eso es alarmante.

—La Vigilancia entrando —dijo Khym.

—Ésa es la que me preocupa —dijo Haral.

—Estaba segura de que saldría a toda velocidad… —dijo Tirun.

—Skkukuk, ¿qué harán?

—Se rendirán. Muy despacio. Probando sfik contra sfik. No emitir la lista de naves puede ser la prueba de que la estación se somete al hakkikt.

—¿O quizás orden de Sikkukkut?

—No tiene motivo alguno para que no se emita. Las naves que nos rodean le obedecen. No, es una prueba para él. Si no tienen cuidado puede ser una prueba muy cara. Kukottki-skki pukkuk. Sikkukkut puede sentir cierto interés y querer averiguar quién fue el que no permitió su emisión. ¿Deseas ganar sfik a expensas de Sikkukkut? Descubre a ese idiota de la estación y mátale antes de que lo haga Sikkukkut. Capitana, te lo digo, es una pérdida inútil de…

Prioridad —chilló Chur, al mismo tiempo que Tully—. Entrada en el sistema, eclíptica 23-45, velocidad 2-70 aproximada factor 9…

Pyanfar sintió que se le paraba el corazón. Una nave desconocida al acecho, empezaba a lanzarse con nueve gravedades hacia el interior del sistema; un faro kif les transmitía su imagen a medida que se aproximaba…

¡Transmitid! —ordenó mientras Hilfy tenía ya el sistema preparado, dispuesta a emitir su mensaje con toda tranquilidad, como si nada ocurriera—. Aquí la Orgullo. Tenemos una entrada en el sistema, Aja Jin. Recibir…

Y ahora, interrumpiendo su propio mensaje:

—Prioridad —dijo Hilfy—. ¡Tía es la Mahijiru! ¡El que entra es Dientes-de-oro! Los kif… la Harukk está emitiendo. No disparéis, le dice a sus naves, no disparéis, es un aliado.

Mantén tu velocidad, dispara contra todo y corre, le había aconsejado el kif. No confíes en nadie.

Eran hani. No kif.

—Transmite —dijo Pyanfar mientras luchaba contra las náuseas que sentía en su gaznate—. Orgullo a Mahijiru. ¡Que los dioses te frían, Dientes-de-oro, ya era hora de que aparecieras!