FÁBULA LIII

El Gallo, el Cerdo y el Cordero

(Suelen ciertos autores sentar como principios infalibles del arte aquello mismo que ellos practican.)

Había en un corral un gallinero;

en este gallinero un Gallo había;

y detrás del corral, en un chiquero,

un Marrano gordísimo yacía.

Ítem más, se criaba allí un Cordero,5

todos ellos en buena compañía;

y ¿quién ignora que estos animales

juntos suelen vivir en los corrales?

pues (con perdón de ustedes) el Cochino

dijo un día al Cordero: «¡Qué agradable,10

qué feliz, qué pacífico destino

es el poder dormir! ¡Qué saludable!

yo te aseguro, como soy gorrino,

que no hay, en esta vida miserable,

gusto como tenderse a la bartola,15

roncar bien y dejar rodar la bola.»

El Gallo por su parte al tal Cordero

dijo en otra ocasión: «Mira, inocente,

para estar sano, para andar ligero,

es menester dormir muy parcamente.20

El madrugar, en Julio u en Febrero,

con estrellas, es método prudente,

porque el sueño entorpece los sentidos,

deja los cuerpos flojos y abatidos.»

Confuso, ambos dictámenes coteja25

el simple Corderillo, y no adivina

que lo que cada uno le aconseja

no es más que aquello mismo a que se inclina.

Acá entre los autores ya es muy vieja

la trampa de sentar como doctrina30

y gran regla, a la cual nos sujetamos,

lo que en nuestros escritos practicamos.