LA MORADA AMARILLA

[9]

A María Zambrano

¡Apunta Dios! la espiga en el sembrado

florece Dios, la vid, la flor del vino.

(Tiró por recoger multiplicado

su fortuna de troj el campesino,

mque, como pobre, en ambicioso pica).

Muy pobremente rica,

muy tristemente bella,

la tierra castellana ¿se dedica?

a ser Castilla: ¿ella?

El desamparo cunde —¡qué copioso!—

al amparo —¡qué inmenso!—, de la altura.

Inacabable mapa de reposo,

sacramental llanura:

de más la soledad y la hermosura.

Pan y pan, vino y vino,

Dios y Dios, tierra y cielo…

Enguizgando a las aves y al molino

pasa el aire de vuelo.

Sube la tierra al cielo paso a paso,

bajo el cielo a la tierra de repente

(un azul de llover cielo cencido

bueno para marido):

cereal y vinícola en el raso,

Dios, al fin accidente,

hace en la viña y en las mieses nido.

¡Qué morada! es Castilla:

¡Qué morada! de Dios y ¡qué amarilla!

¡Qué solemne! morada

de Dios la tierra arada, enamorada,

la uva morada y verde la semilla.

¡Qué cosechón! de páramo y llanura.

¡Qué lejos!, ¡ay!, de trigo.

¡Qué hidalga paz! ¡Qué mística verdura!

y ¡qué viento! rodrigo.

Páramo mondo: mondas majestades:

mondo cielo: luz monda: mondo olivo:

monda paz: y silencio mondo y vivo:

¡soledad!: ¡soledad de soledades!,

con una claridad a la redonda

viuda, sola y monda.

¡No hay luz! más aflictiva.

¡No hay altura! más honda.

¡No hay angustia! más viva.

La copa fugitiva

del chopo, verde copo

de cielo en cielo, cielo al cielo priva

en un celeste anhelo:

¡chopo!: copo de cielo,

que es menos que ser cielo y más que chopo,

chopo de cielo: ¡copo!

Por viento al horizonte va el molino:

por gracia, luz, molienda y movimiento:

y se queda parado en el camino,

pacífico un momento,

gracia, molienda, luz, pero no viento.

¡Soledad trina y una! castellana:

Dios: al viento, el molino y la besana.

La luz es un ungüento

que cura la mirada del espanto.

Se levanta el jilguero,

cereal ¡tanto y tanto!

de trigo y voz provisto.

(—No amedrentes el ave, meseguero,

que hace celeste el pan, un poco cristo).

Se impacienta la espiga por la siega

con la impaciencia de la brisa encima,

membruda enamorada de las hoces.

… Esta Mancha manchega,

¿por qué? se desarrima

al cielo en este tiempo, y le da voces.

¡Tan bien! que está el cordero

sobre la línea pura del otero

paciendo sobre el cielo cabizbajo

las cabizaltas flores.

¡Tan bien! que está, ya arriba, y aun abajo,

la soledad lanar de los pastores,

proveyendo distancias

de soledad, de amor, de vigilancias,

encima de la loma

que lo deja en el cielo que lo toma.

La espiga rabitiesa

nutrida de altitudes…

¡Isidro!, ¡Juan!, ¡Teresa!,

¡Alonso!, ¡Ruy!… ¿qué fueron? las virtudes.

La viña alborotada

está la mies revuelta:

ruedo es la era ya de polvo y nada:

¡tanto que fue! la era, por la trilla,

todo de Dios, en Dios siempre resuelta.

—De casta te vendrá lo de Castilla,

¡oh campal ricahembra! castellana,

asunto, como Dios, de la semilla.

No esperes a mañana

para volver al pan, a Dios y al vino:

con ellos tu destino.

Y has de ser resumible ¡siempre!, amiga,

en un racimo, un cáliz y una espiga.