Seguía acercándose, una nave que no emitía, la señal de identificación, una nave averiada.
Pero ese tipo de avería era un truco kif.
Un truco de piratas.
—Dioses. No es suya. No es suya, lo saben… ¡preparad el armamento, preparadlo! —Pyanfar colocó el brazo en el soporte e inspiró, presa del pánico—. ¡Haral! ¡Pásame el control!
—Bien —dijo Haral al instante. Se colocó en el puesto de reparto número uno mientras Tirun se ocupaba de la consola de armamento y rastreaba el blanco.
—¿Qué es? —preguntó Sirany desde su posición.
—Una nave perdida —dijo Pyanfar—. Una maldita nave perdida, de Dientes-de-oro o de…
—¡Prioridad! —gritó Geran, pero lo que intentaba decir ya podía verse con claridad en la pantalla. La nave intrusa no había reducido velocidad y había lanzado algo al exterior: disparos, proyectiles lanzados con una fracción de velocidad lumínica hacia naves que se encontraban ante ella y que en comparación eran como blancos inmóviles.
—¡Prioridad! —exclamó Hilfy—. ¡Es Tahar! ¡Esa nave es la Luna Creciente! ¡Dioses, va a pasar directamente a través del grupo kif!
—¡Seguid a la Harukk! —gritó Pyanfar, conectando bruscamente los motores principales—. Todas las naves, fuego a discreción… ¡decidles que esa nave es una aliada!
Los armamentos estaban siguiendo su blanco. Los proyectiles salieron disparados con un golpe ahogado y una sacudida que todas sintieron en el cuerpo. Contra la Harukk, todo lo que podían lanzar, con toda la potencia de que eran capaces.
—¡La Ikkhoitr! —chilló Pyanfar superando el zumbido de los mecanismos durante la recarga—. Tirun, encárgate de sus toberas. ¡No te preocupes de las otras, por todos los dioses! ¡Hilfy, dame un canal de emisión!
—Ya lo tienes —dijo Haral—. ¡Tully, emite! Habla con los humanos, ¿entendido?
En caso de que ahí fuera hubiera alguien con quien hablar. Todas las luces indicadoras de comunicación estaban encendiéndose: el canal humano, el mahendo’sat, los kif y las hani; mientras ese fantasma, cuya imagen cambiaba constantemente a causa de la velocidad, la Luna Creciente de Tahar, avanzaba escupiendo fuego hacia un solo blanco, con tal decisión que era como si todo lo demás careciera de importancia.
—Aquí la mekt-hakkikt Pyanfar Chanur: Akkhtimakt ha caído y Sikkukkut ha huido hasta aquí perseguido por mil enemigos que son aliados míos, atrapado entre las fuerzas mahen y toda la unidad del han. Os doy una oportunidad dentro de esta pukkukkta, ¡Chakkuf, Nekkekt! Nos habéis servido bien durante este viaje. ¡Ahora gozáis de mi favor! ¡Naves hani y mahendo’sat, aseguraos bien de vuestros blancos! ¡La Harukk es vuestro objetivo, junto con cualquier otra nave que dispare en nuestra dirección! ¡No cometáis errores! ¡Naves kif, huid de este sistema y mis agentes os perseguirán hasta Akkht! ¡Uníos a esta cacería y ocupad el primer lugar entre mis skku Kun si sois lo bastante fuertes como para conservar vuestro rango! ¡Hani, disparad y dispersaos!
Mientras tanto, la Orgullo había, soltado todos sus proyectiles, había utilizado toda su capacidad de fuego. Un diluvio de disparos procedentes de toda la formación de naves convergía en el mismo punto. Por el comunicador general se oyó algo: una voz hani, familiar.
—¡Esto es de nuestra parte, condenado hijo sin madre de un reptador nocturno! ¡Hogar y sangre, en mi nombre y en el de mi tripulación!
—¡Tahar! —gritó Pyanfar—. ¡Te perdono, maldita seas!
Un retraso en la recepción de mensajes. Los kif sólo podían disparar por la popa, en una zona de barrido limitada, por culpa de sus propias toberas, y tenían que seguir a una nave cuyos proyectiles apenas si llevaban retraso con relación a su ola de comunicaciones, ya que había muy poca diferencia entre la velocidad del espacio real y la velocidad lumínica. Los proyectiles de Tahar dieron en el blanco, mientras más proyectiles seguían acercándose desde todos los puntos de la esfera.
—¡Chanur, mekt-hakkikt! —retumbó otra voz en su oído—. ¡Estoy aquí, detrás tuyo, alabada sea tu previsión! ¡Nuestras naves van a llegar!
—Por el infierno mahen, ¿quién es? ¿Es Skkukuk?
—Viene de la Nekkekt —dijo Hilfy.
—Ha llegado el momento de salir de aquí —dijo Pyanfar—. Transmite a las naves hani: Dispersaos, dispersaos. —Alargó la mano y pulsó la alarma de colisión para que las tripulantes de Tauran que se encontraban en la cocina quedaran advertidas. Luego dirigió la proa de la Orgullo hacia el nadir y conectó a toda potencia los motores principales.
Era cuanto podían hacer para escapar a los disparos de respuesta: algunas naves iban hacia arriba, otras se desviaban hacia los lados y otras se lanzaban hacia el interior del sistema, como una flor gigantesca que abriera los pétalos. Cada nave se ponía en movimiento cuando terminaba la carga de proyectiles y tenía que recurrir a las armas de energía. Tirun mantuvo apuntados los cañones durante toda la maniobra, disparando hacia cuanto se le ponía a tiro.
Seguían avanzando hacia adelante, pero ahora en ángulo, siguiendo una trayectoria que las desviaba de su posición inicial y utilizando toda la energía de que eran capaces sus motores principales en esa zambullida hacia: el nadir.
Si los dioses…
—¡Hai! —La nave tembló con una sacudida tan violenta que cambió bruscamente de curso—. ¿Qué hemos perdido? —gritó Pyanfar—. Maldita sea, ¿qué ha estallado?
—Toberas… —empezó a decir Tirun.
Segundo impacto, el trueno más fuerte que jamás había resonado en la nave. La Orgullo saltó hacia un lado y todo un panel empezó a parpadear en rojo. Un pequeño cuerpo de color negro pasó volando y se estrelló contra la pared, una borrosa mancha oscura que sólo se hizo visible al estrellarse contra el metal. Un instante después cruzó velozmente por encima del panel de control. Pyanfar tragó saliva y lanzó un escupitajo de color rojo que la dejó tan atónita como el sonido del impacto, sólo entonces se dio cuenta de que se había mordido el interior de la boca.
—Que los dioses frían a ese bastardo kif… ¿Estáis bien? —La condenada cosa negra estaba tan aterrorizada como ellas mismas, una compañera más de infortunio. Corría de un lado a otro chillando de rabia; y a Pyanfar ni tan siquiera se le ocurrió golpearla cuando la tuvo a su alcance. Había demasiados interruptores para dos únicas manos, demasiados sistemas que pasar a la reserva, y cuando los conseguía pasar ya tenía que acudir a la reserva final, y luego ni tan siquiera ésta era suficiente—. ¡Informe de averías, maldita sea!
—Chur. —La voz de Tully, cargada de ansiedad—. ¡Chur!
—Hemos perdido toda la tobera, creo que el impacto se ha desviado luego hacia los motores principales. —La voz de Tirun, ronca y casi sin aliento. Y los cañones volvieron a disparar, nuevamente orientados hacia el blanco. Mientras, sólo los dioses sabían hacia dónde se dirigían.
—Prioridad —advirtió Geran—, disparos por encima de nosotras… nuestros kif están moviéndose, los mahendo’sat también… estamos saliendo de la zona de fuego…
—La Industria está mal —informó Hilfy—. Khym… Chur…
—Estoy con vosotras. —La voz de Chur, aunque muy débil.
—Alto el fuego, alto el fuego.
Los motores principales volvieron a funcionar, golpeándolas a todas con una brusca sacudida. Ahora se trataba de encontrar alguna coordenada, de ir reduciendo la velocidad de aquel curso desviado. Pyanfar conectó el seguimiento y sólo obtuvo una pantalla llena de parloteo ininteligible. Luego volvió a orientar las pantallas y los receptores para su posición óptima: no importaba la dirección física que tomara la Orgullo, estaban empezando a recibir datos coherentes.
Y también imagen de cámara, un área de manchas luminosas en la zona de batalla, y la Orgullo empezó a girar sobre sí misma para iniciar el frenado.
Pyanfar paseó la mirada por el puente, aún tragando sangre, y vio que todos los puestos seguían funcionando. Se limpió los labios y estudió nuevamente las imágenes que Haral le estaba enviando.
Ahí fuera el combate seguía desarrollándose. Pero más lentamente. En esas manchas luminosas había naves, averiadas o destrozadas. Tenía la esperanza de que una de esas naves fuera la Harukk.
Se acordó de Stle stles stlen. Y sintió un escalofrío mientras apretaba el botón de comunicaciones, con el canal todavía activado.
—Aquí la mekt-hakkikt Pyanfar Chanur. Informad.
—Alabada sea, hakkikt —respondió una voz kif—. Te hemos entregado a tus enemigos.
Y a continuación llegaron otras voces, una marea de nombres de naves kif, Nekkekt, Chakkuf, la misma Ikkhoitr, declarando su ferviente lealtad.
Ninguna voz hani. Ninguna.
O mahendo’sat.
—Aquí la Orgullo de Chanur a todas las naves hani: informad sobre vuestra situación; no hagáis ningún otro tipo de transmisión por el momento. Gracias.
Después de esas palabras se quedó sentada, sin moverse, sin hacer nada. Temblaba con pequeños estremecimientos que nada tenían que ver con el olor de la atmósfera de la nave, que no se renovaba, ni con el ozono ni con el hecho de que los ventiladores del puente hubieran dejado de funcionar. Ni tampoco con los golpes rítmicos que se oían en el casco, golpes indicativos de que alguna pieza desprendida seguía unida a la nave, moviéndose mientras los motores luchaban contra la deriva de la Orgullo.
Sólo los ruidos del puente y el trueno distante de los motores. Y una gran soledad.
—¿Todo el mundo bien? ¿Estáis todas bien?
—Mi herida está vendada. —La voz de Khym—. Estoy bien.
—Cocina. —La voz de Sirany por el comunicador general.
—¿Estáis todas bien ahí?
—Creo que tengo una costilla rota —le llegó la respuesta—. Pero estamos bien, ¿qué tal va todo, capitana?
—Nos estabilizaremos dentro de poco, aguantad.
Estabilizarnos. Dioses, ahí detrás las naves se están destrozando unas a otras. Los kif deben de estar matándose por los pasillos de sus naves, su reacción natural ante una situación en la que unos ganan y otros pierden y, ¿cuántas naves hemos perdido ahí? ¿Qué hacemos, golpear a los kif ahora, mientras estén confusos?
Los kif lo harían. Si estuvieran en nuestra situación. Pobres ingenuos. No entienden lo que les rodea. No entienden de qué son capaces las hani.
Disparar sobre ellos… y cambiarnos para siempre.
Hacer eso… y asegurarse de que existirá un mañana.
—¿Quieres que me encargue de reducir la velocidad? —le preguntó Haral. Varios canales del comunicador empezaron a hablar: informes de averías y daños de las otras naves, informes sobre las bajas. La Fortuna comunicaba que sus averías eran mínimas. La Luz tendría que volver al muelle muy despacio. Había otras. La información estaba apareciendo en las pantallas.
Prosperidad de Ayhar: averías, sin bajas.
Industria de Harun: grandes averías, frenado y maniobras positivas. Bajas: cuatro.
Viento Estelar de Faha: grandes averías. Bajas: dos.
Tejedora de Pauran: una tobera desaparecida. Bajas: heridas leves.
Vigilancia de Ehrran: ninguna avería. Sin bajas.
Melodía de Nirasun: averías leves. Sin bajas.
Esperanza de Shaurnurn: perdida.
Luna Creciente de Tahar: fuera de contacto.
Brisa de Suranun: fuera de contacto.
La lista continuaba. Más y más nombres que se iban haciendo borrosos ante sus ojos. Mientras, la Orgullo frenaba y la tensión las golpeaba.
Entonces:
—Prioridad, prioridad —exclamó Geran y la pantalla empezó a parpadear furiosamente—. Entrada en el cénit.
Aparecían naves. Muchas. Una; y tres más. Y cinco.
—Oh, dioses —jadeó Sirany.
—Si es Akkhtimakt…
Entonces la señal de identificación empezó a parpadear en la imagen. Mahendo’sat.
La Mahijiru.
—Dientes-de-oro —murmuró Pyanfar, golpeando en el puño el borde del panel—. Dientes-de-oro, los toses le lleven… Ahora aparece. Ahora, por todos los dioses, ahora es cuando llega aquí a toda velocidad, con esos bastardos intereses mahen, dioses, para barrer a las pobres y desgraciadas hani que lo han hecho de nuevo, por todos los dioses grandes y pequeños… ¡Otra maldita vez nos hemos desangrado por ellos, por sus condenados y egoístas intereses, así los dioses les cubran de plumas! ¡Tully!
—¡Sí, capitana!
—¡El comunicador, rápido, el comunicador, venga! ¡Dile a los humanos que no disparen! ¿Entendido? ¡Que no disparen!
—No disparar, ¡yo entender, yo entender, capitana!
Empezó a emitir el mensaje.
Y, casi inmediatamente después:
—Mahijiru, aquí la Orgullo de Chanur. Alto el fuego, alto el fuego. Estas naves son aliadas nuestras. Iniciad frenado, reducid velocidad y no os mováis. No crucéis el sistema. Otras naves mahen controlan el rumbo de aproximación hasta Ajir, no han encontrado nada que supere sus capacidades. Las autoridades mahen de esa zona han sido advertidas. Repito: el rumbo de aproximación hacia Ajir está bajo la defensa de naves mahen. Quedaos donde estáis. A todas las naves mahen que me estén recibiendo, sea cual sea su posición, aquí Pyanfar Chanur en la Orgullo de Chanur: cesad las hostilidades. Fin. Repítelo. —Y se dejó caer en el respaldo del asiento, con las energías agotadas—. Hasta que haya respuesta.
—Tenemos una transmisión de la Vigilancia. Una protesta.
—Diles que… diles que tomamos nota. Diles… —Resultaba más sencillo pensar al estilo kif, cada vez mucho más sencillo—. Que no se muevan, maldita sea. Y que piensen un poco en quiénes son.
En la zona aparecían cada vez más naves. Era una pesadilla. Si hubieran llegado una hora antes, habrían sido su salvación.
Por muy poco, maldito bastardo. Te lo has perdido todo por muy poco.
Tahar habría podido estar con nosotras. Dientes-de-oro debe de haber contenido a Sikkukkut a lo largo de todo el trayecto… tiene que haber estado siempre encima de él. Los kif le habrán dado otra sorpresa en Kura. Tiene que haber… sólo los dioses pueden saberlo. Haciendo que Sikkukkut no pudiera saltar más lejos que nosotras. Cuando apareció, aquí estaba desesperado. Me necesitaba, por todos los dioses. No podía disparar sobre mí. Yo era su última esperanza.
Ahí fuera tenemos naves… que necesitan ayuda.
—¡Nave humana! —exclamó Tully. Y dijo a alguien un largo chorro de palabras incomprensibles, como si estuvieran en el mismo segmento temporal. Las naves que llegaban ahora seguramente habían recibido el mensaje de Tully. Habían respondido a esa vieja transmisión.
También Dientes-de-oro tenía que haber recibido sus transmisiones anteriores, y ahora sabía a la perfección qué naves se encontraban ahí para recibir al enemigo. Pyanfar desconectó los motores principales y dejó la nave en situación de inercia con la gravedad que les proporcionaba la rotación.
Mientras, Tully seguía hablando rápido y con apremio. Sin parar. Pyanfar pensó que tal vez se trataba de un mensaje amistoso. Pero ahora no podía dar nada por sentado.
Tenía la sensación de haber envejecido cien años. Hizo girar su asiento y contempló el puente, la tripulación agotada, tan exhausta que apenas podían pensar con claridad, y vio más canas de las que recordaba haber visto unas semanas antes. Quizá fuera la luz. O quizá fuera que todas parecían más viejas y delgadas, gastadas por las distancias y la carga que habían soportado durante tanto tiempo.
Quiero ver Chanur de nuevo.
Pero las tierras de Chanur ahora pertenecían a Mahn. Nada podía cambiar eso, a menos que Kohan pudiera vencer a Kara Mahn; y al macho cansado y canoso que labia encontrado en los muelles de Gaohn ya no le quedaban fuerzas. Inteligencia, sí; inteligencia, voluntad y ese sentido común que durante todos los años difíciles había sido algo más que un adorno en Chanur. Kohan había sido una fuerza real. Contaba con una mente y una capacidad de previsión más aguda que muchas hani. Pero el tiempo había terminado por vencer a Kohan, eso era todo. La única esperanza era Hilfy Chanur, que quizás encontrara a alguien para ocuparse de Kara Mahn: ahora ni Pyanfar Chanur, ni Rhean ni las demás viejas fuerzas de Chanur podían hacer nada al respecto.
Miró a Hilfy, sentada en su puesto y hablando con alguien, muy probablemente una de las naves hani más cercanas. Es cosa tuya, niña. Todo es cosa tuya a partir de ahora. Nuestro tiempo ha terminado. Crees haber crecido. Ahora tú eres Chanur, ¿ya te has dado cuenta de ello? No te envidio.
Con excepción de la juventud. Desearía haberte conocido hace cuarenta años y que tú me hubieras conocido a mí. Entonces me parecieron años difíciles. Pero los años que tienes delante tuyo… no puedo distinguir nada en ellos. Como si ante mí y esta nave se extendiera algo, algo como una cortina que me resulta imposible atravesar con la mirada.
Normalmente siempre supe hacia dónde iba. Y ahora sólo encuentro extraños y desconocidos a mi alrededor. Y sólo puedo pensar en los errores que he cometido; y en buscar un modo de arreglar este jaleo.
Ahora se giró hacia Tully. Él. Un extraño entre todas ellas.
Se trata de un enemigo, un enemigo a su espalda, ¿no?
Tiene que ser eso, Tully, pobre Tully, no tengo elección. Me avisaste y lo vi claramente, lo vi todo, sin ninguna dificultad, y voy a tener que hacerte daño, no hay forma de evitarlo.
Lo sabías, maldita sea, ¿verdad que lo sabías? Lo sabías desde que acudiste a nosotras. Siempre pensabas, no hablabas nunca. Me temías y confiabas en mí. Por dos buenas razones.
¿Qué harán contigo cuando todo haya terminado? ¿Adonde irás?
Amigo mío.
—Hilfy, ponme con Banny.
—Tengo a la Prosperidad ahora mismo en el canal. ¿Quieres hablar personalmente con Banny?
—Sí. —Hizo girar nuevamente el asiento hasta encararlo al tablero y apretó el botón—. Banny. Banny, ¿me oyes?
—Te oigo, Chanur. Parece que tenemos ayuda ahí fuera.
—No sé lo que han llegado a contarte los mahendo’sat, Banny, pero tenemos algunos visitantes más ahí fuera. En estos momentos no puedo hablar del asunto con mucha claridad: esto es política. Voy a pedir a las naves hani que se pongan en formación; pediré lo mismo a los kif y lo harán, Banny, lo harán. Luego tendremos que hablar un poco… ¿Quieres encargarte de las naves hani por mí? Lo único que debes hacer es mantenerlas tranquilas y confiar en mí. Todavía no hemos salido de este lío. Tenemos un auténtico problema, Banny. Un auténtico problema.
Un prolongado silencio.
—Banny. Haurosa naimur f’fhain’haur murannarrhm’ha chaihen. —Una emboscada entre los árboles, Banny…
De nuevo un silencio como el de antes.
—Acepto.
Eso era lo primero que debía hacer.
Lo siguiente era más difícil.
—Mensaje, Hilfy: comunica a las naves kif que se pongan en formación y que esperen instrucciones. Que dejen de avanzar.
—Bien.
—Chur, transmisión a la Mahijiru, textual: aquí Pyanfar Chanur. Mantened vuestras naves donde están, nuestro Personaje está enterado del avance kif; naves mahen se encuentran en posición de impedir la huida por el pasillo de Ajir. Repito, el pasillo de Ajir está controlado. Os pedimos que reduzcáis velocidad y esperéis. La situación dentro del sistema continúa extremadamente inestable. Los kif que aún siguen aquí se concentran bajo mi dirección personal y dentro de la jurisdicción del han. Os pido que deis instrucciones a vuestros aliados para que eliminen toda su velocidad en el frenado y que llaméis a todas las demás naves mahen para que se unan inmediatamente a vuestro grupo. Cesad todas las operaciones hostiles. Todas las naves se hallan bajo la jurisdicción del han. Repito, pido un frenado total e inmediato y que mantengáis vuestras posiciones. Final, repítelo con intervalos. Transmisión a la Nekkekt: aquí la mekt-hakkikt en persona. Permitid la retirada de las naves mahen en el centro del sistema. Seguid reduciendo la velocidad: cesad todo avance hacia las posiciones mahen. No emprendáis acción alguna contra los mahendo’sat. Esperad órdenes. Fin. —Se dejó caer de nuevo en el asiento. Y esperó, con los puños apretados y las garras fuera.
—Están reduciendo —informó por fin Geran. Y entonces empezó a respirar otra vez con normalidad, Y su respiración se tranquilizó aún más cuando vio que otra nave empezaba a frenar.
Pero esa misma estrategia también podía indicar que la nave estaba dispuesta a lanzar un ataque.
Y entonces la Mahijiru redujo velocidad hasta alcanzar las magnitudes normales dentro del sistema.
—Alabados sean los dioses, alabados sean —murmuró. Y, por el comunicador—. Banny, lo estamos consiguiendo. Hemos logrado que se detengan. —Y, fuera de ese canal—. Hilfy, ponme con Dientes-de-oro.
—Estoy en ello. Tiempo de retraso 10.9.
Veintidós para que llegara la respuesta de un mensaje. Seguían estando bastante lejos. Pero Dientes-de-oro tenía que haber recibido el mensaje inicial a esas alturas. Ya habían pasado diez minutos. Las naves que entraban en el sistema observaban la misma secuencia de movimientos y esa estrategia tenían que haberla convenido de antemano.
Humanos, por los dioses, los humanos se drogan hasta quedar inconscientes. Ahí fuera tenemos pilotos repletos de droga. Robots. Sólo los dioses saben qué hay ahí.
Tienen que parar junto a los mahendo’sat. Tienen que parar y conseguir coordenadas de orientación. O quizás hayan planeado mandar todo el sistema al infierno mahen.
No lo harán. No pueden. Los dioses nos protejan… Tienen que seguir las instrucciones de Dientes-de-oro hasta que logren comprender la situación.
Esto aún no ha terminado.
Respiró sintiendo que todo su cuerpo temblaba.
—Vamos a estabilizarnos —dijo por el comunicador del puente—. Podéis moveros, ocuparos vosotras mismas de que los puestos siguen cubiertos. Cinco minutos, puede que algo más: quizá diez, puede que unos malditos quince días ahí fuera, no lo sé. —Alzó las manos temblorosas hasta el rostro para ocultarse lo que tenía delante, aunque no podía eliminar los sonidos ni descansar. La tripulación empezó a moverse, casi sin hacer ruido.
—Estoy bien —oyó que se quejaba Khym en voz baja—. Maldita sea, puedo llegar yo solo hasta los aseos.
Su esposo. Con un agujero en la pierna y un remiendo de plasma, aquella profunda herida debía de estar llamándose y causando dolor y eso en el mejor de los casos. Ella también quería ir a los aseos. Desesperadamente. Decidió correr el riesgo y se quitó el cinturón.
—Capitana —dijo Hilfy—. La Nekkekt: espera instrucciones.
—Uhhhhn. —Ya empieza. Los kif han arreglado sus asuntos internos. ¿Con quién estoy tratando ahora?
Y, en su conexión de oído:
—Mekt-hakkikt, tengo a todas las naves bajo mi poder, alabada seas. Atacaremos cuando des la orden.
—¿Con quién estoy hablando?
—Con tu fiel Skkukuk, mekt-hakkikt. He cumplido odas tus órdenes. Me ocuparé de todos tus enemigos. Dame sus nombres.
—Me alegro sinceramente de oírte, Skkukuk. Mantén esas naves tuyas controladas y no te muevas sin haber recibido órdenes directas mías. ¿Entendido?
—Te entregaré las cabezas y los corazones de tus enemigos.
—Yo también te aprecio mucho, Skkukuk. Haz lo que te he dicho, eso es todo. Quiero que tu canal de comunicaciones siga conectado al mío y que te mantengas constantemente a la escucha. Si alguien se mueve, por poco que sea, quiero saberlo. Las hani que están conmigo son aliadas. No causarán problemas.
—¿Y los mahendo’sat y esos invasores?
—Espera mis órdenes. Eso es todo.
Pulsó el botón para cortar el canal. Estaba temblando. Apoyó los codos sobre el panel y por segunda vez dejó caer la cabeza sobre las manos, echándose la melena hacia atrás. Haral seguía junto a ella. Alguien se movía por el puente. Todo parecía estar muy lejos. No tenía deseos de hablar con nadie.
—Capitana. —Era Nifeny Tauran, que sostenía un recipiente con algo líquido y le ofrecía un bocadillo. La visión de todo ello bastó para que se le revolviera el estómago, pero alargó una vacilante mano. Gfé. Tomó un sorbo y sintió otro impulso de fuerza irresistible.
—Tengo que descansar un poco —dijo a Haral—. Tenemos a esos condenados kif con nosotras, ¿no?
—Vete —aconsejó Haral.
Pyanfar hizo girar el asiento y partió hacia el pasillo de la cocina y los lavabos. La atmósfera de toda la nave parecía viciada y casi irrespirable. Tres días y tendremos todo el maldito sistema de apoyo vital hecho un desastre. No podemos aguantar tanto. La tripulación tiene que arreglar esos sistemas.
Al entrar en la cocina se encontró a dos tripulantes de Tauran, una con un paquete de costillas y sentada ante la mesa con la nariz pálida, la otra engullía comida tan aprisa como podía.
—No nos moveremos durante un tiempo. Sacad a esos bichos de los malditos filtros, arreglad el sistema de apoyo vital.
—Bien —dijo una de las Tauran, con cara de cansancio y mirándola casi sin verla. Al fin se dio cuenta de con quién estaba hablando. Entonces sus orejas se irguieron rápidamente—. Bien, capitana.
Pyanfar siguió hacia los lavabos, se metió en uno de los compartimentos y, al salir, se encontró con Tirun, que venía a lo mismo que ella.
—Capitana —oyó por el comunicador de la oreja—. Comunicación de la Mahijiru. Indican que quieren vernos regresar a Gaohn. Están esperando la contestación.
—Y un infierno mahen… —murmuró ella. Cruzó por la cocina y siguió por el pasillo sujetándose con una mano a cada pared, hasta llegar al puente donde pudo ver a Hilfy y las demás—. Diles que sigan manteniéndose en ese perímetro. Sólo aceptaremos movimiento por parte de la Mahijiru. Esa nave puede venir para la conferencia y entonces volveremos a Gaohn. Ninguna otra.
—Bien —obedeció Hilfy.
—Tenemos un mensaje de la Vigilancia, un montón de preguntas —informó Sirany—. Ayhar las está haciendo callar.
Otra cosa más que deseaba saber. Fue hacia su puesto, agarrándose a todos los asideros disponibles, se dejó caer y bebió el gfé a sorbos muy pequeños para que su estómago no se inquietara.
Había que esperar mucho para los mensajes. Una gran distancia las separaba de Dientes-de-oro y los humanos.
Tomó otro sorbo. Se frotó los ojos, que tendían a nublarse, y apoyó la espalda en el cuero del asiento, dispuesta a relajarse cuanto le fuera posible. Mientras tanto, la Orgullo seguía a la deriva, en situación de inercia. La formación hani se desplegaba alrededor de los kif. La Vigilancia estaba ahora bastante lejos, hacia el nadir, y fuera de su rumbo. Ayhar se encontraba a una distancia considerable, en dirección al sol, y empezaba a reducir un poco la distancia. Algunas naves mercantes la imitaban, frenando lentamente y corrigiendo el rumbo. Las naves kif estaban frenando de forma mucho más intensa, iban en direcciones contrarias para conseguir eliminar toda la velocidad y moverse con el fin de crear una formación coherente.
Pero la Orgullo se dirigía al lugar donde debía estar. Al exterior, allí donde no formara parte de ningún grupo de naves.
Una de las llamadas que había recibido Chur aparecía en el monitor número tres. Era de Rhean: ¿Necesitas ayuda? Contestación: Negativo, podemos funcionar a plena capacidad. Gracias.
Otra, de Ehrran: Pregunta, pregunta, pregunta. Contestación de Fiar: Por el momento no es posible responder a las preguntas. Apreciamos vuestra paciencia al respecto.
Ehrran una vez más: Protesta archivada. Contestación de Hilfy: Mete día en lo más hondo de vuestro banco de datos; os advertimos que nuestros aliados kif siguen las transmisiones y es posible que se produzcan malentendidos. Por vuestra propia seguridad y la de quienes se encuentran cerca de vosotras, manteneros en silencio.
Tully, por el traductor: Aquí # Tully # llamando # no # esta es # hani con #… No habían registrado ninguna contestación.
De la Gloria de Shanan, atrás, lejos de la zona del combate: ¿Debemos acercarnos o mantenemos nuestra posición?
De Banny Ayhar, registrada en el canal: Mantened posición relativa. Mantened vigilancia en toda la esfera.
De la Estación de Gaohn: Aquí Central de Gaohn, pedimos informe general situación.
De Banny Ayhar, registrada en el canal: El fuego ha cesado. Situación todavía incierta pero mejorando. La Industria de Harun volverá a Gaohn con bajas que necesitan asistencia médica y traerá información más detallada. Aún hay la posibilidad de que se produzca un ataque en vuestra zona, pero es menos probable. Guardad el resto de preguntas para la Industria. Chanur sigue en contacto con sus naves aliadas. Ayhar está al mando de las naves hani en la zona de contacto…
De Ayhar: Hemos calculado la trayectoria de la naves perdidas. Todas las naves que se encuentren a, lo largo de esos cursos deben mantenerse alerta para realizar acción evasiva o ayudar en caso necesario…
—Capitana —informó Hilfy—, mensaje de la Mahijiru.
Ya había llegado a su pantalla.
—Ana Ismehanan-min advertir tener que hablar ti número uno urgente.
—Contesta, textual: la Mahijiru es bienvenida si nadie más la acompaña. Todas las demás naves mahen o de otra especie deben mantener su posición. No consentiremos ninguna violación en las fronteras de nuestro sistema, aunque la potencia que la efectúe no sea hostil. El rumbo de la Mahijiru está despejado y la velocidad no debe exceder los límites normales. Por favor, transmite a todas tus naves nuestro agradecimiento por u apoyo y dirígete sin escolta a un punto donde podamos hablar sin un retraso demasiado notable. No hay prisa. Repito la información anterior: pocas naves rebasaron nuestros límites y había fuerzas mahen más que suficientes en el vector de salida como para manejar el problema. Akkhtimakt está acabado. Sikkukkut también. Final. Repítelo con intervalos de cinco hasta que legue el acuse de recibo.
—Bien —dijo Hilfy.
Después de eso descansó un momento. Descansó, y nada más, con los ojos cerrados, la cabeza apoyada en el asiento. Era todo el descanso que iban a conseguir.
Mientras tanto, la tripulación se movía a su alrededor encargándose de todo lo necesario o aprovechando la oportunidad para estirarse cautelosamente. Chur Anify y Khym, sus dos heridos ambulantes libres de turno, fueron a la cocina, mientras un par de agotadas Tauran arriesgaban la piel intentando limpiar los filtros del sistema de apoyo vital. Los ventiladores empezaron a girar a toda velocidad y volvieron a detenerse. Luego se pusieron de nuevo en marcha, en tanto que empezaba a oler claramente a ozono.
—La Mahijiru se mueve —dijo por fin Tirun, cubriendo el puesto de Geran—. Prioridad, prioridad, movimiento general a lo largo de toda su formación.
El movimiento ya era visible en el monitor, un repentino y ominoso parpadeo que recorría toda la parte delantera de la formación mahen y que provocó una aceleración de su pulso.
—¿Un mensaje? Maldito sea, ¿está diciendo algo? —Y las tripulantes que se encontraban lejos de sus puestos, en la cocina o en cualquier otra parte, volvían desordenadamente y a la carrera: la noticia se había propagado rápidamente y, con ella, una fuerte sensación de catástrofe inminente.
—Negativo. Ha empezado a moverse, nada más. Todas las naves… Tenemos… Tenemos una pregunta de la Nekkekt, cito: ¿Debemos atacar? Tengo que responderles…
Más cuerpos de tripulantes caían en los asientos y un murmullo de informaciones pasaba de una posición a otra, transmitiéndose los deberes a cumplir, dando instrucciones en dos palabras, presionando una tecla para enviar su mensaje: Geran, Hilfy. El resto ya estaba ahí.
—Yo decir humanos parar —protestó Tully—. Dar comunicación.
—Emisión general —dijo secamente Pyanfar, mientras Haral ocupaba el asiento contiguo al suyo y empezaba a ponerse al corriente—. No os mováis. Mensaje para la Mahijiru: mantened vuestra posición. Ordenad a vuestras naves que retrocedan. No pensamos dejarnos impresionar. Contestad de inmediato y que empiecen a frenar. Final y repite. ¿Cuál es nuestra demora actual?
—Catorce nueve —dijo Tirun, y un mensaje hani apareció en el canal número dos:
—Chanur, aquí Ayhar. Por los infiernos mahen, ¿qué está pasando?
—Ayhar, no te muevas. No te muevas.
—¡Que no me mueva! ¡Tenemos a medio centenar de naves volviéndose locas, nada menos! ¿Cuáles son sus intenciones?
—Creen que podrán entrar en el sistema y nos están presionando, eso intentan. Esas naves de ahí fuera son humanas. Sigue en tu posición y…
—Mahijiru —le dijo una voz en el oído izquierdo.
—Mismo Dientes-de-oro. ¡Hola, Pyanfar, vieja amiga! —Tan alegre como si estuvieran en un dique cualquiera—. Bueno oír ti voz, mismo bueno encontrar ti entera. Largo tiempo perseguir, maldito buen trabajo detener ese bastardo. Tener ti mensaje número uno primera clase, buenas noticias. Tú número uno estupenda, ¿eh? Mismo. Mucha nave. Mismo tú decir esos estupendos kif ellos no mover, nosotros hacer trato como ellos volver a casa.
—¡Mekt-hakkikt! —En el oído derecho—. Estamos siguiendo el avance de esas naves en nuestras miras. ¡Danos la orden! ¡Somos tus aliados! ¡Este mahendo’sat es un mentiroso sin escrúpulos! ¡Acaba con él!
—Dientes-de-oro, tengo aquí a un kif realmente nervioso. Ahora el lapso es de unos diecisiete minutos. Si no veo cómo esas naves tuyas empiezan a frenar treinta segundos después de que hayas recibido esto, voy a tomar unas cuantas medidas muy serias. Te daré una buena paliza, amigo. A tu nave. Párate ahora mismo y prepárate para discutir mis condiciones, y nada de entrar en el sistema por la fuerza. Si quieres crear un incidente, lo tendrás, conseguirás problemas cuyos ecos llegarán hasta Iji. Quiero que te des cuenta de que esas naves hani no se mueven. He calculado todo esto al segundo. Te conozco, viejo amigo. Tengo que responder a tu jugada de esta forma, porque si no lo hago dispararás. Es mejor que me obedezcas, en caso contrario pronto tendrás pelea. Final. No lo repitas. Que ese bastardo no tenga tiempo de nada… ¡Skkukuk! Mantén tus naves bajo control, las quiero en formación.
—Sí.
—¡Jik! —La voz de Hilfy, entre dos latidos de su aterrado corazón—. Jik está transmitiendo, se acerca…
—Pantallas negativas —dijo Geran.
Una ola de entrada a la velocidad de la luz, hacia el interior. Las balizas no proporcionaban información y no había nadie en una posición desde la cual captarla.
—Pyanfar… —llegó débilmente su voz—. Seguimos ti tan rápido nosotros poder, maldición, no luchar, no luchar…
Estaba hablando de los kif. Pyanfar lo comprendió por fin: se encontraba a horas de distancia.
Cuando había mandado ese mensaje, varias horas antes, sabía que Sikkukkut se aproximaba y que unas cuantas hani estúpidas iban a meterse en un montón de problemas.
Respecto a su socio y compañero, no podía estar enterado de nada.
Y Dientes-de-oro tampoco podía saber que Jik estaba ahí fuera. Al menos, no durante siete minutos más.
—Dientes-de-oro, estoy en contacto con tu socio. Ismehanan-min, mi amigo. Hay muchos datos de los cuales tú careces, información crítica. Lo que está en juego es Iji. Vuestra frontera. Tenemos aquí un hakkikt kif dispuesto a hablar de fronteras. Por otra parte, tú sabes lo que hay ahora en Punto de Encuentro. Pero yo tengo un pasajero, un viejo conocido que posee cierta información realmente importante. Y no estoy hablando con ningún estúpido, Dientes-de-oro. Quiero que nos veamos y hablemos. Tú, yo y unos cuantos viejos amigos.
—Un minuto —dijo Tirun, controlando el tiempo.
—En Gaohn. En el muelle.