TING, TANG! TING, TANG! TING, TANG!
La barra ya había adquirido forma de hoja. Pronto llegaría el momento de mezclarla con el lingote de hierro y carbono del que sacaría los filos.
Tarimán pensó en la pelea con Baldru. Había sido un combate muy rápido, pero su memoria almacenaba cada detalle como si hubiera sido la batalla decisiva de una larga guerra. Al fin y al cabo, había sido su bautismo de hierro, o de fuego, o de sangre, o como demonios quisieran llamarlo. En su primera pelea había vencido a un engendro creado por Tubilok para ejercer de policía y matón entre los propios dioses.
Tampoco te pongas tantas medallas, se dijo. Ónite le había ayudado. Y cuando tuvo que librar su segundo combate, no había sido tan valiente.
Pero eso ocurrió después de entrar en el Prates…