Resulta imposible abarcar en unas líneas la totalidad de personas a las que tendría que agradecer la existencia de este libro. El cariño, la amistad, los ratos compartidos…, cada pizca de lo que he recibido ha escapado del valioso cofre de mis recuerdos para plasmarse en un pequeño recoveco de la novela. Confío en que sepan captarlo y se hagan partícipes de la gratitud que les debo por ello. No obstante, veo preciso apuntar algunos nombres propios. Quiero dar las gracias explícitamente, por encima de todo, a mi mujer, Miriam, y a mis hijos, Javier y Cristina, por su paciencia y comprensión ante tanto tiempo como les he robado. A Francisco Galeote, la persona con más talento que conozco, por sus sutiles e inestimables comentarios. A Juan Jesús Ocaña, por posibilitar el trato que mantuve con el inspector Esteban. A Yago Gallach, por su desinteresada ayuda técnica y a Francisco Martínez, mi maestro y amigo, porque gracias a él conocí a Noelia.