Presentación

Uno de los subgéneros más habituales en el seno de la ciencia ficción es la narración de ámbito interestelar, repleta de acción y aventuras, que posiblemente fue el esquema más utilizado en las narraciones de los años veinte y treinta. Sus características hicieron que en 1941 Wilson Tucker propusiera el término space opera (ópera espacial) para identificar esas narraciones de cariz aventurero que transcurrían en torno al viaje interestelar. El nombre deriva, con clara intención peyorativa, de las soap opera (literalmente «óperas de jabón») que era la denominación popular de los seriales radiofónicos de la época patrocinados por marcas de detergentes.

El término fue acuñado en tono crítico para destacar la ingenuidad literaria y el carácter de cliché de ciertas narraciones de la primera época de la ciencia ficción. Tiene su equivalente en la ya muy tradicional novela de aventuras del oeste (la horse opera u «ópera de caballos») en la que se ha substituido el caballo por la nave espacial, el revólver por la pistola de rayos y las anchas llanuras del oeste norteamericano por el espacio interestelar sin fin.

Aunque el término space opera mantiene todavía, para algunos, muchas de las características peyorativas que tuvo en los años cuarenta y cincuenta, se utiliza más recientemente con un cierto grado de nostalgia y sirve para identificar cualquier narración de aventuras espaciales, en particular aquéllas en las que la acción tiene un papel preponderante e incluso definitivo.

Puede decirse que, con estos elementos, la space opera ha sido uno de los subgéneros de la ciencia ficción que más ha resistido al cambio y a la modernización. Sus tramas argumentales han pecado demasiadas veces de esquematismo, los personajes no tenían prácticamente ninguna profundidad psicológica y las narraciones rezumaban un etnocentrismo excesivo. El protagonista solía ser un joven aventurero terrestre, rubio y apuesto, tal y como ha popularizado el Han Solo de la saga cinematográfica de La Guerra de las Galaxias de George Lucas.

Ha habido que esperar a los años ochenta para que la space opera, uno de los subgéneros más entrañables de la ciencia ficción, alcanzara la madurez. Y ello ha sido posible gradas a una obra que marca un punto a partir del cual perdura la acción y la aventura pero más allá del limitado esquema del etnocentrismo machista que había sido su elemento central hasta ahora. Se trata, evidentemente, de EL ORGULLO DE CHANUR (1982) de C. J. Cherryh, que ha resultado ser el inicio de una saga de aventuras galácticas no protagonizadas por varones humanos y que se desarrolla en el seno de un inestable Pacto entre varías de las especies más sorprendentes que ha creado la ciencia ficción.

Ha sido precisamente el gran éxito de EL ORGULLO DE CHANUR en Estados Unidos lo que ha llevado a su autora a seguir desarrollando las grandes posibilidades abiertas en el universo del Pacto. Nos encontramos, en este caso, con una nueva space opera en la que se realizan dos modificaciones muy importantes y fundamentales para la madurez del subgénero. Por una parte Cherryh huye del etnocentrismo habitual presentando la aventura y la acción desde la óptica de los hani, una raza de leones de forma humanoide, y, al mismo tiempo, abandona el punto de vista de los personajes de sexo masculino para centrar el relato en las peripecias de una capitana hani. Y, además, entre los hani se da también una intencionada inversión del papel de los sexos respecto de lo que ha sido habitual entre los humanos.

Y junto a ello, la saga de Chanur nos ofrece también aventura y acción como corresponde a la space opera y también ese inestimable e imprescindible «sentido de la maravilla» que se traduce en las diversas especies que componen el Pacto y, sobre todo, en sus complejas interrelaciones político-comerciales que superan en mucho la simple trama habitual en la clásica space opera.

Todo ello es mucho más visible en las tres últimas novelas de la saga: LA AVENTURA DE CHANUR, LA VENGANZA DE CHANUR y EL REGRESO DE CHANUR. En realidad EL ORGULLO DE CHANUR es una novela aislada que no pretendía ser el inicio de una serie y cuyo éxito propició la aparición de la saga. Por un acuerdo con su editor norteamericano, Cherryh (tal y como cuenta en una «Nota de la autora» que se incluye al final de este tercer volumen de la serie) ha escrito como continuación un largo relato de más de un millar de páginas que se ha editado, también en Norteamérica, en tres volúmenes. Pero lejos de forzar artificialmente conclusiones parciales a cada uno de los tres libros, la autora se ha decidido por mantener su unidad. Se respeta en cierta forma el esquema tradicional de planteamiento, nudo y desenlace que corresponden respectivamente a cada una de las tres últimas novelas de la serie.

Aunque no sea el proceder más recomendable, los lectores que se incorporen ahora a la narración de las hazañas de la capitana hani Pyanfar Chanur disponen al principio de este libro de una breve sinopsis argumental de lo ocurrido hasta ahora. Aunque mi consejo es, como es lógico, la lectura secuencial de la serie.

Conviene tal vez recordar aquí que al final del segundo volumen, LA AVENTURA DE CHANUR, se puede encontrar un apéndice que resume las características centrales del Pacto y las especies que lo forman. Aunque tal vez en ese apéndice hay algunas simplificaciones excesivas sobre todo en lo que hace referencia a ese intento de considerar como un bloque a cada una de las especies que forman el Pacto.

Es precisamente la existencia de posibles facciones dentro de cada una de las especies y los inevitables enfrentamientos entre ellas lo que otorga toda su complejidad a la trama de la narración. En EL REGRESO DE CHANUR la serie concluye con el retorno de las protagonistas hani a su sistema natal, donde presenciamos la confluencia final de todas las especies relevantes en el complejo y cambiante universo político del Pacto. Recordemos someramente el aspecto leonino de los hani (protagonistas destacados), la forma de insecto de los kif, la apariencia simiesca de los mahendo’sat, la un tanto pajaril de los stsho y la sorpresa que causa la irrupción de una nueva especie (precisamente la humana) en un Pacto inestable y, quizá, bajo la continua observación de los respiradores de metano, los misteriosos knnn, y los tc’a y sus asociados, los chi.

Evidentemente, EL REGRESO DE CHANUR nos lleva hasta el final de la saga y resuelve los interrogantes planteados hasta ahora con algún que otro espectacular movimiento de alianzas en el seno del Pacto. El epílogo final nos muestra cómo los protagonistas de hoy se convierten invariablemente en los héroes y personajes de referencia del mañana tal y como corresponde a la tradición de la space opera más clásica.

Tal vez no sea ocioso destacar cómo la nave de Pyanfar se configura a lo largo de la serie como el centro de una nueva experiencia social. Acabará convirtiéndose en un curioso refugio para una variada mescolanza de especies al estilo de la que debió de registrar la bíblica arca de Noé, aunque esta vez es evidente el carácter racional de todos sus refugiados, pese a la diversidad de su psicología. La serie sobre Chanur nos va presentando los problemas que se derivan de la cohabitación en el seno de la «Orgullo» de su tripulación habitual de hembras hani que deben compartir su nave con el humano Tully, el macho hani, esposo de Pyanfar, el kif esclavo Skkukuk, el mahen Jik e incluso soportar la novedosa presencia de dos clanes hani en una misma nave. Lentamente se van venciendo las dificultades implícitas en cada nueva situación (generalmente inéditas en la otrora estructurado universo del Pacto) y estos seres diversos van acoplando sus comportamientos de la misma forma en que, acaso inevitablemente, deberán hacer sus especies respectivas.

Pero el camino a la solución final no está exento de peligros: la acción y la aventura son incesantes y la tensión no decae. Los continuos y debilitadores saltos por el hiperespacio y los diversos enfrentamientos agotan a los tripulantes y Pyanfar perderá el sueño, el pelaje y tal vez el temple al enfrentarse sin cesar a piratas, batallas y peligros. Pero, por encima de todo, deberá profundizar en la impenetrable trama de la política y la diplomacia de doble sentido de la que parece ser un elemento fundamental aunque involuntario.

En resumen, la serie de Chanur es una space opera madura e interesante que está llamada a dejar huella en la historia del género y que divierte enormemente. ¿Qué más se puede pedir?

MIQUEL BARCELÓ