7

Cuando Pyanfar salió del ascensor se encontró con que el caos reinaba en el pasillo del puente. Tully estaba ahí con Hilfy, comprobando por última vez los cierres de las puertas, lo cual quería decir que Khym estaba ocupado en algún otro lugar y no podía encargarse de ello. Tirun llegó corriendo para sujetar la puerta del ascensor con el pie antes de que se cerrara, llevando en cada mano un cuenco tapado.

—Date prisa —gritó Pyanfar en tanto que Tirun pasaba como una flecha junto a ella.

—Bien —dijo Tirun.

¡Y no entres ahí!

La puerta se cerró. Chur se encontraba con Geran ante la puerta de su camarote, en el nivel superior de la nave: tenía un nuevo vendaje bien apretado alrededor de su cintura. Algo sonó estrepitosamente en la cubierta inferior, un nuevo sello conectado.

—¿Estás segura de que quieres hacerlo? —le dijo Pyanfar al pasar.

—Absolutamente —respondió Chur.

—Capitana… —dijo Geran cortésmente, y Pyanfar las dejó atrás. Se encaminó hacia el puente con largas zancadas.

Haral estaba en su puesto y, de momento, no había nadie más pero Chur y Geran le pisaban los talones a Pyanfar. Los tableros estaban iluminados y todos los sistemas iniciales de la Orgullo habían sido conectados, en tanto que los demás mostraban sus luces de preparación. Pyanfar se dejó caer en su asiento y, activándolo, lo hizo girar.

—Capitana. —Haral indicó que transfería el mando de los sistemas con una leve inclinación de sus orejas cubiertas de anillos, sin ni tan siquiera volver la cabeza ni dar un paso en falso con su rutina de conectar interruptores para dar vida a la nave. Pyanfar introdujo la conexión del comunicador en su oreja izquierda y, reclinándose en el acolchado, sacó el paquete de microfichas de su bolsillo y lo metió en el compartimento de seguridad.

—¿Eso era todo? —dijo Haral.

—Ése es nuestro problema más reciente. Dioses, estoy harta de que me utilicen como correo. Que los dioses le den a esa Ehrran…

Khym apareció por el pasillo que conducía a la cocina; sus manos estaban repletas con paquetes de comida y había una expresión alegre en el rostro.

hijos, concluía la vieja maldición. Pyanfar logró tragarse la palabra y escuchó el comunicador. La voz procedente de la central era mahendo’sat, al igual que el jefe de la cuadrilla portuaria que hablaba por la línea exterior. Era fácil creer que el universo había recobrado la cordura y había vuelto a ser un lugar seguro… y entonces un kif habló por otra línea, dándoles la hora de su partida.

Khym pasó junto a ella y sujetó los paquetes de concentrado junto a su codo. Tres paquetes, uno de agua.

—Gracias —murmuró Pyanfar y luego, dirigiéndose a Haral, añadió—: ¿Sabes lo que pretende Jik?

—Ajá.

Eso no estaba en el plan. Es algo reciente, realmente reciente. No quería utilizar ese sistema delante de los kif, eso es lo que ocurre, y Sikkukkut no pensaba usar el suyo… va a hacer un buen negocio. La Harukk tiene también ese equipo y Sikkukkut no piensa utilizarlo.

—¿Piensas que ése era el motivo de que Jik diera su paseo? ¿Presionar un poco a los kif? Quizás intentaba que ellos…

—Podría ser eso. Sólo los dioses pueden saberlo. Sólo los dioses saben si Ehrran está enterada de lo que él pretende.

—¡Tiene que haberle informado de eso! Si entra sola con los kif…

¡Clang-tunk! El tubo de acceso había quedado suelto. ¡Crash! Las abrazaderas de la estación de Mkks empezaron a retroceder. Ahora solamente sus propias abrazaderas las sujetaban a Mkks, sosteniéndolas contra el metal del muelle: eso era cuanto las mantenía inmóviles por el momento.

—No quería hablarnos de ello —dijo Pyanfar—. No pensaba hacerlo. ¿Tienes grabado en cinta todo lo de abajo?

—Hhhuun… sí. ¿Lo meto en los archivos?

Pyanfar se mordisqueó los bigotes.

—Es lo bastante grave como para que Ehrran consiga nuestras pieles. No. Pero tampoco lo borres. —Miró hacia el otro lado de la consola divisoria y encontró las doradas pupilas hani de Haral. Eran distintas a las de Jik. Para ellas el honor no era nada complicado pero sí las lealtades—. Mételo en mi archivo personal, ¿eh? No tienes que inmiscuirte en este jaleo.

Las orejas de Haral retrocedieron bruscamente. Estaba ofendida.

—Bien. Si es así como lo quieres…

—Sí. ¿Quién estaba a la escucha?

—Yo.

—Ah. —Pyanfar miró hacia los controles y conectó su tablero. Un asiento silbó al recibir el peso de su ocupante. Pyanfar se giró un poco y vio a Tully sentado junto a Chur—. Tully.

—¿Capitana? —Tully volvió la cabeza sin usar el comunicador o el aparato de traducción.

—Tripulación, ¿eh?

—Yo… —Tully no entendió bien la pregunta y sacó una pequeña jeringuilla del bolsillo lateral de su asiento—. Yo duermo durante salto, despierto en Kefk. Yo trabajar.

Parecía bastante arriesgado. Los dioses habían construido a los humanos y a los stsho de tal forma que el salto les volvía locos. Por esto conducían sus naves de forma que entraban y salían del salto en estado inconsciente. Locos.

—Nada de miedo, ¿eh?

Una mueca de primate, rápidamente dominada y convertida en una sonrisa hani.

—Yo asustado.

—Ya. Nosotras también.

—¡Daos prisa! —la voz de Haral por el comunicador general de la nave despertó ecos a lo largo del puente y de los corredores—. Tirun, venga.

—¿Ha presentado alguna protesta la Vigilancia? —preguntó Pyanfar, dándose la vuelta.

—Sí —dijo Haral, al mismo tiempo que arrugaba la nariz y pegaba las orejas al cráneo—. Daría todos los beneficios de este viaje por haber tenido cerca a una de esas dos que montaban guardia en la escotilla.

—Ya. —Beneficios. Se rió, pero el buen humor no tardó en desaparecer—. Fue una estupidez. Una pura y simple estupidez, eso es lo que fue. Como si los dioses…

Khym estaba en el puente y Pyanfar tuvo que tragarse también esa vieja comparación. Tecleó en su tablero, pidiendo la secuencia de partida.

—Mete en el archivo toda la información referente a Ehrran, empezando con la salida por la escotilla.

Una leve vacilación. Una tecla apretada.

—Ya lo había separado.

—Yo me encargaré de explicárselo a las demás… Habla con Geran antes, ¿eh?

(Dioses, Khym estaba a su espalda, iba y venía por el puente mientras ella hablaba con Haral, encontrándose con los mahendo’sat en el pasillo inferior, y no había recibido ni una sola pregunta de sus labios, ni un «¿Qué está pasando?», ni un «¿Por qué?». El mundo se había vuelto loco. Pero ella y Khym se habían dicho un montón de cosas en la oscuridad, durante el último turno).

Miró a un lado. Khym se instaló en el asiento de observación número uno, entre el puesto de Hilfy, todavía sin ocupar, y el asiento de Geran. Empezó a trabajar con los controles. Activó el comunicador: había tomado el relevo de Hilfy. Geran ocuparía el puesto de Chur, en la pantalla uno; y Tirun, una vez hubiera terminado con las operaciones de cerrar el segundo puente y el nivel inferior de carga, se encargaría del puesto de observación tres, en cuanto pudiera ocuparlo. Su misión sería ayudar en los controles, operar el ordenador, vigilar la ingeniería y, si algo iba mal, servir de relevo en armamento. En cuanto estuviera libre.

Pyanfar tecleó en su tablero y activó los monitores de la cubierta inferior.

—Tirun, ¿tienes algún problema ahí abajo?

—Ya vengo —dijo una voz sin aliento que se movía rápidamente. Oyó ruido de pies en el corredor principal de abajo. Pyanfar cortó el contacto. Hilfy ocupó su puesto, Pyanfar distinguió en el monitor su reflejo que contrastaba con la luz emitida por los tableros de Khym.

Otra vez en su sitio, de nuevo en el hogar. El tablero de Hilfy emitió la señal de preparado.

Una voz mahen chisporroteó en su oído:

—Indique cuándo está lista. Tiene todo despejado, Orgullo de Chanur.

Hilfy acusó recibo del mensaje de la estación que Khym se había ocupado en transmitirle, encargándose por fin de su tablero.

—Gracias, Mkks. —Rutinaria y fría. «Gracias, Mkks». Pyanfar sintió que se le congelaba la sangre.

El ascensor funcionaba en la popa. Debía ser Tirun.

—Geran —dijo Haral—, pon a la Vigilancia en la lista de objetos a controlar junto con los kif.

Un instante de silencio.

—Piensas tomártelo en serio, ¿eh?

—Muy en serio. Eso dice Jik.

—Hum. —No hubo más comentarios por su parte. Eso era suficiente.

Sus monitores de observación estaban funcionando.

Aja Jin a Orgullo, tener número uno salida, ir, ir.

A su espalda oyó ruido de pasos que corrían por el pasillo del puente.

Maldita sea —elijo Haral por el micrófono—. ¡Hermana, vamos a movemos, rápido, rápido, rápido!

El ruido de pisadas llegó por fin al puente, un cuerpo se dejó caer sobre el acolchado de un asiento y Haral conectó el programa que soltaba las abrazaderas.

Clank-bang. Un instante después los motores entraron en funcionamiento y hubo un segundo de molesta incertidumbre en todos sus estómagos: la Orgullo se apartó de la estación, dándose ese leve empujón que la mandaría hacia el exterior del sistema.

Nada demasiado espectacular. La Orgullo podía moverse con mucha velocidad, pero eso era algo que no sentían deseos de mostrar a los kif o los demás espectadores que pudiera haber en Mkks. Haral hizo que la Orgullo avanzara sin apresurarse y se tomó su tiempo, igual que si llevaran como carga un montón de cascaras de huevo.

—Tenemos una modificación en las previsiones de entrada —dijo Pyanfar—. Jik cuenta con un…

En ese mismo instante:

—Prioridad —dijo Hilfy, esa horrible palabra que, proviniendo de un puesto de control, siempre anunciaba malas noticias.

La transmisión entró en su canal.

—… mismo consejo dar. —La central de Mkks con su voz clara como el hielo—. Tener tc’a rumbo exterior sistema. Precauciones navegación.

—¡Por todos los dioses! —exclamó Pyanfar.

—Reducir la energía y esperar —estaba diciendo Hilfy por el comunicador—. Estación de Mkks…

El segundo monitor empezaba a llenarse con las comunicaciones recibidas, protestas kif, protestas de Jik y de la Vigilancia

—Tengo una señal —dijo Geran—. Confirma la presencia de algo con rumbo al exterior del sistema, procedente del sector de metano…

—Eso es un kif que se larga —dijo Haral, tomando el control de los tableros—. Pantalla dos. Ordenador, busca el rumbo de ese tc’a.

—Estoy en ello —dijo Tirun—. Sigue como hasta ahora, Geran.

Pyanfar se mordisqueó los bigotes y pasó los controles del casco a su tablero en tanto que Haral empezaba a redactar la lista de prioridades. Gracias a los dioses tenían la tripulación al completo: el ordenador emitía la información procedente de sus tres fuentes primarias y una docena de salidas de datos no autorizados; Geran examinaba las emisiones de la estación y Chur intentaba clasificar las distintas señales que surgían alrededor de la estación de Mkks igual que las semillas reventando de una vaina.

Pyanfar puso en marcha la rotación para que la Orgullo tuviera gravedad interior, e inició un movimiento que no tendría ningún efecto beneficioso sobre el curso calculado anteriormente. Dioses, su horario hasta llegar al punto de salto era tremendamente apretado, lo habían calculado todo hasta el segundo para dar ese salto en grupo, y ahora la situación que tenían a su espalda parecía tan confusa como un puñado de plumas en un vendaval.

—Nuestros planes de horario han ido a parar al infierno mahen —dijo Haral—. ¡Que los dioses se lleven a ese idiota con sus múltiples cerebros! ¡Ahí detrás parece que todos hayan enloquecido!

—Hilfy… —Dijo Khym con voz apremiante.

—Prioridad —le interrumpió Hilfy—. Transmisión general de la estación para todas las naves.

La imagen apareció en el segundo monitor. Luz violeta: la figura de una serpiente cubierta de motas doradas en continuo movimiento, agitándose ante la cámara.

El sector de metano les estaba hablando: el control de tráfico para metano en emisión visual. La silueta amarilla de un chi, parecida a un palo, subía y bajaba corriendo por el lomo del tc’a, giraba como una flecha en torno a su cabeza atendiendo frenéticamente a lo que… bueno, a lo que un tc’a fuera para un chi: amo, camarada, amigo o animal doméstico. El tc’a gemía constantemente, emitiendo con su aparato vocal las complejas melodías de su cerebro segmentado, mentes y puntos de vista múltiples que aparecían traducidos en una matriz colocada en la parte baja de la pantalla.

Tc’a

tc’a

hani

hani

mahe

kif

kif

Mkks

Kefk

Kefk

Kefk

Kefk

Kefk

Kefk

dar

ir

ir

ir

ir

ir

ir

decir

chi

ir

ir

ir

ir

ir

chi

tc’a

ir

ir

ir

ir

ir

knnn

knnn

knnn

knnn

knnn

knnn

knnn

Pyanfar sintió que un viento helado subía por su espalda.

—Hilfy: pon al ordenador a trabajar en eso. Tirun, al puesto de comunicaciones número uno.

—Bien —dijo Hilfy.

Ni una palabra de crítica. Ni una sola protesta de la tripulación. La nave tc’a estaba muy por delante de ellas y, probablemente, iba a estropear todas sus previsiones de horarios; una estación oficial tc’a estaba hablando sobre los knnn, y ninguna especie cuerda quería que ellos se metieran en esto. Nadie podía hablar con los knnn salvo los tc’a; y los tc’a hablaban así, en matrices que debían ser leídas en todas las direcciones a la vez. El mensaje hacía referencia a dos presencias tc’a, una en Mkks quizás en dirección… (¿dar un chi?)… hacia los tc’a de Kefk; por otra parte, los knnn estaban mezclados con las motivaciones de todos los bandos. Había dos clases de kif (¿con rumbo a Kefk?) y dos clases de hani (dioses, ¿acaso ya habían detectado ese cisma?), y sólo un grupo de los kif iba a combatir.

¡…detened esta locura! —dijo una voz hani. Era Rhif Ehrran desde la Vigilancia, prácticamente gritando en el comunicador—. ¡Aja Jin, haz que volvamos!

Querer eso —respondió Jik—. ¿Dar tiempo entonces Kefk saber que venimos? Seguro entonces mandarnos en pedazos al infierno, Vigilancia. Seguir en curso, seguir en curso, ¿entendido?

—Khoihktk mahe kefkefkti… —de los kif: El mahe está de acuerdo con nosotros.

—Tía, el ordenador no ha logrado sacar mucha más información del mensaje. El tc’a está hablando de avisar a los knnn y dice que ese tc’a vendrá con nosotros a Kefk. El ordenador no está muy seguro del resto, pero tiene la hipótesis de que…

—La Vigilancia en el canal —dijo Geran—, pide hablar directamente con la capitana.

—Rechaza su llamada —dijo Haral.

—Llamada en el tres —dijo Khym—. Es la Harukk… Su oficial de comunicaciones quiere hablar con la capitana.

—Di que no: que hable con Jik.

—No le digas eso —ordenó Pyanfar, mordiéndose los bigotes mientras leía las conjeturas del ordenador sobre los tc’a, que no estaban demasiado alejadas de las suyas—. Jik hablará cuando pueda hacerlo. Dame las señales de la estación. Redacta un mensaje para los tc’a y diles que seguimos el curso y que nos esperen.

—Bien. —Hilfy, con voz tensa. Ninguna nave hablaba con los respiradores de metano sin tener que llenar después un abundante montón de impresos y cuestionarios oficiales. Había razones para ello, razones como la lógica de los respiradores de metano, que siempre podía equivocarse del peor modo posible en cuanto al significado de algo. Eran distintos, y mucho. Y perdían el control con gran facilidad. Los tc’a eran los más pacíficos del grupo.

Los knnn… eran otra cosa.

—Tía, aquí está el mensaje, tienes que darle tu aprobación antes de que salga.

hani

hani

mahe

kif

kif

tc’a

tc’a

nave

nave

nave

nave

nave

Mkks

nave

ir

ir

ir

ir

ir

Mkks

esperar

peligro

peligro

peligro

peligro

peligro

peligro

peligro

—Creo que está bastante claro —murmuró Pyanfar mientras que el mensaje desfilaba por su pantalla—. Archívalo y mándalo. Habla con la Aja Jin, y diles textualmente: «Seguimos en el horario previsto. Hemos advertido al tc’a de que existen peligros de navegación».

—Jik acaba de mandarnos un mensaje —dijo Geran—. Dice que adelante, que sigamos adelante.

—Estupendo. —No era la respuesta que le habría gustado oír, pero era la que se esperaba. Seguid con ello. Adelante. Corred el riesgo.

Saltar con un tc’a cerca de ellas. Los tc’a navegaban igual que serpientes. Eran serpientes. Entrar en Kefk a ciegas con un tc’a del cual podía esperarse que saliera del hiperespacio sólo los dioses sabían a cuánta distancia del lugar previsto; y con las naves de caza más rápidas, haciendo cálculos para rebasarlas durante el salto dentro del hiperespacio… Era pedir el desastre a gritos. Una colisión.

—Si cometemos un error ahora, brillaremos con fuerza suficiente como para que nos vean desde Anuurn —dijo Pyanfar—. ¿Alguien quiere calcular el tamaño que tendrá la bola de fuego?

—Será condenadamente brillante —dijo Haral.

—La Vigilancia nos advierte de que está redactando una… —dijo Khym.

Hubo una rápida y fugaz explosión de risas histéricas que terminó en toses y jadeos. Sí, tenían los nervios de punta. Eran Hani lanzadas a toda velocidad con rumbo a zonas kif.

—¿Quién se cree que es esa Ehrran? —gritó Hilfy dominando el tumulto, como si nunca hubieran existido los kif ni esos días horribles. Hilfy: juventud ofendida—. ¿Qué es lo que ocurre aquí?

—Bienvenida a casa, chica —dijo Haral secamente, sin apartar los ojos de su tablero ni un segundo—. ¿Quieres una lista?

—Chanur está en apuros —dijo Geran, sentada a la derecha de Hilfy—. Y el nombre cíe esos apuros es Ehrran. Anda detrás cíe nuestros pellejos. No le importa el modo de conseguirlos. No podemos cruzar por delante de ella, así está la situación. Vamos a ciar este salto y esta vez le daremos gracias a los dioses por entrar un poco más despacio que esa nave de Ehrran. Estará delante de nosotras en Kefk. No la queremos tener a la cola; no, muchas gracias.

—Prefieres tener a los kif, ¿eh?

Un pequeño temblor de inquietud en el aire.

—Es condenadamente más seguro —dijo Tirun—. De momento.

Se hizo un silencio ante estas palabras.

—Sobrina —dijo Pyanfar—, tampoco nosotras lo hemos olvidado.

Continuó el silencio.

—¿Y después de Kefk? —preguntó por fin Hilfy, con un tono de voz normal—. ¿Adónde iremos? ¿Tienes alguna idea… capitana? —Respetuosamente—. ¿Me he perdido últimamente alguna de las discusiones al respecto?

Pyanfar flexionó sus dedos sobre los controles, moviendo su codo unos centímetros sobre el soporte del asiento. Luego tragó aire con mucha lentitud.

—Unas cuantas. ¿Quieres que te lo dé concentrado en una cápsula? Esos motores de ahí atrás, todos estos equipos tan nuevos e ingeniosos… nada de eso es gratis, ¿verdad que no? Estamos en un aprieto. Hilfy Chanur. No es nada que pueda pagarse con dinero Y ese problema de Ehrran…

Las líneas luminosas aparecieron en la pantalla y se conectaron entre sí. Estaban en marcha, en dirección hacia su blanco. El tc’a viajaba ahora por delante, con una velocidad igual a la de ellas: a partir de ese momento no habría más giros bruscos, ni tan siquiera para él. Sólo los knnn podían jugar con las leyes físicas.

—Ese condenado tc’a va a estar delante nuestro durante todo el trayecto —dijo Pyanfar—. Sólo los dioses saben donde irá a parar después del salto. Una cosa sí puedo decirte: Jik tiene en la cabeza la idea de emitir una señal de identificación falsa en Kefk. Pretende entrar en el sector un poco por delante de los demás y conseguir una imagen de observación para nosotras antes de que el faro se desconecte.

—Dioses —dijo Tirun—. ¿Qué distancia va a llevarnos?

—No me lo dijo: ningún diagrama, nada… Pero os aseguro que si no lo consigue tendremos graves problemas… Para empezar, tenemos un nido de kif y también tenemos algunas otras cosas. ¿Qué se recibe por el comunicador? ¿Hay calma ahí fuera?

—Nada que valga la pena escuchar —dijo Haral—. Muchas transmisiones kif.

—La Vigilancia ha dejado de transmitir —dijo Geran.

—La Aja Jin también —añadió Hilfy.

—Está bien. Geran, quiero que ocupes ahora mismo el segundo puesto de comunicaciones; después del salto ve a la pantalla de observación número uno.

—Entendido.

—Hilfy.

—¿Tía?

—Me preguntaste por Ehrran. Te diré lo que creo haber adivinado hasta ahora de todo el asunto. Nuestros problemas no se deben sólo a la mala suerte: alguien lo ha planeado todo.

¿Ehrran?

—Oh, viene de más arriba, chiquilla… Conseguimos limpiar Gaohn, apartamos a nuestros enemigos hani de Kohan, hicimos que Tahar y su clan quedaran casi destrozados, arrojamos al exilio a la Luna Creciente… Hemos atraído a los mahendo’sat a nuestro mundo natal, y también a los humanos y los knnn, lo cual les ha sentado francamente mal a todos los partidarios del aislacionismo que hay ahí, ¿no? Naur, su pandilla… El clan Llun recibió un buen castigo por la ayuda que nos prestó en Gaohn, y lo mismo ocurrió con otras amigas nuestras. Aunque Tahar fuera nuestra enemiga… hemos destrozado su clan y el poder que tenían sobre sus aliados; y eso ha dejado un vacío. Esta situación ha permitido que algunos otros clanes ascendieran dentro del han.

—Naur, Jimun y Schunan —murmuró Haral—. Los maravillosos patrones de Ehrran.

—Eso es justamente lo que ha ocurrido. Estábamos mucho mejor teniendo a Tahar como enemiga. Su clan estaba formado por una pandilla de bastardas, pero al menos eran bastardas que navegaban por el espacio. Lo que ahora tenemos es a las viejas sorbehuevos que nunca han salido del planeta, como Naur; y a esas viejas gordas les encantaría vernos de nuevo a todas con faldellines y sofhyn.

—Eso se refiere a mí —dijo Khym.

—Aguántate, Khym.

—Mira, si me hubiera quedado en Anuurn…

—Sí no hubiera sido por eso hubieran encontrado cualquier otra excusa. Hicimos que especies de otros mundos entraran en el sistema de Anuurn…

—… y sacamos de ahí a un macho.

—Así que todas las viejas fanáticas cargadas de prejuicios que hay dentro del han están nerviosas. Los clanes espaciales quedaron casi destrozados en Gaohn. Nuestras amigas Llun perdieron entre los Inmunes un montón condenadamente grande de buenas hembras, y Ehrran ansia desde hace bastantes años conseguir un pedazo de sus traseros. Claro, Ehrran le besaría los pies a Naur: gracias a ella han conseguido esa nave tan reluciente, unas orejas bien cubiertas de anillos y unos formularios oficiales donde apuntar las quejas. Y los stsho… esos bastardos que nunca se están quietos han pedido su parte del pastel. Los mahendo’sat presionaron a los stsho para que nuestros documentos fueran declarados válidos una vez más porque, de repente, Dientes-de-oro quería tener nuestra ayuda… quería tener de su lado a hani espaciales. Por eso los stsho se doblegaron, como siempre harán… pero inmediatamente después salieron corriendo para encontrarse con Ehrran, tirarle de la oreja y meterla de lleno en esto, condenada idiota. Ehrran estaba en Punto de Encuentro persiguiendo a Tahar y encargándose de los demás negocios del han con los stsho… puede que tengan un montón de tratos secretos. Entonces aparecieron los stsho y les ofrecieron nuestros pellejos como recompensa especial.

—Stle stles stlen —dijo Hilfy.

—Los stsho tienen a la humanidad a punto de caer sobre sus espaldas. Estuvieron parloteando sin parar con Dientes-de-oro en Punto de Encuentro. Sólo los dioses pueden saber lo que le han contado a Ehrran; creo que si Stle stles stlen fuera menos corrupto y no le tuviera tanto miedo a Dientes-de-oro, en ese momento el viejo bastardo habría vendido a Tully directamente a los kif. Pero nosotras estábamos ahí y no creo que Ehrran les sobornara, dado lo inflexible que es. Esos malditos xenófobos stsho deben estar ahora subiéndose unos encima de otros, deben creer que los humanos aparecerán a su espalda y se meterán directamente en territorio stsho. Pero Ehrran se dedicó a la política y perdió en el juego… o eso pienso yo. Stle stles stlen no tuvo el valor de engañar a Dientes-de-oro cuando aparecimos nosotras, con lo que se convirtió virtualmente en un cheque en blanco y autorizaciones mahen de alto nivel. No me sorprendería que el viejo Stle stles stlen esté ahora muy preocupado por los centinelas mahen que hay ante su puerta durante la noche. Y debo deciros otra cosa, algo que es mejor que oigáis con atención. Haral… ¿tienes esa cinta del pasillo inferior?

—Sí.

—Pásala. Y también la cinta de Sikkukkut. Hemos recibido un montón de ofertas, primas… procedentes de todos los bandos.

En el puente sé produjo un largo y tenso silencio, interrumpido sólo por esa hebra de sonido que brotaba de la cinta y por el ruido de las operaciones habituales. Pyanfar la escuchaba distraídamente, frunciendo el ceño de vez en cuando, mantenía a la Orgullo en su rumbo al mismo tiempo que evitaba pensar en lo que iba a decir Hilfy o en lo que Tully podía estar recibiendo del traductor.

Tc’a. Tc’a. Jik había dicho que los respiradores de metano estaban inquietos.

Jik había estado durante mucho tiempo en la estación, yendo y viniendo por ella sin obstáculos. En secreto. Haciendo planes. Sólo los dioses podían saber con qué bandos había establecido alianzas, y los tc’a ocupaban un lugar muy alto en la lista de posibilidades.

Junto con Sikkukkut.

La cinta llegó a su fin, pero el silencio continuó.

—Gracias a mí estamos en un buen lío —dijo Pyanfar—. Un lío condenadamente grande. Pensé que os gustaría saber exactamente de qué clase de lío se trata.

—Parece como… —dijo Tirun—… parece como si Jik tuviera razón. Nacimos metidas en él, sólo por el hecho de ser Chanur. Cuando volvamos a casa… apuesto a que no encontraremos el han tal y como lo dejamos.

—Apuesto a que no —dijo Pyanfar—. Pero ¿qué es el han actualmente?

Otro largo silencio.

—Bueno, yo estoy contigo —dijo Tirun.

—Yo también —dijo Chur.

—Yo también —añadió su hermana.

—Tía, yo…

—Quizá desees pensártelo un poco, sobrina.

El chasquido y el zumbido de los instrumentos seguía como siempre. La matriz tc’a apareció en la pantalla después de haber sido examinada por el ordenador, pero era igual que la de antes.

—Tully —dijo Pyanfar—, ¿has logrado entender aunque sólo sea la mitad de todo esto?

—Yo oír algo.

Pyanfar no podía ver su rostro, sólo un reflejo sombrío en el monitor, una silueta que no era hani.

—Yo hani —dijo él—. Yo hani.

Pyanfar parpadeó, analizando la respuesta hasta digerirla. Pero, fuera cual fuera su significado, el comentario le hizo sentir un leve calor en las entrañas.

—Khym —dijo.

—¿Mi opinión? —dijo. Un gran suspiro que resonó sobre el comunicador, un gruñido apagado—. Siento pena por esa Inmune de Ehrran.

—Pero siguen siendo inmunes —dijo Hilfy—. Irán contra mi padre. Se lanzarán sobre él, en casa. Puede que ya no tengamos ninguna, Chanur.

—Sobrina —dijo Pyanfar—, yo pienso que Kohan Chanur sigue siendo un hueso bastante duro de roer. Mi hermano y tu padre no es ningún estúpido. Tampoco lo son sus hermanas, y no creo que permitan que esas bastardas las echen de la residencia con sus maniobras. Aguantarán. Aguantarán todo el tiempo que nosotras sigamos en el espacio, mientras continúe existiendo alguna nave Chanur por la cual preocuparse… Naur y sus cachorros no se atreverán a usar tan pronto sus sucios trucos. Y en combate justo, Kohan sigue siendo capaz de luchar contra cualquier situación que se me ocurra en estos momentos.

Y cuando dijo eso pensó en Khym, y sintió una vieja punzada de culpabilidad: Si yo hubiera estado en casa cuando Kara le desafió, si hubiera estado ahí para impedir que se entrometieran todos los parásitos del exterior

Si ella hubiera estado en casa, posiblemente Khym sería todavía señor de Mahn… si ella hubiera vuelto a toda prisa igual que el clan Chanur se había unido en torno a Kohan Chanur contra su hijo, Kara Mahn. Si ella hubiera estado ahí, quizá Khym no se encontrara ahora en el exilio… aunque sólo hubiera estado ella, aunque el resto de sus esposas, hermanas e hijas le hubieran abandonado. Ella podía haber aguantado junto a él, se hubiera opuesto a su hijo y a los negros planes de su hija. Entonces Chanur hubiera conservado su mejor aliado: Khym, señor de Mahn. Y ni Ehrran ni nadie como ella se hubiera atrevido a moverse. El mundo no habría cambiado.

—Referencias de navegación positivas —dijo Haral.

—Me pregunto si ese tc’a de ahí delante entiende cuál es el plan de vuelo —dijo Tirun.

—Supongo que con el tiempo lo descubriremos —dijo Geran—. ¿Quieres apostar al respecto, na Khym?

—Está haciendo trampas otra vez —dijo Tirun—. Siempre gana.

—Tenemos una formación de naves detrás nuestro —dijo Haral—. Los kif están en las coordenadas. Parece que realmente vamos a ir allí.

—Eso parece —dijo Pyanfar, sintiendo un cosquilleo en sus nervios. Su antebrazo cubría de pelo el borde del panel. Puro terror. Indudablemente, las demás estaban en el mismo estado de nervios que ella.

—Estoy contigo —dijo Hilfy con voz ronca.

—Gracias, sobrina. Atención todo el mundo, se aproxima el momento del salto. Tully, será mejor que uses las drogas. Ayúdale, Chur: asegúrate de que pierde el conocimiento.

—Bien —dijo Chur.

Pyanfar tecleó el comunicador general.

—Kif… Skkukuk. Prepárate: vamos a saltar.

Te ofrezco a tus enemigos.

—Estupendo, kif, eso me parece realmente estupendo. —Cortó rápidamente la conexión. Seguía sintiendo en su interior un vago remordimiento. Por un kif…

Era lo mismo que hablar con las paredes. Si, se expresaba perfectamente en hani y cuando ellas hablaban con él lo hacían igual de bien; pero de lo que decía no llegaba nada inteligible a la mente de quien escuchaba, fuera quien fuera.

«Te ofrezco a tus enemigos».

Había tensión en su voz. Quizá estaba asustado, solo en una nave hani. Quizás intentaba hacer un trato.

Quizá llegaría a morirse de hambre, indefenso y sin nadie que le ayudara en ese lavabo. O quizá se rompiera los huesos durante las maniobras.

Como bien sabían los dioses, el destino le tenía tan atrapado como a ellas… era su talismán de la buena suerte, o su maldición particular.

—Salto más noventa —dijo Haral—. Referencia en Kefk.

—Meteos bien esto en la cabeza —dijo Pyanfar, porque al otro lado del salto todo parecía siempre confuso y las viejas costumbres eran las que mandaban en los primeros instantes—. Puede que Jik no lo consiga. Si no lo consigue tendremos que movernos aprisa. Nuestro primer objetivo es obtener la posición. Luego localizar a la Harukk. Recordad eso, ¿entendido? Vamos a entrar con bastante gravedad, pero intentaré que no nos resulte demasiado penoso. Si las cosas se ponen realmente feas, tenemos unas cuantas opciones. Apenas salgamos al espacio, tenemos que fijar una referencia en Tt’a’va’o; si no tenemos más remedio saldremos corriendo hacia Punto de Encuentro. Ese plan no es de Jik; es mío. Tenemos que mantener vigiladas a esas tres estaciones de rastreo en Kefk. Tenemos un montón de escombros pesados en el sistema: hay una binaria bastante cercana que los mantiene siempre en movimiento y nuestro mapa ha sido hecho por los kif. Esta situación se mantendrá aunque Jik nos consiga una imagen de observación. Recordad eso. Recordadlo constantemente.

—Tenemos esos datos —dijo Tirun—. Ya están. Si los dioses hacen salir a Jik en algún punto de su línea de entrada, le podremos rastrear.

—Un sitio desagradable —dijo Chur—. Realmente desagradable.

—Preparad los sistemas —dijo Haral con voz fría y calmada, y los interruptores empezaron a moverse: comprobación de sistemas, preparación final. Pyanfar coordinó sus actos con los de ella, apartó de su mente los temores y activó el programa preparatorio del ordenador, comparando su plan con los problemas del tc’a y las intenciones de Jik. Hizo algunos reajustes de prioridad en el programa y volvió a pasarlo, y luego lo introdujo en los bancos con la simple presión de un dedo sobre una tecla. En otros puestos del puente se realizaban tareas similares. Haral se encargaba de la comprobación de sistemas, asegurándose de que todas las secuencias estaban perfectamente en orden.

Lo más necesario era localizarse a sí mismas en la imagen pasiva de observación: para empezar, tenían que fijar su posición. Luego había que encontrar a Jik, a la Harukk y a la Vigilancia, y seguir su rastro hasta el corazón de Kefk.

—Desde luego, es un modo bastante loco de dirigir un sistema estelar —dijo Tirun.

—Podemos hacer que lo entiendan.

Los números desfilaban con un chasquido.

—Ahí va el tc’a —dijo Geran.

—Que los dioses nos ayuden —dijo Haral.

—¿Tully? —preguntó Pyanfar.

—Está inconsciente —dijo Chur.

—Menos cinco —dijo Haral.

Dioses, un tc’a suelto en su rumbo.

Y Jik se había comportado de un modo muy extraño antes de abandonar el muelle. Había hablado de espías que hacían visitas y respiradores de metano…

¿Podía Jik sobornar a un tc’a? ¿Qué había hecho durante esa escapatoria furtiva hacia los muelles de la estación de Mkks, justo antes de que partieran?

¿Ayuda de navegación? ¿Precisión?

¿Era eso lo que Jik había estado buscando… un modo de ajustar su rumbo con la precisión suficiente como para mantener a la Harukk en su cola, usando ordenadores y mapas tc’a para realizar un cálculo espacio-temporal de enorme importancia…

… sobre un sistema kif? ¿Quizá contra los deseos de la Harukk y yendo más allá de cuanto la Harukk estaba dispuesta a proporcionarles?

Dioses…

—Menos uno.

Habían desaparecido.

ahí de nuevo.

… cayendo…

… materia y solidez. Las luces parpadeaban, los instrumentos recogían datos y empezaban a leerlos.

—Kefk —dijo Haral—. El espectro encaja.

—La referencia, ¿dónde está nuestra referencia?

—Buscando —dijo Geran—. Es… dioses… Eso está… dentro de la tolerancia del sistema.

—Unnnh. —Su mente deseaba extraviarse en un rumbo tangencial a todo lo presente, regresar a la nada donde había estado antes. Las luces bailaban hipnóticamente, haciendo que los ojos siguieran sus ritmos: la luz del sol sobre las colinas…

… el hogar.

—Tía Pyanfar —exclamó Hilfy, mientras corría a toda velocidad cuesta abajo, con las orejas echadas hacia atrás y sus miembros casi infantiles esforzándose al máximo—. ¡Tía Pyanfar, has vuelto!

Ojos muy grandes, toda orejas, ésa era Hilfy Chanur, la hija adorada por su padre, la hija adoptiva que su tía había amado en lugar de su Tahy, que no tenía lealtad a nada ni a nadie…

… en el patio de Chanur, de noche:

—Tía Pyanfar, dime el nombre de esa estrella…

—Ésa es Kjohi; es una estrella blanca, demasiado lejos, demasiado. De todos modos, es demasiado caliente. Nunca vamos ahí… ¿ves esa pequeña de abajo? Ésa es una amarilla. Ésa es Tt’a’va’o.

—¿Has estado ahí?

—Ninguna hani ha estado ahí todavía. Ésa es una estrella tc’a. Los tc’a tienen un montón de cerebros; cantan cuando hablan y tienen siete voces que hablan al unísono. Una vez conocí a un tc’a. Su nombre era So’o’ai’na’a’o.

Hilfy se rió.

—Di eso otra vez.

¿Dónde está ese condenado tc’a? ¡Geran! ¡Chur! ¿Dónde está nuestro plan de curso? ¿Tenemos alguna posición, sea de quien sea?

—Negativo, negativo. Ya casi tengo integrado el otro mapa… lo tengo, lo tengo, lo tengo… Está entrando.

La imagen apareció en el tablero de Pyanfar. Un diagrama del sistema de Kefk, ajustado a su punto de entrada. El mejor mapa que tenía en esos momentos Sikkukkut… o, al menos, el mejor mapa que contuviera cosas tales como las grandes rocas que, a largo plazo, podían ser cartografiadas y seguidas en sus órbitas caóticas a través del sistema de Kefk.

Una gran estación estelar… dioses, sabía cuál iba a ser su tamaño. Después de todo, era la única salida legítima hacia el comercio del Pacto que los kif tenían. Cincuenta naves atracadas y mucho equipo de minería dispersado como estrellas rojas por entre las amarillas que indicaban los asteroides y ninguna de esas naves estaba allí donde se la indicaba en el mapa. Era sólo una forma de prevenirla. Cuidado, hani; puede haber naves. Y en efecto las había.

El mapa mostraba en el puerto naves kif, tc’a y chi. Sí, era probable. Otro aviso. Sólo los dioses sabían de qué otros peligros se la avisaría.

—Preparando reducción. Haral, comprueba mis controles.

—Bien.

—Recuerda, usa la cabeza, despiértate. La Aja Jin debería estar ya delante… dioses, ¿dónde? La Harukk, y la mitad de los kif, y la Vigilancia, con más kif que aparecerán en cualquier instante.

Abajo otra vez.

—Tía Pyanfar… enséñame las estrellas…

Su propia hija, Tahy Mahn:

—Nunca estás aquí. Siempre vuelves demasiado tarde. Ahora ya todo acabó. Kara se ha ido. Yo misma la mandé junto con los ermitaños…

Hijo e hija, desaparecidos. Cada uno de forma distinta…

—Ya. He tenido cosas que hacer, Tahy. Lo siento.

—Siempre tendrás cosas que hacer. No vives en este mundo. ¡Vives en esa nave! ¡En esa nave! No te conozco, nunca te conoceré…

Y arriba.

De vuelta al espacio real. Los ojos de Pyanfar vagaron durante un instante antes de centrarse en las luces. Sus dedos apenas eran conscientes de los controles; le dolía el codo.

—Tercera reducción. Venga, a ponernos en línea, a ver si ahí atrás hay alguna señal de vida…

—Lo tengo… ¡tenemos a Jik, está ahí fuera!

—… Pyanfar —dijo Kohan, sus anchos rasgos, sus ojos dorados llenos de un fulgor suave, muy distinto ahora al eterno ceño fruncido que usaba para impresionar a los demás—. Hermana… por los dioses, esta vez ten cuidado.

Ella era egoísta. Él no. No mencionó en absoluto las auténticas razones de su preocupación: Khym. Su locura privada, que suponía para él una vergüenza pública. Habían hablado de ello una vez.

—Se lanzarán sobre ti —dijo Kohan—. Todos nuestros enemigos. Lo intentarán.

—Ahí fuera la ley es distinta, hermano mío. Todo es más seguro. Aceptan las cosas extrañas.

—Eso espero —dijo Kohan—. Eso espero, créeme.

Y se fue.

Estamos recibiendo, justo en el blanco tenemos señal, tenemos señal… ¡Ha conseguido mandarnos una imagen de faro!

—La referencia estelar, Haral, fija la referencia.

—Afirmativo. Tt’a’va’o. En los bancos.

—Uhhhnnn. —Sintió que las fuerzas la abandonaban, notó el temblor y la debilidad de su mano. Estaban sometidas a la inercia. La gravedad la empujaba resueltamente hacia abajo, no hacia atrás. Su brazo se clavaba dolorosamente en el respaldo. Lo apartó de él y cogió uno de los paquetes de concentrado que había en su asiento, lo agujereó de un mordisco y bebió de él. El líquido golpeó su estómago igual que un puñetazo y se posó en el fondo como si fuera plomo.

Dioses, dioses… Figuras arrancadas del pasado, un sueño loco. Y todas coincidían.

—Estamos en el rumbo —dijo Haral—. Por los dioses, lo hemos logrado dos veces, y a ciegas; y Jik y el resto…

—Lo creeré cuando encontremos a ese tc’a —dijo Geran—. ¿Dónde está ese lunático? ¡BONDAD DIVINA!

La imagen se cortó y las luces se volvieron de color rojo. La sirena empezó a gemir.

¡Haaaa! —Era Khym. Por un instante sintió una oleada de náuseas, igual que en las reducciones de velocidad; pero no…

—Comprobación de velocidad —chilló Pyanfar por el micrófono—. Maldita sea…

reducción, esta vez con una lenta y horrible oleada de náuseas.

El tc’a había emergido muy cerca. Había pasado junto a ellas, casi rozándolas, y había reducido velocidad con dos rápidas pulsaciones de su campo. Y ahora estaba ahí, una gran señal en la pantalla, que viajaba a la misma velocidad que ellas.

—Acabamos de encontrar al tc’a —dijo Tirun.

—Dioses y truenos —dijo Pyanfar. Sentía que su sangre se enfriaba y se calentaba alternativamente y una gran debilidad en las articulaciones; el concentrado estaba luchando por salir nuevamente de su estómago. Alguien vomitaba. La pantalla se había llenado de nuevo con señales razonables, pero una de ellas estaba demasiado cerca.

Un parloteo humano. Tully había recobrado el conocimiento.

—Velocidad más punto cero ocho —dijo Haral—. ¡Ese bastardo nos ha comunicado velocidad!

—Déjalo; ya la eliminaremos luego. —Pyanfar tragó saliva con un esfuerzo. Parpadeó intentando no escuchar los ruidos de náuseas y arcadas que llegaban por el comunicador—. Nos queda algo de tiempo antes de que Jik llegue a distancia astronómica de Kefk… maldito tc’a, ¿está diciendo algo?

En uno de los puestos de comunicaciones alguien logró conectar la recepción de su pantalla.

tc’a

chi

hani

kif

kif

kif

kif

Mkks

Mkks

Mkks

Mkks

Mkks

Mkks

Kefk

Kefk

Kekf

Kefk

Kekf

Kekf

Kekf

Kefk

—Está diciendo, según creo —explico Hilfy con voz áspera—, que ha venido de Mkks a Kefk con una hani y montones de kif. Hola.

—No dispararán —dijo Pyanfar, en tanto que la idea se iba abriendo camino en su cerebro. Jik, ese bastardo sin orejas, Jik ha pedido que le pagaran otra deuda y nos ha metido a la cola un tc’a. Conoce nuestro plan de vuelo. Tiene que conocerlo—. Dioses, nos viene siguiendo realmente de cerca… no dispararán. Kefk no se atrevería a eso. —Se reclinó en su asiento, volviendo la cabeza—. Chur, ¿te encuentras bien?

—Estupendamente. —Su voz sonaba algo débil—. Sigo en el puesto.

—¿Khym?

El enfermo era Khym, como ya le había parecido. No obtuvo ninguna respuesta salvo un gemido.

—Todo el equipo responde —dijo Tirun.

—Los kif continúan ahí atrás —dijo Geran—. Acaba de aparecer la señal de otra nave justo detrás de nosotras. Ikkiktk… creo… justo en el punto previsto, a cinco minutos luz.

A su alrededor seguía sonando el chasquido y el zumbido de los instrumentos, las funciones normales de la Orgullo, los inconmovibles procesos mecánicos de la nave.

—¿Tully? —preguntó Chur—. Tully, ¿te encuentras bien?

—¿Qué eso? —Una voz débil y pastosa brotó del comunicador—. ¿Qué?

—Un tc’a que quiere demostrar su amistad. Por los dioses, jamás habíamos estado más cerca de chocar. Ha pasado tan cerca que no quiero oír hablar nunca más de ello.

—Segunda señal: el segundo kif ha entrado.

—Acabamos de recibir un mensaje del primer kif situado detrás nuestro —dijo Hilfy—. Confirma que viene siguiéndonos, eso es todo.

—Acusa recibo —dijo Pyanfar. Su pantalla de observación les mostraba la pequeña bolsa de espacio que ocupaban; su recepción de señales pasivas, una vez y media más rápida que las señales recogidas después del rebote, les mostraba las estrellas y los objetos que reflejaban la luz, así como los cursos recientes de las naves que iban en vanguardia. Había muchas naves.

—Hemos hecho los cálculos de tiempo sobre esa imagen —dijo Tirun—. Jik lo está haciendo de primera. Jik, Ehrran, Sikkukkut y un grupo formado por los mejores del hakkikt. ¡Ajá!… ahora tenemos imagen de la Harukk… ¡Despejado, despejado, despejado!

—Que tengan buena suerte —murmuró Haral—. Incluso esos condenados kif.

—Espero que esos bastardos desorejados de Kefk no hayan cambiado el curso de ninguna roca —dijo Geran.

—Estamos recibiendo emisiones antiguas —dijo Hilfy—. Kefk todavía no se ha dado cuenta de nada, al menos en esta línea temporal. Voy a darte la secuencia de todas las emisiones, Geran. Intenta poner un trazador en ellas y actualízalas.

—Hay demasiada dispersión —dijo Geran—. Chur, encárgate del puesto de observación uno.

Bajaban de nuevo por la línea temporal compitiendo con la oleada que habían generado al entrar y que se dirigía hacia la estación de Kefk. Estaban esperando que volviera el mensaje, aunque esta vez habían logrado reducir mucho la velocidad. Los kif hablaban a sus espaldas en otro marco de referencias temporales, con el incesante parloteo de la estación. Esa serie de crujidos y chasquidos ocupaba por completo el comunicador.

Más kif aparecieron a su espalda. Y el tc’a se deslizaba junto a ellas.

—Ahora se observa ya alguna reacción —dijo Hilfy—. Eso es una estación de vigilancia emitiendo, creo. Están lanzando un desafío. Eso es menos doce luz.

Dos estaciones de vigilancia, una en el nadir de Kefk 1, para detener a quienes intentaran la huida; la otra en el cenit de Kefk 1, no muy lejos. La tercera sobre la elíptica de Kefk 2. Y la propia estación de Kefk estaba armada, tal y como había admitido Sikkukkut, lo cual violaba las leyes del Pacto.

—La Harukk acaba de responder —dijo Hilfy—. Le ha ordenado al sistema de Kefk que se rinda. Siguen emitiendo el desafío, pero… no puedo distinguir si han lanzado algo o no. Traductor, Khym; ayúdame, por los dioses…

—¿Te refieres a eso?

—Deja los controles Geran…

—Lo siento —dijo Khym—. Lo siento…

—Lo tengo —dijo Geran—. Afirmativo en cuanto al lanzamiento. Dos interceptores se están alejando de Kefk 1 para hacer contacto con Jik en su rumbo.

—Vector de intercepción para Jik —dijo Hilfy.

—Kif a nuestra espalda informan de que acaban de recibir la señal de los sistemas defensivos entrando en acción —dijo Khym.

Pyanfar se mordió los bigotes y observó la incesante rotación de imágenes que Haral hacía desfilar por sus pantallas.

—Sin cambios —dijo Hilfy.

—El tc’a no ha cambiado de rumbo —dijo Chur—. Sigue junto a nosotras.

—Esperemos que no haga ningún movimiento raro —dijo Haral.

—Sin cambios. —La voz de Hilfy era un zumbido monocorde—. Esperad, ahora estamos empezando a recibir algunos auténticos comentarios de la estación. Se encuentran realmente preocupados, hablan tanto en dialecto como en kif estándar. Nuestro ángulo no nos permite recibir la transmisión de las estaciones de vigilancia a la central ni al grupo de Jik.

—¿Qué está haciendo? —Era la primera pregunta de Khym que se apartaba de sus funciones actuales y fue hecha en una voz tranquila y mesurada—. Por todos los dioses, ¿qué pretende hacer?

—Calma. —La voz de Haral—. Aún no hemos perdido el pellejo.

—Kif —dijo Tully secamente.

—Tully tiene razón —dijo Chur desde la pantalla—. Otra nave de nuestro grupo acaba de emerger.

—Ya —dijo Geran—. Por todos los dioses, puede que aún lo consigamos.

—Tienen a un hakkikt, cinco naves de caza kif, la Aja Jin y una enviada del han diciéndoles que llevan en su cola un tc’a con rumbo al interior del sistema —musitó Tirun—. Y no saben qué más puede haber ni cuántas naves más pueden surgir. ¿Pensabas que eso no bastaría para ponerles algo nerviosos? Si yo fuera un kif con el morro pegado a la estación o estuviera sentado ante un escritorio de la central, ahora mismo me sentiría preocupado. Se rendirán. Sikkukkut no está tan loco como parecía.

—Ya —gruñó Pyanfar. Su tripulación hablaba de ese modo para darse confianza mutua. Su estómago ofrecía nueva resistencia y Pyanfar se concentró en el combate. El ordenador hizo una pregunta y les ofreció una gama de opciones. Pyanfar mantuvo los ojos clavados en la pantalla, leyó cuál era la sugerencia del ordenador, examinó otros dos monitores y tecleó la confirmación.

Volvió a tragar saliva con desesperación. Le temblaba la mano, el terror la oprimía y le hacía sentir escalofríos que nacían en un momento del pasado. El tc’a podía haber chocado con ellas. Dioses. ¿Qué distancia habría hecho falta pare ello? ¿Qué distancia antes de que fuera posible apartarse, antes de que hubieran creado una bola de fuego formada por hani, tc’a y kif juntos?

—¿Ellos amigos? —preguntó Tully, pero nadie tuvo tiempo de responderle.

—Los tc’a del sistema están preocupados —dijo Hilfy—. Estamos empezando a recibir emisiones de nuestro tc’a. Se identifica y nos identifica también a nosotras. Van dieciséis minutos por detrás en la línea temporal.

La imagen de las cámaras apareció en sus pantallas: Haral había logrado captarlas y, a esta distancia, un brillante sol anaranjado borraba las estrellas. Tenía una enana roja por compañera, Kefk 2, invisible o no localizable en esta posición. Todo lo demás seguía demasiado lejos. Según los mapas de Sikkukkut, ya anticuados, alrededor de Kefk orbitaban residuos sólidos de gran tamaño.

Y, en total, cuatro estaciones con un montón de kif nerviosos y preocupados.

—Transmisión —dijo Hilfy—. ¡Son ellos! —Gritó olvidándose de todos los protocolos—. ¡Es Jik!

Mantener curso. —El mensaje llegó a Pyanfar mediante los controles de Haral—. Tú mantener curso. Nosotros ir delante dentro. No tener problemas aún

—¿Saben que las naves de vigilancia van detrás de ellos? —se preguntó Khym.

—Es imposible de predecir —respondió Haral—. Deberían saberlo. Eso son… diez minutos luz. Seguimos recibiendo emisión… sólo parloteo sin importancia. El grupo de Jik no está preocupado y se encuentran más adelantados en la línea temporal que nosotras.

—No parece que las cosas vayan mal —dijo Geran.

Pyanfar dejó escapar un largo suspiro. Un escalofrío trepó por su espalda. Haber conseguido tanta precisión, haberlo conseguido, por los dioses, aparecer a ciegas de ese modo y recoger la señal justo en el punto fijado, con todos los kif detrás.

Navegar de ese modo era un truco propio de una nave de caza, no de una honesta comerciante. Pero lo habían hecho. Lo habían hecho.

Y, de momento, seguían con vida.

—¡Haral, tenemos faro! —exclamó Hilfy.

La imagen brotó en el monitor. Se había elaborado gracias al trabajo de todos los sistemas: mostraba el racimo de naves de Sikkukkut que se dirigían hacia el interior del sistema, rumbo a la estación principal; mostraba otro grupo de naves en dirección al interior, allí donde tendrían que haber estado los kif, el tc’a y la Orgullo. Y las naves interceptoras.

Tres estaciones de vigilancia, un cinturón lleno de mineros; una nave que sale del sistema; el diagrama de la estación principal con la imagen de cuarenta y seis naves en los diques, orígenes sin determinar. Igual que la lectura que Jik había conseguido al entrar, antes de que el faro se desconectara.

Ocultando o revelando su propia presencia. Y la de las naves interceptoras.

—¿Debemos creernos eso? —preguntó Tirun.

—Kefk al habla —dijo Hilfy—. Creo que es una estación de vigilancia. Nos… nos está dando la bienvenida.

—Dioses —dijo Haral—. Ahora que empieza a funcionar realmente es cuando menos me gusta esta situación.

Pyanfar se mordió los bigotes.

—A mí tampoco. Mensaje. Mándale a Jik lo que nos ha transmitido y añade nuestros datos.

—Bien.

—Los kif están hablando —dijo Khym. Haral pasó la transmisión—. Detrás de nosotros.

—…kkthos fikkhti ktbtokkuri ktokkt Harukkur shokkuin.

—Están preguntando a la Harukk —tradujo Pyanfar—. Parecen tan confundidos como nosotras.

—Al menos eso es una buena noticia —murmuró Haral.

—Nuestro tc’a también está transmitiendo —dijo Hilfy—. Lo mismo que antes. «Vengo con hani y kif».

—Ésa es la razón de nuestra bienvenida —dijo Geran—. Ese tc’a lunático… No pueden disparar.

—Todavía no —dijo Pyanfar, mordisqueándose de nuevo las puntas de los bigotes. Tendió la mano hacia otro paquete de concentrados y se lo bebió con esfuerzo, de varios tragos. Luego apoyó la cabeza en el asiento para pensar en la actual situación mientras que la Orgullo se lanzaba con los restos de su velocidad lumínica hacia una fortaleza kif que deseaba dejarla pasar, desfilando en ese camino ante una estación de vigilancia indudablemente armada.

Traedlos a los muelles, imaginaba ella que se había dicho en la sala de reuniones situada en ese frágil pedazo de metal que tenían delante. Leí superamos en número. Si es posible, atrácalos para que salgan de sus naves. De lo contrario, mandad veneno por sus tubos de ventilación. Que el tc’a atraque pacíficamente en el sector de metano y luego destruid a los intrusos del sector de oxígeno.

—Nosotras también hemos traído a nuestro kif particular, ¿no? —dijo Pyanfar—. Tirun, Khym: tenemos aún algo de tiempo inercial. Quiero que vayáis abajo, que cojáis un poco de cable elástico y que subáis hasta aquí a nuestro huésped del lavabo. Su nombre es Skkukuk. Sed corteses. Decidle que yo os he mandado en su busca.

—Bien —dijo Tirun.

Un instante después, Khym respondió:

—Bien.

Kif en el puente de la Orgullo. Si hubieran estado al otro lado de Mkks, habría preferido morir antes que permitir algo así.