Libro primero
La vida de Juan Galardi

1
Un poco de superstición

Realmente, es una fantasía muy gastada el hablar de predicciones de adivinos, de magos o de pitonisas; pero como el propio interesado afirma con cierta candidez que la predicción de una gitana se verificó tal como él la cuenta, le daremos paso libre, sin otorgarle demasiado valor.

Iba a embarcarse en el brick-barca La Abundancia, en el puerto de Barcelona, el joven piloto Juanito Galardi. Marchaba en compañía del contramaestre y del sobrecargo del brick cuando, al ir a bajar las escaleras del muelle para tomar el bote, se encontraron con una gitana que quiso echarles la buenaventura.

Juanito Galardi era por entonces un muchacho alto, delgado, de ojos castaños y de expresión audaz. Tenía veintiún años; llevaba patillas, para darse aire de lobo de mar, e iba vestido de azul.

La gitana, a pesar de que los tres marinos se habían negado igualmente a que les dijera la buenaventura, se dirigió principalmente a Galardi como el más joven.

—Ande usted, capitán —le dijo—. ¿Quiere usted que le diga la buenaventura?

—No, aunque me llames general. No tengo tiempo, ni curiosidad tampoco.

—Ande usted, señorito, que es usted muy guapo, y que le tengo que decir, por la gloria de Dios, cosas que le han de gustar mucho.

—Bueno, bueno. Vete —murmuró el joven piloto—; no tengo ganas de oír tonterías.

—Tonterías, no; la verdad. ¡Anda, resalao, que tienes ojos de gavilán goloso!, y que te voy a decir el nombre de las gachís que se han enamorado de ti y de las que se van a enamorar.

—Nada, nada —exclamó el marino—; no aciertas; por ahora no se ha enamorado ninguna.

—Hay una morena que está penando por tus pedazos. Vamos, cara de emperador, ¿te digo la buenaventura?

—Otro día; hoy tenemos mucha prisa.

—Bueno; pues dame una limosnita, resalao, que vas a tener mucha suerte con las mujeres.

El joven piloto le dio una moneda de cobre a la gitana antes de entrar en la barca, y dijo:

—Que conste que en eso de tener suerte con las mujeres no has acertado, porque lo que es hasta ahora no he tenido ninguna.

—Pues la tendrás; por éstas que la tendrás —replicó la gitana, besándose los dedos en cruz como si estuviera muy segura y muy convencida de ello.

Luego se arregló su mantón y se marchó por el muelle, zarandeando las caderas y moviendo con un movimiento de campana los faralaes de su vestido.