4
Los monstruos

Cuando Roberto se puso de nuevo bien, decidió quedarse a vivir algún tiempo en la casa del Laberinto.

Propuso a Odilia si quería ser el ama de llaves, y la muchacha aceptó y trajo criados y criadas. Roberto comenzó también sus viajes en el Argonauta. Llevaba a Santa, a Odilia y a Galardi, y no le llevaba al faquir porque a todos ellos les disgustaba.

Fueron en julio a Escila a presenciar la pesca del pez espada.

Un día de verano, en la playa, Galardi cogió un pulpo bastante grande en las peñas de la Punta Rosa, e hizo un agujero en la arena y lo dejó allí debajo de una cesta. Roberto, que se iba a bañar, lo sacó del agujero. El pulpo, que quería escaparse, rodaba por la arena rápidamente a buscar el mar, y O’Neil riendo le detenía.

Perdiendo el miedo, le llegó a coger; el pulpo le echaba sus tentáculos, llenos de ventosas, a las piernas o al cuerpo, y él los soltaba; al último, el animal, furioso, se lanzó a él, lo estrechó entre sus brazos y Roberto dio un grito.

Galardi corrió al ver lo sucedido, sacó un cuchillo, se lo clavó al monstruo en la boca, y viendo que ni aun así soltaba la presa, lo desgarró con las manos e hizo que muriera echando espumarajos de sangre.

Galardi era un vasco decidido y valiente.

Cuando el pulpo soltó sus tentáculos, las ventosas le habían hecho a Roberto manchas rojas en los brazos y en el cuello.

—Otra vez no haga usted tonterías así —le dijo don Juan a Roberto de mal humor.

O’Neil se rió.

Cuando se acercaron Odilia y Santa, vieron el pulpo muerto en el suelo.

—¿Para qué lo ha matado usted? —preguntó Odilia a Galardi—. Nos divertíamos con él.

—A estos monstruos feos hay que matarlos —contestó él.

—Ellos no tienen la culpa de ser monstruos —replicó Odilia.

Con este motivo, por la noche hubo una discusión de moral entre O’Neil, Galardi, Odilia y Santa.

¿Había monstruos en la naturaleza o no los había? No se trataba de teratología física; ya se sabía que había fetos con dos cabezas y sin nariz, sino más bien de teratología moral.

¿Había monstruos entre los hombres? Un hombre que odiase a su padre y a su madre y martirizase a su hijo, ¿era un monstruo o era un producto de la naturaleza, como otro cualquiera, como, por ejemplo, un tigre o un cocodrilo?

Odilia, y en parte Roberto, defendían la tesis de que cada uno debía ser como es y afirmarse con energía en lo bueno y en lo malo. Odilia decía que la mujer que no quería a su marido, el hombre que no quería a su mujer, la madre que sentía indiferencia por el hijo, o el hijo por la madre debían obrar conforme a sus sentimientos, sin ocuparse para nada de preceptos.

Roberto se inclinaba a pensar que había que separar siempre lo que es de lo que debe ser, que todo en la naturaleza es natural y necesario.

Santa creía que con amor y con deseo del bien se podía conseguir lo imposible. Respecto a don Juan, él todo lo hubiese querido arreglar con cárceles, policías y fusilamientos.

Para él el mundo debía ser como un barco. ¿Cumple usted? Muy bien. ¿No cumple usted? A la cárcel.

Naturalmente, ninguno de los cuatro se puso de acuerdo; pero a Roberto le sirvió la discusión para comprender mejor el tipo psicológico de Galardi, de Santa y de Odilia.