Si en el firmamento poder yo tuviera,
esta noche negra lo mismo que un pozo,
con un cuchillito de luna lunera,
cortara los hierros de tu calabozo.
Si yo fuera reina de la luz del día,
del viento y del mar,
cordeles de esclava yo me ceñiría
por tu libertad.
¡Ay, pena, penita, pena!, ¡pena!,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas, ¡pena!,
con la fuerza de un ciclón.
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe adónde va.
Es un desierto de arena, ¡pena!,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, pena! ¡Ay, pena!
¡Ay, pena, penita, pena!
Rafael de León (Quintero, León y Quiroga),
«¡Ay, pena, penita, pena!» (1952).