FÁBULA IV

La Abeja y los Zánganos

(Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres grandes de la antigüedad; el mérito está en imitarlos.)

A tratar de un gravísimo negocio

se juntaron los zánganos un día.

Cada cual varios medios discurría

para disimular su inútil ocio;

y por librarse de tan fea nota5

a vista de los otros animales,

aun el más perezoso y más idiota

quería, bien o mal, hacer panales.

Mas como el trabajar les era duro,

y el enjambre inexperto10

no estaba muy seguro

de rematar la empresa con acierto,

intentaron salir de aquel apuro

con acudir a una colmena vieja,

y sacar el cadáver de una Abeja15

muy hábil en su tiempo y laboriosa;

hacerla, con la pompa más honrosa,

unas grandes exequias funerales,

y susurrar elogios inmortales

de lo ingeniosa que era20

en labrar dulce miel y blanca cera.

Con esto se alababan tan ufanos,

que una Abeja les dijo por despique:

«¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,

jamás equivaldrá vuestro zumbido25

a una gota de miel que yo fabrique.»

¡Cuántos pasar por sabios han querido

con citar a los muertos que lo han sido!

¡Y qué pomposamente que los citan!

Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan?30