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Yo sé que ver y oír a un triste enfada,

cuando se viene y va de la alegría,

como un mar meridiano a una bahía,

a una región esquiva y desolada.

Lo que he sufrido y nada, todo es nada,

para lo que me queda todavía

que sufrir, el rigor de esa agonía

de andar de este cuchillo a aquella espada.

Me callaré, me apartaré si puedo

con mi constante pena, instante, plena,

adonde ni has de oírme ni he de verte.

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,

pero me voy, desierto y sin arena:

Adiós, amor; adiós, hasta la muerte.

(RNC)