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La pena hace silbar, lo he comprobado,

cuando el que pena, pena malherido,

pena de desamparo desabrido,

pena de soledad de enamorado.

¿Qué ruy-señor amante no ha lanzado

pálido, fervoroso y afligido,

desde la ilustre soledad del nido

el amoroso silbo vulnerado?

¿Qué tórtola exquisita se resiste

ante el silencio crudo y favorable

a expresar su quebranto de viuda?

Silbo en mi soledad, pájaro triste,

con una devoción inagotable,

y me atiende la sierra siempre muda.