Ocho horas y media no eran suficientes. El despertador sonó como una combinación de muerte, ataques y destrucción universal. Pyanfar trepó por encima de Khym para apagarlo; pero una vez hecho esto no le quedó otro remedio que recordar quién era y lo que la estaba esperando, arrastrarse fuera de la cama, sacar de ella a empellones a su medio inconsciente esposo y enfrentarse a todo.
Se puso un sencillo par de pantalones azules, los normales en una navegante espacial, porque estaban a punto de salir. Lo más probable era que al otro lado de ese salto no tuvieran tiempo para asearse ni vestirse cuidadosamente. Reservó su mejor par de pantalones de seda para usarlos en los muelles de kefk, cuando hubiera terminado todo y pudiera limpiarse.
Resultaba más sano pensar en esos términos, en el futuro tendría necesidad de unos brillantes pantalones de seda roja y todo el resto de adornos.
Pero se colocó el pendiente con el rubí junto a los demás aros, el rubí que ardía ferozmente entre la melena rojo dorada que enmarcaba su velluda oreja cubierta de anillos. Serviría de advertencia para aquel que deseara discutir con una hani de atuendo tan sencillo, indicándoles que era una capitana. En un día como éste necesitaba apoyar ese convencimiento por todos los medios.
—Dale de comer a ese maldito kif —le ordenó a Tirun cuando la encontró en el puente.
—¿Qué, le doy de comer? —preguntó Tirun e, inmediatamente, Pyanfar sintió cómo se le revolvía el estómago.
—No lo sé: descongela algo. Arrójale un bistec por la puerta. No te acerques a él. Y no lleves armas encima.
—Dioses, no es más que un kif. Puedo…
—No te acerques a él. ¿Cuántos problemas más necesitamos tener en esta nave?
—Bien —dijo Tirun, tragándose sus deseos de seguir discutiendo.
Todas se habían levantado y estaban ya trabajando. Chur abandonó el antiguo camarote de Khym para encargarse de las comprobaciones en el puente; Haral, Hilfy y Geran subieron del nivel inferior. También Tully se presentó, pese a sus morados y dolores, para meterse en la cocina con Khym (¡dioses!) y con Hilfy, para preparar el desayuno. En el puente ya se había reanudado el flujo de comunicaciones y la Orgullo empezó la absorción de los datos que la Aja Jin y la Vigilancia habían estado elaborando durante su descanso. Haral, Geran y Chur se encargaban de ello, en tanto que Tirun partía para dar de comer al kif.
—Tenemos una petición de la Aja Jin —informó Chur—. Quieren hablar contigo cuando puedas.
—Estupendo —dijo Pyanfar, poniendo cara de mártir—. Estupendo. Me encargaré de ello.
—Todas las comprobaciones van perfectamente. ¿Aceptamos el curso que nos ha enviado la Aja Jin tal cual?
—Aceptaremos lo que nos manden, sea lo que sea. No pienso discutir con su ordenador. —Se inclinó sobre el asiento de Chur y echó un vistazo a las emisiones de la estación. Otra vez lenguaje mahen. Mkks empezaba a dar de nuevo impresión de normalidad en sus operaciones.
Pyanfar pensó que todos los kif de Mkks estarían yendo hacia las naves de Sikkukkut, si es que apreciaban su vida. Pensó en quienes no estaban metidos en este embrollo, los que no eran kif, y deseó que hubieran evacuado toda la estación. Pero eso era imposible. Los mahendo’sat y los stsho debían quedarse y confiar en las escasas convenciones de neutralidad y falta de compromiso que incluso los kif observaban dentro del Pacto. Los tc’a y los chi estaban a salvo. Indiscutiblemente. Y protegían a los demás, a los residentes que respiraban oxígeno, mediante la inmunidad que les otorgaba su locura.
—¿Qué tal va nuestra cuenta?
—Una hora tres minutos para dejar el muelle —contestó Haral.
—Bondad divina, así que siguen con esa idea, ¿eh?
—Ese mahe es un bastardo muy tozudo.
—¿Podremos con ella?
—Estamos logrando ganar tiempo.
Pyanfar activó su tablero, realizó una comprobación de sistemas y examinó los mensajes más recientes que habían llegado por el comunicador.
—De la Aja Jin: No problemas tener, tú salir en coordenadas número uno primera clase…
Otro optimista, pensó.
—Llama a Jik.
—Bien —dijo Geran y, un momento después—: No responde.
—¿Cómo que no responde? Estamos en la cuenta. Recuérdale quién llama, ¿eh?
Otro retraso.
—Capitana, su primer oficial está en la línea si quieres hablar con ella.
Pyanfar tecleó en su tablero.
—Aquí Pyanfar Chanur. ¿Tenemos algún problema?
—Aquí Soje Kesurinan. No tener problemas. Arreglos buenos.
Un escalofrío de inquietud recorrió su espina dorsal. En el tono de la hembra mahen había implícito un «no hagas preguntas».
(Entonces, por todos los dioses, ¿qué ocurre?).
—¿Quieres que venga ahí?
—No necesitar. Todo estupendo, honorable capitana.
—Orgullo corto y cierro. —Pyanfar tecleó la desconexión. Dioses, lo más probable era que todos los kif de Mkks tuvieran acceso a esa transmisión por el comunicador. Se dio cuenta de que Haral la estaba mirando con expresión preocupada.
—No está ahí —dijo Pyanfar.
Haral frunció el ceño.
—Apuesto a que no está en la nave —dijo Pyanfar—. Geran, ponme con Rhif Ehrran.
—Bien. —Geran hizo la llamada—. En línea, capitana.
Tan rápido… Así que él no está a bordo y Rhif está en los tableros.
—Ker Rhif, es sólo para hacerte saber que ya volvemos a estar en acción.
—Tenemos vuestra cuenta horaria. Suponemos que es exacta.
—Lo es. ¿Tenemos ya alguna secuencia?
—Chanur, ¿podríamos tratar de todo esto a otro nivel de comunicaciones? ¿O se trata de una llamada social?
—Oh, sólo me estaba haciendo algunas preguntas a mí misma, Ehrran. —Cortó la conexión sin ningún tipo de protocolo y se volvió hacia Haral—. O está con los kif o anda perdido por algún lugar de los muelles.
—Un pésimo momento para dar un paseo.
—Supongo que sabrá lo que hace. —Volvió a los mensajes. Un consorcio de Mkks presentaba sus protestas. Un profeta mahen farfullaba algo sobre visiones y el ajuste de cuentas final. Alguien que proclamaba poseer poderes psíquicos veía humanos que bajaban a millares sobre Mkks y que traían con ellos una invención que convertiría la antimateria en algo anticuado…—. Bondad divina, Geran, ¿ya has filtrado todo esto?
—Lo siento, capitana. Ésos son los más normales, los tenemos mucho peores. Pensé que le gustaría saber qué tal está la temperatura local, ¿no?
—Tienen miedo. No puedo culparles por eso. —Intentó no pensar en ello—. ¿Dónde está la queja de la Vigilancia sobre nuestro visitante kif?
—No han llegado a enviárnosla.
—Ah. —Eso le causó una vaga inquietud. Se mordisqueó una garra y vio desfilar las lecturas en la pantalla. Khym llegó con gfé para todas las que estaban en el puente, algo que rompía las reglas. Pero era ella misma quien las había dictado y quien las rompió gustosa lanzando un suspiro de agradecimiento.
—Supongo que deben esperar que una gran parte de estos datos los vayamos dirigiendo en el cruce del sistema —dijo Geran.
—Más les vale. —Sorbió el gfé y alzó nuevamente la mirada cuando Hilfy llegó con el desayuno, una bandeja de bocadillos—. Gracias, chiquilla.
Hilfy la miró de una forma extraña, con las orejas algo gachas, como si la hubiera sorprendido que la llamara con ese nombre. Quizás era así. Pyanfar se dio cuenta de ello cuando Hilfy se dio la vuelta y sirvió a las demás, incluidos Khym y Tully. Este turno Tully se movía con mucho cuidado, torciendo el gesto bastantes veces. Aparte de sus pantalones de costumbre, llevaba una camisa blanca de confección stsho, como la última que había tenido. Cubría sus heridas. Su melena y su barba estaban limpias y peinadas. Sus ojos, siempre de color claro y tan rápidos de movimiento que resultaban algo inquietantes, se agitaban como flechas de un lado a otro, en una especie de contrapunto desesperado a las reposadas pupilas de Hilfy. Tully sonreía. Parecía contento, pero en esa alegría había un matiz desesperado.
¿Les tenía miedo?, se preguntó Pyanfar con cierta incomodidad. Sorprendió a Tully mirando la espalda de Hilfy, un instante en el cual la sonrisa murió y algo más apareció en su lugar, hasta que Hilfy irguió las orejas en una apariencia de buen humor.
… es por ella, pensó; mostraba toda esa falsa animación por Hilfy, y lo que eso representaba hizo que todos sus nervios se estremecieran. Se movía igual que una hembra dando vueltas alrededor de un macho a punto de perder el control. No le inquietes, ten paciencia, controla tu temperamento. Era posible que Hilfy se hubiera dado cuenta de ello, pero también era posible que no.
¿Instinto humano?
¿O quizás estaban unidos entre sí, cada uno intentando no perder la cordura a causa del otro… e Hilfy se encontraba peor de lo que había sospechado?
—¿Capitana?
Pyanfar parpadeó y tragó de un mordisco buena parte de su bocadillo, volviéndose hacia el tablero.
—Gracias. —Aparecían nuevos datos. Pyanfar tragó la otra mitad del bocadillo en dos rápidos mordiscos y apretó una tecla. Los sistemas de navegación empezaron a transmitir sus datos.
—Tres cuartos de hora —dijo Haral.
—No recibimos ninguna comprobación de nuestros amigos de ahí fuera.
—Yo… —dijo Geran. Se interrumpió y añadió—: Tenemos una llamada de la Aja Jin.
—Ya era hora, por los dioses. ¿Qué dice?
Algo se movió junto a ella. Hilfy se deslizó en su puesto y empezó con las comprobaciones. Tully se colocó junto a Chur.
—Ése es el puesto de Khym —dijo Chur en voz baja—. Ponte al otro lado de Tirun.
—Capitana, Jik viene hacia aquí. Eso dice su puente.
—Ya. —Los ojos de Pyanfar se centraron en el cronómetro que había en una esquina de su monitor principal. Pequeños escalofríos de inquietud recorrían su columna vertebral. Tomó un sorbo de gfé—. Nos estamos acercando a la última media hora de la cuenta atrás y Jik se dedica a hacer visitas de buena vecindad. ¿Siguen esas tripulantes de Ehrran vigilando nuestra compuerta?
—Recibimos una llamada de la Vigilancia hace unos minutos —dijo Haral—. Dicen que las harán volver en cuanto lleguemos al límite de la media hora. Les di las gracias y les dije que a partir de entonces ya cuidaríamos de nosotras mismas.
—De todos modos, esas centinelas son una condenada estupidez en estos momentos. Lo que están haciendo aquí es actuar como los oídos de Ehrran, que los dioses se la lleven, bien pegados a los asuntos de Chanur. Una compuerta cerrada y tiene que mantener guardias en ella… —Pyanfar apretó los labios y entonces se le ocurrió una idea—. Esa bastarda de pantalones negros sabe que hay algo interesante en nuestro pasillo inferior. No le importa en lo más mínimo lo que pueda entrar o salir por nuestra escotilla.
—¿Eso piensas? —Haral desvió la cabeza levemente en su dirección.
—Cuando Ehrran subió a bordo por primera vez, Khym estaba de guardia ahí abajo. Ese kif, Skkukuk, subió a nuestra nave y no ha salido de ella, ¿acaso crees que nadie se ha dado cuenta de eso en el muelle? ¿Y acaso crees también que esa Rhif Ehrran no ha estado hablando con todo el personal de la estación al que ha tenido acceso? Y aunque no se haya enterado de todo eso, me oyó preguntarle a Sikkukkut qué debía hacer con el bastardo kif: lo sabe, por todos los dioses… Sabe que Sikkukkut vino aquí para hablar. Y está esperando que yo ceda y le mande alguna explicación sobre lo que estamos haciendo con el kif.
—Su archivo de quejas debe ocupar ya bancos enteros de datos.
—¿Verdad que sí? Juro que le voy a entregar ese kif… —Tragó los restos de su gfé y miró a su alrededor, buscando alguien que estuviera libre para llevárselo a la cocina. Tully estaba sentado junto a Tirun. Khym andaba en la cocina, podía oír el ruido de los pestillos al abrirse y cerrarse.
Y Tully volvió hacia ella sus grandes ojos azules, siempre con ese pequeño destello de pánico ardiendo en ellos.
—¿Problemas? —le preguntó a Chur.
—Explícaselo. —Pyanfar tiró la taza vacía en la cubeta del depósito—. Hablaré con Jik en cuanto llegue.
—¿Quieres compañía? —le preguntó Haral.
—Quédate aquí vigilando la situación. ¿Quién va a encargarse de la maniobra de despegue?
—La central dice que ya tienen en movimiento a las cuadrillas del dique. Mahendo’sat.
—Estupendo —Pyanfar se dirigió hacia la puerta—. Estupendo… Dale a Tully drogas para el salto. Tully, ¿lo has oído?
—Tengo. —Tully se palmeó el bolsillo—. Pero kif…
—Alabados sean los dioses. Tiene cerebro.
—Yo trabajar salto.
—¿Así que piensas trabajar, eh? Trabajarás tumbado de espaldas. Ahora mismo te irás a la cama, ¿entendido? Y, Chur, en cuanto nos soltemos del muelle, tú también te irás al camarote.
—Capitana… —Chur hizo girar su asiento y abrió la boca, a punto de protestar.
—Ya me has oído. Todavía no estás del todo bien. No tenemos tiempo para cuidar de ti. No me causes problemas.
—Capitana, por favor. Me encontraré bien, de veras. Va a ser bastante difícil. Quiero estar aquí.
—Ya —dijo Pyanfar. Lo pensó durante unos instantes demasiado largos y acabó meneando la cabeza—. Está bien, maldita sea, ocupa tu puesto.
—Yo… —dijo Tully—. Yo trabajar.
Le dirigió otra de sus miradas a las que no era posible responder, todo ojos azules. Su boca siempre temblaba de ese modo cuando estaba cerca del límite.
Entonces Pyanfar recordó que el día anterior al quitarse los pantalones, había guardado algo en su bolsillo. Había tenido la intención de entregárselo. Ahora le pareció que hacerlo sería como decirle no a Chur, aunque quizá sólo fuera pura superstición. Cogió el objeto con el pulgar y la garra del índice, tomó la mano de Tully y lo dejó en ella. Era un pequeño anillo dorado fabricado para los dedos de un humano, no para las orejas hani.
Tully cerró el puño sobre el pequeño fragmento de oro que había pertenecido a una de sus amistades perdidas. Para él tenía un significado muy profundo.
—¿Dónde encontrar?
—Esta vez limítate a conservarlo en tu mano.
Tully se lo puso en el dedo y alzó nuevamente la mirada con una expresión febril en sus ojos. Luego le apretó la mano a Pyanfar con tal fuerza que ésta sintió un agudo dolor en las garras y las articulaciones: flexionó sus garras en un reflejo de protección, midiendo su fuerza con la de él, y Tully la soltó.
—Quédate en tu asiento, ¿eh? —Quédate ahí, no te muevas, haz que Hilfy no pare… dioses, haz que no pare de pensar. Haz que se avergüence, oblígala a ello. No dejes que se porte como una estúpida, Tully.
—Yo trabajar, capitana.
—Capitana. Ya. —Alguien le había enseñado a decir eso. Logró pronunciarlo en hani, aunque con ello confundió al aparato traductor, que emitió un confuso parloteo por el comunicador que llevaba en el cinturón—. Así que ahora sabes aceptar órdenes, ¿eh? Ya. Tully, quédate en tu puesto y trabaja.
Pyanfar salió del puente.
El ascensor se abrió y ella salió al pasillo principal de la cubierta inferior. Tirun se hallaba en él tal como Pyanfar había supuesto.
Pero que Tirun la esperara con la espalda apoyada en la pared y esa mirada de «hay problemas» en el rostro era algo que no tenía previsto.
Pyanfar frenó un poco el paso, olvidándose de una crisis al ver que otra se le echaba encima. Las orejas de Tirun se agacharon todavía más al doblarse sobre sí mismas.
—Capitana…
—Suéltalo.
—El kif no quiere comer nada congelado. Quiere hablar personalmente contigo.
Pyanfar dejó escapar un lento suspiro.
—Maravilloso. Dile que ya tendremos una larga y amistosa conversación en nuestro siguiente puerto.
—Le dije que estabas muy ocupada.
—¿Y qué dijo él?
—Dijo que eras una estúpida… capitana. —Con los ojos clavados en la nada, sin que sus orejas, apretadas contra el cráneo, se movieran ni un milímetro—. Yo le pregunté quién estaba prisionero en el lavabo de una nave ajena. Dijo que el humor hani no es nada sutil.
—¿Le has dejado la comida congelada?
—Se la dejé: está descongelada. Podría hacerla puré…
—Los kif tienen dientes. —Pyanfar se dispuso a marcharse.
—Capitana, podría… quizá podría sobornar a un obrero del muelle, bueno, conseguir viva una de esas pequeñas criaturas que…
Pyanfar se volvió hacia Tirun con una expresión de repugnancia en el rostro.
—Razona con él, convéncele.
—Ya lo he intentado.
—Pues inténtalo de nuevo. —Se dirigió hacia la escotilla con las manos metidas en los bolsillos y sintió la culata del arma en los dedos de su mano derecha. Dioses. Comer algo vivo. Que el alimento estuviera crudo era una cosa: que estuviera crudo y además protestara era otra.
Entró en el breve pasillo que llevaba a la compuerta y apretó el botón del panel con la garra del índice. La compuerta interior se abrió con inesperada rapidez. Pyanfar observó fijamente a las dos tripulantes del clan Ehrran que montaban guardia ahí, las cuales se habían vuelto hacia ella levantando sus armas para dejarlas caer de nuevo un segundo después.
—¿A quién pensáis dispararle desde aquí? ¿A alguna tripulante que intente huir?
—Capitana… —Conseguir que esa palabra sonara cortés estuvo a punto de costarle un ataque de tos a la tripulante de Ehrran. Cuando Pyanfar pasó entre ellas y se dirigió hacia el panel del comunicador para decirle a Haral que abriera la escotilla, el brazo de una Ehrran se interpuso en su camino—. Capitana, discúlpeme, pero sólo falta media hora…
Pyanfar se volvió hacia ella y la miró, con la nariz a unos escasos milímetros de la suya. Las orejas fueron las primeras en abatirse y luego las siguió el brazo. Unos segundos después, retrocedió un paso y apartó el cuerpo, aunque la tripulante de Ehrran estaba aún demasiado cerca de ella.
—Haral.
—Sí, capitana.
—Abre la compuerta.
La escotilla exterior se abrió rápidamente. Pyanfar oyó el sonido y sintió que el aire helado penetraba a través de ella. Sus ojos seguían clavados en la tripulante de Ehrran.
—Tú —le dijo—. ¿Quieres salir por el acceso y ver si el capitán Nomesteturjai anda por ahí?
—No puedo abandonar mi puesto de vigilancia.
—¿Qué? ¿Ni tan siquiera si conecto el ciclo de seguridad en la escotilla? Estás loca.
—No creo que sea un caso de…
—… es más o menos lo mismo. De hecho, es exactamente lo mismo.
—¿Cómo, capitana?
—El discutir conmigo, a eso me refiero. ¡Largo!
Las dos tripulantes se encogieron visiblemente y, después de eso, ya fue demasiado tarde. Pyanfar avanzó un par de pasos, y ocupó el terreno que ellas habían abandonado al retroceder, dejándolas acorraladas junto a la escotilla abierta. De pronto el asunto se convirtió en el dilema de ofrecer resistencia a una capitana en su propia nave o abandonar su puesto.
—¡Fuera!
Por un instante pensó que iban a quedarse allí, inmóviles, resistiéndose a obedecer su orden, quizá pensando en utilizar los rifles. Sus garras brotaron de sus dedos y su nariz se fruncía en una mueca. Pero una de las tripulantes de Ehrran tropezó con el borde de la escotilla y eso le hizo perder el equilibrio. Logró evitar la caída y siguió retrocediendo, su compañera la imitó y muy pronto las dos se batían en retirada por la fría claridad amarilla del tubo de acceso.
Pyanfar las siguió caminando a grandes zancadas, con una mano sobre la pistola que llevaba oculta en su bolsillo: una vez hubiera doblado esa esquina y llegado al final de la rampa, se encontraría en un muelle dominado por los kif. Oyó el retumbar de los pies lanzados a la carrera sobre las placas metálicas. Cuando hubo llegado a la curvatura del tubo, vio a una elevada figura mahen que se acercaba a las dos hani de pantalones negros, un mahe chillonamente ataviado con ropas de color verde con franjas rojas, cubierto de cadenas doradas, con muchos brazaletes y una pistola de monstruoso tamaño colgando de su cadera.
Al pie de la rampa había centinelas mahen. Jik siguió subiendo por el centro de la rampa y las dos hani se desviaron de su camino, desapareciendo luego a toda velocidad.
Jik las miró un instante por encima del hombro y luego siguió caminando con un leve encogimiento de espaldas.
—¿Qué tener ellas? —preguntó, señalando hacia atrás.
—De momento tienen aún las dos orejas —escupió Pyanfar. Estaba temblando… dioses, había estado metida en peleas de bar y de muelle, se había enfrentado a su hijo y nunca había perdido la calma de esa forma. Lo que rodeaba a Jik se negaba a precisarse claramente en su campo visual: no lograba desprenderse de la visión de cazadora. Tenía las orejas rígidamente pegadas al cráneo y le temblaban los músculos. Jik se detuvo, sin decir palabra, tieso como una estatua.
Pyanfar tragó aire y luego escupió sobre el suelo metálico.
—¿Quieres algo?
—¿Tener tiempo? —Dijo con voz mesurada y guardando una distancia segura entre ellos dos.
Un tercer escupitajo.
—Tengo tiempo. —La periferia de su campo visual empezó a despejarse. Agitó una mano hacia la compuerta, y se puso en movimiento. Cuando rebasaron la esquina vio a Tirun inmóvil, con las orejas gachas y una pistola en la mano.
—Haral dijo que había problemas —explicó Tirun.
—Ya se han terminado. Vete, Haral necesita ayuda ahí arriba. Tenemos guardias mahen en el exterior.
—Bien. —Tirun se fue corriendo.
—Vamos. —Pyanfar cruzó la escotilla y condujo a Jik por el pasillo interior. Después tecleó en el panel de comunicaciones—. Haral: todo está despejado. Pon los sellos de las dos compuertas.
—Bien… —Desde el puente, sin ningún comentario al respecto.
SSSShhhh-t. La puerta se cerró y el sello quedó puesto con un chasquido electrónico.
Pyanfar miró a Jik. Aún le temblaba levemente el labio. Agitó sus orejas que produjeron un tintineo de anillos.
—Jik, te digo que el han está cambiado. Ha cambiado. Las hani iban antes donde les venía en gana y hacían lo que deseaban sin que ningún condenado gobierno anduviera siempre husmeando a su alrededor, anotando todos sus actos y movimientos…
—¿Piensas que tú cometer error, eh?
—Creo que acabo de cometer un error condenadamente grande. ¿Error? ¿Desde cuándo es un error echar a patadas a dos piojosas e insolentes espías de mi cubierta? ¿Cuándo ha tenido lugar ese cambio, Jik?
—Quizá… —Jik carraspeó levemente—. Quizás hacer tú, Pyanfar. Tú traer montones desconocidos Anuurn. Anuurn hani… no acostumbradas a lo de fuera. Asustar. Montones miedo, Pyanfar. Tener renegada hani, Tahar, que trabajar para kif. ¿Tú saber qué pienso yo? Pienso que esta Ehrran tiene montones sospechas Chanur tiene demasiado poder…
—¿Demasiado? Tenemos deudas, amigo… tenemos tantas deudas que nos llegan hasta la nariz, y mi hermano no se está haciendo joven precisamente… llegará un momento en que alguien le vencerá, y sólo los dioses pueden saber si, al menos, será un Chanur quien le venza. Mis sobrinos son todos unos malditos idiotas. —Estaba hablando demasiado, ya había dicho demasiadas cosas. Se encogió de hombros y miró hacia el otro extremo del corredor.
—Chanur tiene espacio —dijo Jik—. Quizá Chanur traer cosa que esas hani de planeta no querer, ¿eh?
Pyanfar ladeó una oreja hacia él y luego le miró con atención, para examinar a este capitán de una nave de caza que ocupaba una posición muy, muy elevada en los consejos políticos mahen. Los mahendo’sat habían llevado a la especie hani al cosmos. Les habían dado naves. De hecho, y aunque las hani jamás lo admitirían, habían creado el mismo concepto del han. Y Jik entendía todo eso. A decir verdad, lo entendía extremadamente bien.
—Hace mucho tiempo que has metido tus manos en todos los nidos del Pacto, mahe… —Pyanfar, sin darse cuenta empezó a usar la jerga de su mundo. Contemplaba los marrones ojos del mahe que estaban rodeados de pequeñas arrugas, era la mirada de alguien que sabe demasiado—. ¿Conoces a esa Rhif Ehrran?
Había esperado un encogimiento de hombros por parte de Jik, una negativa, alguna respuesta para escurrir el bulto. En vez de eso:
—Quizás enemigos Chanur organizar, ¿eh? Quizá tú deber vigilar espalda, amiga. Yo cometer gran error en Kshshti metiendo Ehrran esta cosa. Gran error.
—Te creo —dijo ella—. Ahora te creo. ¿Qué deseabas, eh?
—Querer decir misma cosa. Querer asegurar yo que tú no estar en mala posición con Vigilancia en Kefk. Me gustas una sola pieza tú, hani.
—Ven aquí.
—¿Eh?
Le cogió por el brazo y le llevó a lo largo del pasillo; dobló la esquina y luego se dirigió hacia donde se encontraba el lavabo del nivel inferior. Apretó el botón y la puerta se abrió rápidamente.
El kif estaba sentado sobre unas cuantas mantas dobladas en el suelo, al otro extremo de la habitación. Su túnica oscura envolvía apretadamente su cuerpo. Se había bajado la capucha. Al entrar en el lavabo su cabeza se alzó en un fluido movimiento muscular y les hizo una reverencia; mostró sus manos vacías y después alzó nuevamente la mirada hacia ellos.
La cortesía de una raza de asesinos.
—¿Eres ker Pyanfar?
—Lo soy. Ése es el capitán de la Aja Jin.
—Sssstk. —Una profunda inclinación de cabeza—. Me siento impresionado, Nomesteturjai.
—Kif —dijo Jik.
—Su nombre es Skkukuk. Dice que es mío. Un regalo de Sikkukkut.
—Ah. ¿A noikkhe?
—Skku nik kktitik kuikkht kehtk tok nif fik pukkukk.
—¿Por qué? —Pyanfar lograba entender algunas palabras de su conversación.
—Subordinado, arma, por orgullo, venganza…
—Níkokkth shokku hakhot nkki to skohut.
—Ah —dijo Jik.
—¿Y bien? —preguntó Pyanfar.
—Tener kif —dijo Jik, encogiéndose de hombros.
—Me muero de hambre —dijo el kif.
Pyanfar cerró la puerta, con las orejas gachas y miró hacia Jik.
—¿Qué hago con esa cosa, eh? ¿La tiro por la escotilla?
—Matarán él seguro.
—Bueno, por todos los dioses. ¿Acaso dirijo una casa de caridad para kif o qué?
Otro encogimiento de hombros.
—Sikkukkut darte tripulante. No número uno importancia. Quizás él cometer error…
—¿Puede tratarse de un tripulante sobre cuya lealtad existan dudas? ¿Podría ser uno de esa nave que no estaba en condiciones de venir?
Los ojos de Jik llamearon durante un segundo.
—Quizá sí. Todos modos, pertenece ti. Tener trato, ¿eh?
—Maldita sea. ¿Te lo llevarías contigo?
Jik se frotó la nariz.
—Yo decir ti verdad. Eso darte sfik. Yo amigo, decir no hacer.
—¿Quieres decir que eso de ahí dentro tiene relación con lo que piensen de mí los malditos kif? ¿Con Sikkukkut?
—Mejor tú matar ese kif. Mandar trozos a Sikkukkut.
—Ya.
—No hacer, ¿eh? Quizá tú dejar él desnudo en muelle.
—Para que le maten.
—Puede que él mismo matar algunos.
—He comerciado en todos los puertos que hay desde Jininsai hasta Punto de Encuentro, y jamás había oído nada semejante. ¿Acaso tú lo entiendes? ¿Que pretende Sikkukkut?
—Yo largo tiempo pelear kif. Largo tiempo, Pyanfar. Kif en Punto de Encuentro, ellos kif tranquilos. Esto ser frontera. Zona dis-pu-ta-da. Este espacio nadie tener. Donde nosotros ir ahora, eso ser auténtico espacio kif. Tú no ver antes eso. No ver antes nada semejante. Ninguna hani ver… salvo quizá Tahar. Y ella mucho loca.
—¿Has visto a Tahar?
—Hablar con ella una, dos veces. Ella extraña. Mucho extraña… —Se tocó la frente.
—Era extraña antes de que nos traicionara en Gaohn y nos diera la espalda; antes de que aceptara el dinero de los kif…
—Ley hani.
—Tienes razón, maldita sea; ley hani. A un montón de hani les gustaría conseguir un pedazo de esa nave.
—Quizás hacer.
—Quizá. Rhif Ehrran ya iba en dirección a Kefk cuando la encontramos en Kshshti. ¿Sabes por qué?
—Quizá tú saber.
—No lo sé. Y eso me preocupa, Jik.
—Preocupa mí también.
—¿Qué estaba haciendo una hani honrada camino de Kefk? ¿Qué puede saber una hani honrada sobre un sistema kif?
Jik agachó la cabeza y se frotó la nariz.
—Yo decir ti, hani, pocas naves yo saber tener quizás aparato para quitar chillido identificación. Seguro tú no conocer esa cosa. Quizá nave tener también aparato hacer falsa identificación a faro. Vigilancia nave de caza, ¿eh? Mucho buen aparato. Mucho aparato. Quizá también conocer Kefk bastante bien.
—¿Ha estado ahí?
—Stsho estado ahí. Ir, venir. Stsho saber mucha cosa, montones aparatos. Quizá vender in-for-mación.
—Eso no es difícil de creer. Pero ¿qué está haciendo aquí?
—Kefk ser puerto Tahar —dijo Jik—. Ella caza Tahar. También… quizá… quizá tener intereses stsho. Asuntos stsho. Tú pensar, hani: stsho no luchan. Stsho siempre alquilan centinelas. ¿Quién alquilar?
—Mahendo’… —La sospecha se fue abriendo paso en su mente. Alzó la mirada para encontrarse con los ojos marrón del mahendo, más oscuros y turbios que cualquier par de pupilas hani—. Santidad divina, piensan que somos bárbaras. No contratarían a una hani por nada pero…
—¿Quién más tener alquilar cuando dejar de relación buena con mahendo’sat? ¿Alquilar kif? Ellos no idiotas. No, quizá de pronto ellos tener idea que hani no malas vecinas… quizá de pronto querer hacer buena amistad con han. Quizá un día haber guardia hani en Punto de Encuentro, no mahendo’sat. Gran ventaja para hani. Para algunas hani. Montones dinero. Montones dinero stsho… y ellas mucho ricas. Yo digo ti verdad, amiga. Yo digo verdad. Ehrran quiere detener toda hani que poder hacer problema en este trato. Luna Creciente. Tú.
—Nos estás poniendo en el mismo…
—Ehrran pone.
—Dioses. —Pyanfar agitó una mano como si intentara crear una distancia entre ellos dos y miró a Jik fijamente.
—Yo digo ti, tú montones enemigos, hani.
Pyanfar se quedó inmóvil durante un largo instante. La boca de Jik se convirtió en una fina línea, los labios apretados hacia dentro, como si otras palabras pugnaran por salir de ella.
—¿Qué hacer tú? —acabó preguntándole.
—¿Qué haré? Tendría que salir huyendo de aquí y dejaros tanto a ti como a Ehrran para los kif.
—Tú no hacer.
—Ponme a prueba.
—No, tú no hacer. ¿Dónde ir? ¿Maing Tol? Han ya tener bastante sospecha. También… tú no stsho. Chanur no ir esconderse en combate, esperar cosas ir mejor, permitir amigo morir…
—¡Amigo!
—Salvé cuello tuyo.
—Por razones políticas, por…
—… misma buena razón, ¿eh?
—Que los dioses te pudran, Jik.
—Yo intento salvar ti ahora. Quiero ti en Kefk. Necesito ti. Necesito ti para seguir vivo, hani.
Pyanfar miró hacia el final del pasillo, a cualquier otro lugar que no fuera éste. Jik hablaba en un tono tan bajo que casi resultaba inaudible. Pyanfar sintió que sus orejas se pegaban al cráneo.
—Entonces, ¿qué hago con ese condenado kif que hay en mi lavabo, eh?
—Tú guardar. Yo quiero tú guardar. Él tuyo. No tiene ningún sitio donde ir, ¿eh? Tú tener mucho sfik, él luchar como diablo matar tu enemigo.
—¿Y si decide que no tengo tanto?
—Tú matar él rápido. Ofrecerte armas, ¿eh?
—Ya.
—Él decir verdad. Verdad kif. —Jik posó con mucha cautela su mano sobre el hombro de Pyanfar—. Tú tener él bien cerrado, ¿eh? Luego yo llevar. Yo tener razón.
—Estoy segura de que la tienes. —Frunció la nariz. Aguantó con paciencia el peso de la mano, que no era precisamente muy ligera. Se dio la vuelta y le miró a los ojos—. Entonces, ¿cuál es el juego en Kefk? ¿Qué quiere Sikkukkut? Me quería a mí, antes de que tú entraras en todo esto. Me hizo venir a Mkks. ¿Por qué quiere ahora meterme en este asunto de Kefk?
—Tú tener mucho maldito montón sfik.
—Estás loco. —Apartó su mano con una sacudida—. Y él también.
—Tú tener que pensar como kif.
—Estoy segura de que tú sabes hacerlo a la perfección.
—Tú amiga.
—Amiga, y un…
—Quizá kif jugar mismo juego que Ehrran. —Jik se encogió de hombros y colocó las manos en la parte trasera de su cinturón—. Él kif. Mente kif tener caminos torcidos. Uno, él odia Akkhtimakt, Dos, él quiere oponerse a Akkhtimakt. Tres, él no tener corazón. No tener modo entender que tú no loca todo tiempo como kif. Tú sumar todo eso, pensar como kif. Él darte consejero kif… él número uno listo: tú aceptar consejo kif, él esperar que tú saber qué hacer. Tú tener montón sfik con él. Además, tú tener humano domesticado.
—¿Qué relación tiene eso con el resto?
—Kif todo tiempo estar en desventaja cuando intentar adivinar qué hacer otras especies. Sikkukkut mucho curioso sobre hu-man-idad. Mismo modo que stsho no entender kif: stsho querer hacer trato con Akkhtimakt, querer hacer mismo trato con Sikkukkut, mismo con hani Ehrran, ¿eh? Alguien comer algún día su corazón. Quizá Sikkukkut. Mientras tanto, Sikkukkut quiere coger mí, ¿eh? Quiere también coger humano. Humanos ser gran problema pronto. Mismo tc’a. Stsho… ellos nada sin hacer alianza con hani, si no confiar más en mahendo’sat. Hani de Anuurn malditas tontas dejarse complicar en esta política.
—No son las únicas.
—Tú naciste complicada, Pyanfar. Tú hani espacial. Tú también demasiado lista.
—Entonces, ¿por qué estoy aquí?
—Tú tener algo apostado. Todos tener algo apostado aquí.
—¿Qué, que las hani se encarguen de todas las peleas y luego los mahendo’sat recojan todos los huevos? ¿Lo que me hicisteis tú y tu compañero en Gaohn? Igual que el dejarme sin acceso a Punto de Encuentro, igual que…
—Pyanfar, todos tener algo apostado. Esta Mkks ser medio mahen, ¿eh? Tengo que hacer paseo, hablar unas cuantas veces. Aprender cosas.
—¿Y qué has aprendido?
Un gran encogimiento de hombros.
—Cosas como knnn inquietos, preocuparse. Como que tc’a gran preocupación. Chi locos igual que siempre. Como que gran rumor en lado metano venir montones humanos. Montones humanos. Stsho condenadamente preocupados.
Visionarios mahen. Profecías en el comunicador.
—Dioses… —Estaba allí, no hacía falta más que leer los signos. Pyanfar se pasó los dedos por entre la melena—. Geran ya lo dijo.
—¿Qué decir?
—Que hay rumores por todo Mkks de que miles de humanos van a venir. ¿De dónde llegarán?
—Creo quizá Tt’a’va’o.
—Bondad divina. —Tc’a. Territorio tc’a, hasta Punto de Encuentro—. ¿Qué loco idiota ha preparado todo esto?
—Kif saber. Yo pienso que ellos saber, condenadamente seguro.
—Entonces, ¿para qué vamos a Kefk? Por todos los dioses, Jik…
—Gran juego, mucha apuesta. Ser número uno gran juego, hani.
—Juego… Por todos los dioses, las naves humanas han disparado a los knnn.
Jik se quedó boquiabierto. Un segundo después cerró la boca.
—Tully me lo dijo. Ahora, compañero, me debes un punto. ¡Dime la verdad, por todos los dioses!
—¿Qué saber tú sobre asunto knnn?
—Nada más. Absolutamente nada. Pero una nave knnn me estuvo siguiendo después de que Dientes-de-oro me entregara a Tully, y después me acompañó cuando salí de Punto de Encuentro con rumbo hacia Urtur. Logré perderla. No se adónde se fue, pero estaba siguiéndome. Podría haber estado en Urtur, incluso podría saber que me fui a Kshshti. ¿Comprendes? Tuvimos actividad tc’a ahí.
—Maldición —dijo Jik—. Maldición.
—Deja que te diga otra cosa. No confío en ese maestro de estación tc’a de Kshshti. No sé muy bien qué fue lo que oyó. No me gusta, ¿entiendes?
—¿Qué hacer tc’a?
—¿Hacer? Estaba muerto de miedo, eso es lo que hacía. Bastaba con que mencionaras a los knnn cerca de él para que empezara a parlotear como un lunático. Evitar, dijo. Habló de hani muriendo en Mkks. Habló… habló de tres bandos de kif a los que se debía vigilar, uno de ellos en su mundo natal.
—Oigo esto antes. No sorpresa. Mundo natal kif esperar ver quién vence, ¿eh? Ellos no estúpidos.
—No, no son estúpidos, sólo que por aquí hay un lunático mahen convencido de que voy a seguir el juego de los knnn y que voy a mantener tratos políticos con los condenados kif…
—Tú escuchar. —Jik la miró fijamente a los ojos y la roma uña de su índice le golpeó suavemente el pecho—. Yo digo ti verdad, digo verdad, hani y mahendo’sat largo tiempo amigos, ¿eh? Stsho amigos sólo para stsho, igual que kif. Tenemos Sikkukkut, tenemos ése encerrado en lavabo, ¿eh? Tenemos montón sfik, ese kif Sikkukkut sacar un poco también de nosotros; él ser número uno kif. Kif de confianza.
—No estoy muy segura de que lo sea.
—Yo digo esto ti: Sikkukkut tener mismo interés que nosotros tener. Él quiere mantener cosas mucho mismo como ahora. Quiere no problemas, no ruido, claro, él mucho peligroso. Pero tú respetas él, él tiene sfik, no necesita matar ti. Este Akkhtimakt, él se opone a Sikkukkut: él tener matar todos aquellos traten con él. Esa ser larga lista, ¿eh? Sikkukkut enemigos ser todos kif pero, Pyanfar, yo digo ti… mucha gente enemiga Akkhtimakt que no ser kif. Todo maldito Pacto. Humanidad. ¿Dónde detener él, eh? Y tenemos ya problemas knnn. ¿Cuánto problema necesitamos?
—Están todos locos.
—Tú hani, tú gusta demasiado ley. Kif, ellos tienen Personaje. In-te-li-gen-te, igual que mahendo’sat. Hace vida más simple. —Le tocó nuevamente el hombro—. ¿Tú ver por qué yo quiero ti viva? Tú no ponerte delante Vigilancia, ¿eh?
En el exterior se oyó un golpe metálico, un ruido que se producía al retirar las conexiones.
—Ese extraño sistema de identificación sobre el cual se supone no debo hacerte preguntas en cuanto a si lo tienes o no… ¿hay posibilidad de que pueda engañar al faro de Kefk?
Jik se frotó el puente de la nariz y miró con cierto nerviosismo a Pyanfar.
—Yo no decir tengo.
—¿Puede?
—Quizás yo correr… un poco por delante grupo principal. Quizá pasar faro. Yo necesito sólo una buena mirada.
—¡Quizá! ¿Piensas entrar ahí en solitario?
—Afirmativo, tener buen amigo kif, tener buena amiga, Vigilancia seguir luego de cerca.
—Claro, claro.
—Eh, tú no preocupar… tú condenadamente lista piloto, ¿eh?
—Claro. Nada de preocupaciones, nada de preocupaciones. ¡Maldita sea, Jik, se trata de un sistema binario y la única guía que tienes es un kif!
—Tú tener venir.
—Dioses, ¿quién te piensas que soy? Estás loco, ¿lo sabías? ¡Todo este asunto es una locura! Piensas llegar hasta ese puesto de vigilancia tú solo, en el cenit del sistema…
—Ana estar bien. Tú tener ojos soberbios.
—Tú…
—Eh, yo tener que ir —dijo Jik, alzando sus manos. Y después añadió frunciendo el ceño—. Afirmativo. —Metió la mano en uno de los pequeños bolsillos de su cinturón y sacó de él un pequeño paquete cuadrado—. Querer dar ti esto.
—¿Qué? —Las orejas de Pyanfar se abatieron bruscamente—. ¡Jik. por los dioses, basta ya de trucos! No más…
—Tú coger. —Tiró de su mano hacia él y le metió el paquete en la palma—. Si cosas ir mal, tú correr hacia Punto de Encuentro. Con esto, encontrar ayuda.
—¿Qué es?
—Grabación. Tengo misma microficha. No preocupar. —Una ancha sonrisa mahen—. Todo código.
—Jik…
—Yo confío. —El casco de la Orgullo se estremeció con un segundo choque. Los ventiladores se desconectaron y luego se pusieron nuevamente en marcha con un ruido distinto, más apresurado. Ahora sólo contaban con su energía propia—. Tengo prisa, Pyanfar. Ellos quitar pronto rampa. —Empezó a caminar hacia el final del pasillo. Mientras se alejaba de ella, miró un instante hacia atrás—. Tú ser lista, Pyanfar.
—Vete o perderás la rampa. —Se guardó las microfichas en el bolsillo y cogió el comunicador—. Haral. Deja salir a Jik de la nave. ¿Sigue fuera su gente?
—Siguen ahí. No les he perdido de vista, capitana. Todo va bien.
—Ya. Bien. —Cortó la comunicación y se fue en dirección opuesta a la que había tomado Jik, no sin antes echar un último vistazo, que le causó cierta aprensión, hacia la puerta del lavabo.
Más golpes en el casco. Las cuadrillas trabajaban rápidamente. Seguramente debían tener muchas ganas de que se largaran.
Pyanfar se dirigió hacia el ascensor. En su estómago se había formado una especie de nudo frío que le resultaba imposible digerir.
Dioses, dioses, y pensar que Jik nunca contaba toda la verdad. Ni tan siquiera respecto a lo que él pensaba hacer.