La habitación de papá en el piso alto es la que más tiempo me ha llevado para arreglarla. Allí, en un estante de pared a pared, están todos sus libros; el gran plano de Madrid del siglo XVII cubre todo un lado, desde la puerta al balcón; su sofá-cama, su mesa amplia…

Y luego en mi cuarto el armario de palo santo que fue de mamá y que por dentro es de cedro oloroso, y su camita de soltera… y junto a mi cuarto, la habitación de las nenas con las camitas blancas y el armario con figuritas en relieve…

—¡Celia! —grita María Luisa desde el jardín—. ¿Qué haces dentro, mujer? Hace una mañana maravillosa…

Me asomo al balcón.

—Estoy contemplando la casa… La encuentro preciosa, ¿verdad? Voy a plantar geranios en las jardineras de las ventanas para que desde dentro se vean las flores…

Por la noche escribo a papá:

La casa os está esperando a ti y a las niñas. Te vas a asombrar cuando la veas tan bonita. Cuando estemos juntos

Casi no veo con la falta de luz y tengo que dejar la carta para mañana… Lejos se oyen fusilería y estallidos…

¡Me había olvidado de la guerra!