PRIMERA LAMENTACIÓN
DE LA CARNE

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Copada por el sol la nieve novia,

caudal como estos ojos,

activa su ilustrísima victoria

montés, torna su ocio.

El sol ya panifica soledades

su luz es ya membruda.

Y yo me altero ya bajo mi carne,

bajo su dictadura.

A punto de ser flor y no ser nada

está tu flor, almendra,

en amor, concibiendo la enramada,

la madre de la tierra.

No seas, primavera; no te acerques,

quédate en alma, almendro:

sed tan sólo un propósito de verdes,

de ser verdes sin serlo.

Por qué os marcháis, espirituales fríos,

eneros virtüosos,

donde mis fuegos imposibilito

y sereno mis ojos.

Conflicto de mi cuerpo enamorado,

lepanto de mi sangre…

Sólo puede haber peces y descansos

donde no hay carne, ¡ay carne!

Malaganas me ganan, con meneos

y aumentos de pecados;

me corrijo intenciones y deseos

en vano, en vano, en vano.

Discurre el pensamiento a todas horas

lo que a ti se te ocurre,

carne llena de infamias amorosas,

déjame que me escuche.

Lo que quieren mis ojos y mis dedos,

no es lo que me apetece.

Por no darte más carne, te doy juegos,

me doy más vida, oh Muerte.

Oh Muerte, oh inmortal almendro cano:

mondo, pero florido,

sálvame de mi cuerpo y sus pecados,

mi tormento y mi alivio.

La desgracia del mundo, mi desgracia

entre los dedos tengo,

oh carne de orinar, activa y mala,

que haciéndome estás bueno.