El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando de Habsburgo-Lorena, heredero del trono del Imperio austro-húngaro, visitaba Sarajevo acompañado de su esposa. La ciudad era la capital de Bosnia-Herzegovina, la última adquisición territorial del Estado que tendría que regir en el futuro. Fue el último día de sus vidas. En el transcurso de la visita ambos cayeron abatidos por las balas disparadas por un joven nacionalista favorable a la incorporación de Bosnia al vecino reino de Serbia. El hecho pilló por sorpresa a toda Europa y cuando se tuvo noticia de él, nadie dio por supuesto que su consecuencia necesaria fuese el inicio de una guerra. Incluso cuando esta estalló, las dimensiones y duración que llegaría a adquirir se escaparon por completo a los dirigentes políticos y militares del momento. Se esperaba que para Navidad hubiese acabado todo, cuando en realidad la primera Navidad en paz que se vivió desde entonces fue la de 1918. Se pensaba que sería una guerra que se desarrollaría en Europa, puesto que fue allí donde empezó y allí estaban las potencias que intervinieron en ella y, sin embargo, los escenarios del conflicto alcanzaron a todos los continentes del planeta. Se esperaba una guerra dentro de los esquemas clásicos del arte militar, y el armamento, las tácticas y la estrategia se vieron profundamente transformados por lo que se vivió entonces. Además tuvo resultados absolutamente inesperados para quienes llevaban el timón de las campañas: en cuatro años cayeron imperios, se puso en peligro el progreso económico que había costado décadas construir, se desataron conflictos sociales de tal magnitud dentro de los países contendientes que se hizo necesario replantear muchos aspectos de la política, la economía y la sociedad. Fueron cuatro años y medio de guerra que cambiaron la faz de Europa y el mundo hasta tal punto, que para las generaciones que vivieron las décadas centrales del siglo XX la palabra paz pasó a ser sinónimo de los años anteriores a 1914. Lo que vino después fue una era dominada por la inseguridad, el miedo y la violencia tanto en las diferentes esferas nacionales como en la internacional.
Si la civilización europea había logrado un desarrollo tan notable a principios del siglo XX y en 1914 nadie esperaba una guerra, ¿por qué estalló esta? ¿Cómo se planteó un conflicto entre potencias con un desarrollo social, económico y militar como no se había conocido hasta entonces? ¿Qué acontecimientos hicieron que ese planteamiento se viese alterado y el conflicto se prolongase tanto? ¿Qué factores determinaron el resultado final? Estas son preguntas de difícil respuesta que han generado discusiones entre los historiadores y el público general desde el mismo verano de 1914, produciendo controversias y debates que llegan hasta nuestros días. No podía ser de otra forma, ya que la Primera Guerra Mundial abrió heridas que tardarían muchas décadas en cerrar y sus consecuencias se dejan sentir hasta hoy.