EL ÚLTIMO RINCÓN

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El último y el primero:

rincón para el sol más grande,

sepultura de esta vida

donde tus ojos no caben.

Allí quisiera tenderme

para desenamorarme.

Por el olivo lo quiero,

lo percibo por la calle,

se sume por los rincones

donde se sumen los árboles.

Se ahonda y hace más honda

la intensidad de mi sangre.

Carne de mi movimiento,

huesos de ritmos mortales,

me muero por respirar

sobre vuestros ademanes.

Corazón que entre dos piedras

ansiosas de machacarle,

de tanto querer te ahogas

como un mar entre dos mares.

De tanto querer me ahogo,

y no me es posible ahogarme.

¿Qué hice para que pusieran

a mi vida tanta cárcel?

Tu pelo donde lo negro

ha sufrido las edades

de la negrura más firme,

y la más emocionante:

tu secular pelo negro

recorro hasta remontarme

a la negrura primera

de tus ojos y tus padres;

al rincón de pelo denso

donde relampagueaste.

Ay, el rincón de tu vientre;

el callejón de tu carne:

el callejón sin salida

donde agonicé una tarde.

La pólvora y el amor

marchan sobre las ciudades

deslumbrando, removiendo

la población de la sangre.

El naranjo sabe a vida

y el olivo a tiempo sabe

y entre el clamor de los dos

mi corazón se debate.

El último y el primero:

náufrago rincón, estanque

de saliva detenida

sobre su amoroso cauce.

Siesta que ha entenebrecido

el sol de las humedades.

Allí quisiera tenderme

para desenamorarme.

Después del amor, la tierra.

Después de la tierra, nadie.

(CRA)