FÁBULA XVIII

El Caminante y la Mula de Alquiler

(Los que empiezan elevando el estilo, se ven tal vez precisados a humillarle después demasiado.)

Harta de paja y cebada

una Mula de alquiler

salía de la posada,

y tanto empezó a correr,

que apenas el caminante5

la podía detener.

No dudo que en un instante

su media jornada haría;

pero algo más adelante

la falsa caballería10

ya iba retardando el paso.

«¿Si lo hará de picardía?…

«¡Arre!… ¿te paras?… Acaso

metiendo la espuela… Nada.

Mucho me temo un fracaso.15

«Esta vara, que es delgada…

menos… Pues este aguijón…

mas ¿si estará ya cansada?»

Coces tira… y mordiscón:

se vuelve contra el jinete…20

¡Oh qué corcovo, qué envión!

aunque las piernas apriete…

Ni por ésas… ¡Voto a quién!

Barrabás que la sujete…

Por fin dio en tierra… ¡Muy bien!25

¿y eras tú la que corrías?…

¡Mal muermo te mate, amén!

no me fiaré en mis días

de mula que empiece haciendo

semejantes valentías.30

Después de este lance, en viendo

que un autor ha principiado

con altisonante estruendo,

al punto digo: «¡Cuidado!

¡tente, hombre!, que te has de ver35

en el vergonzoso estado

de la mula de alquiler.»