Pirrón de Elis empezó siendo un pintor desconocido y sin peculio; después se unió a Alejandro y le siguió a todas partes. Se encontró con los magos y habló con los gurús indios, y, como resultado de esto, su punto de vista cambió. Fundó el escepticismo, la filosofía más noble, insistiendo en que el juicio debe suspenderse y que de nada es posible decir que pueda conocerse. No hay ninguna cosa, decía, que sea buena o conmovedora, justa o injusta; nada existe realmente excepto por los hábitos y las convenciones de los hombres, y aquéllos gobiernan el modo en que éstos se comportan.
Pirrón vivió según estos principios. No evitaba nada ni tomaba precaución alguna contra el peligro, tanto si éste procedía de caminos, precipicios o perros; los ignoraba porque nunca confió en lo que le mostraban sus sentidos. Sobrevivió, pero, según dicen los hombres, sólo debido a que sus amigos paseaban siempre a su lado y lo vigilaban.
DIÓGENES LAERCIO,
Vidas de los filósofos, 9, 61