CONCLUSIÓN

Pocos minutos después, mientras las chalupas volvían a bordo, Vargas, milagrosamente libre de las manos de los piratas, se encontraba entre los brazos de Juan y de Sao-King, a los cuales había creído muertos, y en los de Cirilo, a quien no había visto desde bacía tres días, y dudaba que viviera.

La Groninga se dio otra vez a la vela y abordó al Alción, que había sufrido nuevos destrozos con los tres o cuatro cañonazos de los piratas.

No queriendo el señor Wan Praat exponer a nuevos peligros a los hermanos Ferreira y a sus compañeros, y sabiendo ya dónde se encontraba la guarida de los Buitres del Estrecho de Torres, decidió transbordarlos al Alción.

Dick, que conocía todos los pasajes de la caverna, bastaba para guiarle en aquella empresa.

Se reparó el Alción como se pudo y el comandante dio cita a sus nuevos amigos en la bahía de Rockingham, prometiéndoles unirse a ellos lo más pronto posible y escoltarlos hasta Sidney, capital de la Nueva Gales del Sur.

A la puesta del sol de aquel día, el Alción volvió a emprender su fatigoso viaje siguiendo las costas orientales de Australia, mientras la Groninga volvió al estrecho para dar el golpe de gracia a los piratas.

A los tres días de llegar el Alción a la bahía, vieron llegar a la Groninga a toda vela, empavesada y con poquísimos daños.

Su comandante, Wan Praat, había triunfado por completo. Los piratas, en número de veinticinco, habían sido sorprendidos en su refugio antes de tener tiempo de embarcarse en sus chalupas, y habían sido muertos a cañonazos unos, y otros ahorcados.

Ocho días después de aquel importante hecho, las dos naves largaban anclas en Sidney, donde el Alción pasó a un astillero para las reparaciones necesarias.

No se tardó menos de un mes en ponerlo en condiciones de volver a atravesar el Océano Pacífico.

Por último, bien provisto y tripulado, se alejó definitivamente de las costas de Australia, al mando del señor Vargas, nombrado capitán por unanimidad, y dos meses después llegaba al Callao.

El Alción, propiedad de tos cuatro amigos, ha continuado sus travesías del Pacífico, pero no como nave de transporte de los infelices coolies del Celeste Imperio. A la carne amarilla ha sustituido el guano, con iguales provechos y menos peligro.