PRIMERA LAMENTACIÓN
DE LA CARNE
[8]
Copada por el sol la nieve novia,
caudal como estos ojos,
activa su ilustrísima victoria
montés, torna su ocio.
El sol ya panifica soledades
su luz es ya membruda.
Y yo me altero ya bajo mi carne,
bajo su dictadura.
A punto de ser flor y no ser nada
está tu flor, almendra,
en amor, concibiendo la enramada,
la madre de la tierra.
No seas, primavera; no te acerques,
quédate en alma, almendro:
sed tan sólo un propósito de verdes,
de ser verdes sin serlo.
Por qué os marcháis, espirituales fríos,
eneros virtüosos,
donde mis fuegos imposibilito
y sereno mis ojos.
Conflicto de mi cuerpo enamorado,
lepanto de mi sangre…
Sólo puede haber peces y descansos
donde no hay carne, ¡ay carne!
Malaganas me ganan, con meneos
y aumentos de pecados;
me corrijo intenciones y deseos
en vano, en vano, en vano.
Discurre el pensamiento a todas horas
lo que a ti se te ocurre,
carne llena de infamias amorosas,
déjame que me escuche.
Lo que quieren mis ojos y mis dedos,
no es lo que me apetece.
Por no darte más carne, te doy juegos,
me doy más vida, oh Muerte.
Oh Muerte, oh inmortal almendro cano:
mondo, pero florido,
sálvame de mi cuerpo y sus pecados,
mi tormento y mi alivio.
La desgracia del mundo, mi desgracia
entre los dedos tengo,
oh carne de orinar, activa y mala,
que haciéndome estás bueno.