Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!».
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!».
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil
clamando: «¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!».
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo
César Vallejo, «Masa»,
España, aparta de mí este cáliz (1937).