P. 13. Me complace ver que la sugerencia de que la antigua Egas es la actual Vergina ha sido apoyada con otros argumentos más sólidos por N.G.L. Hammond en su excepcional libro History of Macedonia, vol. 1, que sustituye todos los anteriores trabajos sobre la geografía histórica y la prehistoria del país. Hammond añade la sugestiva suposición de que el trono del siglo IV encontrado en una de las tumbas abovedadas de Vergina puede realmente ser de Filipo; sólo cabe esperar que las investigaciones continuarán en el lugar.
P. 173. M. Boyce, JRAS (1966), p. 110 ofrece un excelente estudio sobre la continuidad del culto al agua (Anahita) en Irán, con un ritual moderno.
P. 326. Debo subrayar que, aun cuando el sentido del motivo en Arr. 3, 2-3, 3 para la visita de Alejandro a Siwa derivase de Ptolomeo, esto no hace que sea verdad. No hay duda de que Ptolomeo no «estaba en desacuerdo» con las ideas de Alejandro acerca de Amón; aparte de las monedas que muestran su retrato con los cuernos de carnero sobre el birrete de elefante, Alejandro dedicó un altar en Siwa (Paus. 9, 16, 1). Posiblemente la palabra pothos no puede rastrearse antes de Alejandro a través de Aristóteles o de algún contemporáneo. Calístenes, citado por Estrabón, utiliza la palabra philodoxia, de ahí los temas del ingens cupido o pothos apremiándolo hacia Siwa, como están de acuerdo Arriano y Quinto Curdo. Quizá la utilización de pothos es un modismo de Heródoto (como argumenta H. Montgomery, Gedanke und Tat), y Arriano permite que las palabras de Heródoto estropeen la pureza de su pesado estilo ático en la Anábasis (véase acharis atrekes). Montgomery incluye los muchos usos de la palabra en los historiadores de finales de la época helenística; esto sitúa la práctica de Arriano en perspectiva, con la única reserva de que estos primeros usos están limitados a un phótos para fundar una ciudad, ser rey de Asia, etc., los cuales son póthoi que se adecúan a la carrera de Alejandro. Por tanto, sería posible, aunque innecesario, argumentar que algún historiador de Alejandro creó la palabra; por muchas razones, me niego a creer esto último.
P. 452 Isidoro, Stathmoi 15 y 5, n, 10, 1 demuestra que Artacoana y la nueva Alejandría eran distintas. Si Alejandría es Herat, deberían haber estado bastante separadas.
Caps. 21-24. Peter Levi, Light Garden of the Angel King (1972) es un estudio elegante y perspicaz sobre Afganistán, basado en un viaje de seis meses y un estudio de los posibles emplazamientos griegos.
P. 623. La ruta inicial de Alejandro a través del Makran sigue siendo incierta. La propuesta de Stein (GJ, 1943) es una carretera demasiado fácil y se va a pique ante la insistencia de Estr. 15, 2,4-6 de que la marcha (repetidamente) tocaba la costa (aunque así lo expresa Estrabón, y carece de valor). Asimismo, supone que Alejandro abandonó su ruta por la costa tan pronto como la flota no se encontró con él cerca de su Alejandría. Por mi parte, lo dudo. La propuesta de Strasburger (Hermes, 1954) también es difícil; si Alejandro hubiese enviado a Toante para que inspeccionara la cercana orilla y la hubiese encontrado desierta, seguramente habría evitado una marcha a lo largo de ella. Sospecho que la verdad se encuentra entre Stein y Strasburger, con algunas curvas cuando los guías se equivocaron. Sin duda, la costa se ha alterado desde 324 a. C.
P. 666. Creo que no necesita ninguna prueba (en cualquier caso, no hay ningún testimonio sólido) de que el Decreto de los exiliados se envió a la Liga de Corinto. El Consejo, como en la recuperación de 302, se reunía con motivo de los principales festivales griegos, y, seguramente, el Decreto de Alejandro se reservó para los Juegos Olímpicos a fin de que coincidiera con una reunión del Consejo. Fue mantenido por Poliperconte en 319 cuando «liberó» a los griegos por medio de un edicto que recordaba en gran medida el propio edicto de Alejandro (DS 18, 56, en especial las últimas cláusulas). A pesar de las dudas de E. Will (Histoire politique du monde hellénistique, vol. 1, pp. 43 s.), todavía me inclino a favor del punto de vista de Larsen de que en 319 Poliperconte reactivó la Liga de Filipo. En este caso, es probable que el edicto de Alejandro sobre los exiliados, que él también reactivó, pasara a través de la misma unidad.
Los samios pueden sugerir otra cosa, puesto que fueron exiliados antes de que existiera la Liga, aunque fueron readmitidos en 324. Sin embargo, podría decirse que Filipo había forzado las cosas contra ellos en 338 y contra los propios estatutos de la Liga, al dejar a los atenienses en posesión de su isla. Al igual que las pequeñas ciudades beocias, Samos tenía derecho a ser «libre y autónoma», una cláusula que podría decirse que los sacerdotes atenienses infringieron. La decisión de Alejandro fue popular entre los otros griegos, y podría haber corregido la de Filipo en estas bases «legales» (cf. su disolución de la Liga Arcadia, también en 324). Si Alejandro solamente hubiese sacado un edicto completamente arbitrario, el precedente de Filipo no habría sido relevante o no habría merecido que se ampliase. Los atenienses pensaban que lo era, aunque fracasó. Por tanto, a fin de cuentas, no creo que los samios sean la excepción que refute mi punto de vista.
Ciertamente, la utilización de un edicto no era un acto nuevo de tiranía. No sabemos ni cuándo ni cómo les dieron «derecho» a Filipo y Alejandro para sacar diagrammata para las ciudades griegas, pero claramente Filipo lo hizo (DS 18, 56) y Alejandro sacó una para Éreso en 332, que por lo general se asume que era miembro de la Liga (GHI 191, líneas 35, 60, 129 y 142, donde «diagrapha» es diagramma, aunque las «leyes» son las de la propia Éreso, un aspecto demostrado por las líneas 132 s. El conciso y vivaz resumen de Filipo III en 90-100 no tiene en cuenta el hecho de que se condena a los tiranos por decisión propia de Éreso: cf. línea 60). La copia del gobierno de Alejandro a Quíos (¿también mediante diagramma?) puede estar abreviada, pero presenta una brusquedad ya en la década de 330 que no se había visto en las inscripciones griegas desde el auge del Imperio democrático de Atenas. El diagramma de 324 no fue un enfoque nuevo. Puede que incluso estuviera redactado de una forma más diplomática que sus predecesores.
Los detalles son peliagudos. El edicto en DS18, 8 es, en el mejor de los casos, un pasaje, e iba seguido por el diagramma completo que resolvía sobre una herencia compleja (línea 57) y la propiedad de una casa (10), un recuerdo de que no deberíamos minimizar la importancia de la cancillería de Alejandro. No obstante, la Liga de Filipo, tal como se reactivó en 302, también aprobaba títulos sobre la herencia (IGIV, 12, 28, línea 50 (34): kleronomoi), por lo que el edicto de Alejandro puede que sólo ordenara que esto se aplicara a los exiliados que regresaron en 324.
Otras cláusulas reales aparecen insinuadas mediante acuerdos entre el texto de Tegea y otros textos que restauran totalmente a los exiliados en todo el reinado de Alejandro. Tanto en Mitilene (GHI 202, línea 31) y Tegea (línea 57), se hace un juramento de amnistía: puede que Alejandro prohibiera esto por lo que hemos dicho, quizá como en Éfeso en 334 (Arr. 1, 17, 12). En Tegea y Calimna (Michel, n.° 417) había tribunales de jueces extranjeros por orden del diagramma (Michel, línea 44). En Mitilene (líneas 21-23), los jueces eran exiliados y ciudadanos, una divergencia que fortalece la visión de que esta ley es de 332, no de 334. De ser así, la resolución de Alejandro sobre los exiliados se desarrolló (prudentemente) entre 332 y 324. Para este arbitraje extranjero, al menos entre estados, cf. GHI 170, tal como estaba prescrito por la Liga. Una vez más, los estatutos de la Liga pueden ser la fuente para una resolución en el diagramma de 324.
Estas cláusulas, comunes a Tegea y Calimna, me convencen de que el diagramma de los exiliados estuvo circulando a través de una unidad centralizada, no sólo a través de la distante noche de Antípatro. La Liga de Filipo prohibía los exilios y cambios de gobierno; quizá donde estos «males» ocurrieran a pesar del Consejo, una cláusula «daba derecho» al rey a intervenir por medio del diagramma (de ahí GHI 191; también la sumisión de los rebeldes espartanos a la voluntad de Alejandro en 330). Esto no hace que el Decreto de los exiliados sea menos riguroso, pero significa que, en 324, Alejandro no estaba actuando necesariamente por un nuevo capricho despótico ni que estuviera despreciando todas las formalidades.
P. 698. La conferencia de H. Luschey sobre el León de Hamadán ha aparecido en Archaelogische Mitteilungen aus Irán (1968), p. 115. Cap. 32. W.H.S. Jones, Malaria in Ancient Greek History, identificó los síntomas de la «melancolía» con los de la histeria nerviosa que él había observado en casos de malaria. Yo lo pongo en duda, y, por otro lado, «melancolía» podría usarse de un modo más amplio; de ahí que Aristóteles diga que todos los grandes poetas y filósofos tienen algo de melancolía, una palabra que con frecuencia aparece junto con oxytes o agudeza. Esta inconstancia o rapidez nerviosa es lo que Efipo alegó de Alejandro.
Cap. 33. El tema de la «conquista universal» no es ciertamente una invención moderna de los alemanes como un motivo para Alejandro. Arr. 7, 15, 5 (donde los legousi pueden incluir a Ptolomeo y Aristóbulo). La (en mi opinión, contemporánea) inscripción sobre el Alejandro de Lisipo con la Lanza y, sobre todo, Aristób. F56, línea 23 implican que estaba en las mentes de los contemporáneos. Las preguntas de la «vulgata» en Siwa son, al menos, un testimonio para las habladurías que siguieron, y debería considerarse hasta qué punto las posteriores aspiraciones de Demetrio el Asediador, que ponían el énfasis en Atenas como señora del globo, eran debidas a sus propias ambiciones desmesuradas o a un juego sobre las propias aspiraciones de Alejandro. Lo último es más probable: S. Weinstock, Divus Julius (1972) rastrea de un modo extraordinariamente detallado los efectos de esto y muchas más cosas.