293
DISIMULO BENÉVOLO.— Es necesario en el trato de los hombres recurrir a un disimulo benévolo, como si no penetráramos los motivos de su conducta.
294
COPIAS.— No es raro encontrar copias de hombres de consideración, y la mayor parte de las personas, como sucede con los cuadros, tienen mayor aprecio por las copias que por los originales.
295
EL ORADOR.— Se puede hablar de una manera perfectamente justa, y sin embargo, de modo que todo el mundo pregone lo contrario; es cuando no se habla para todo el mundo.
296
FALTA DEL ABANDONO.— La falta del abandono entre amigos es una falta que no puede repetirse sin hacerse irremediable.
297
SOBRE EL ARTE DE DAR.— La obligación de rehusar un don únicamente porque no es ofrecido con buenas maneras, prepara contra el dador.
298
EL ADICTO MÁS PELIGROSO.— En todo partido existe un hombre que, profesando exageradamente los principios de ese partido, excita a los demás a desertar de él.
299
CONSEJEROS DEL ENFERMO.— Quien da consejos a un enfermo, se asegura un sentimiento de superioridad sobre él, sean seguidos o rechazados. Tal es la causa de que los enfermos irritables y orgullosos aborrezcan a los consejeros más que a la enfermedad misma.
300
DOS ESPECIES DE IGUALDAD.— La sed de igualdad puede manifestarse en que se quiere, o bien someter a los demás rebajándolos, reduciéndolos al silencio, mirándolos sobre el hombro, o bien elevarse con todos (haciéndoles justicia, ayudándolos, regocijándose de los éxitos de otros).
301
CONTRA EL ENCOGIMIENTO.— El medio mejor de socorrer a las personas que se hallan muy agobiadas y de tranquilizarlas, consiste en alabarlas de una manera decidida.
302
PREFERENCIA POR CIERTAS VIRTUDES.— Nosotros esperamos para dar valor particular a la profesión de una virtud, haber notado su completa ausencia en nuestros enemigos.
303
POR QUÉ SE CONTRADICE.— SE contradice frecuentemente una opinión, mientras que en realidad es solamente el tono en que se nos ha presentado el que no nos es simpático.
304
CONFIANZA Y CONFIDENCIA.— El que busca con propósito deliberado penetrar en lo confidencial de otra persona, no está de ordinario cierto de poseer su confianza. El que está seguro de la confianza, da poco valor a la confidencia.
305
EQUILIBRIO DE LA AMISTAD.— Muy a menudo, en nuestras relaciones con otro, la vuelta al justo equilibrio de la amistad se consigue si añadimos en nuestro platillo algunos granos de injusticia.
306
LOS MÉDICOS MÁS PELIGROSOS.— Los médicos más peligrosos son los que nacidos comediantes, imitan al médico nacido con un arte consumado de ilusión.
307
CUÁNDO LAS PARADOJAS SE HALLAN EN SU PUESTO.— Para atraerse a las personas de ingenio en favor de una proposición basta a veces presentarla bajo la forma de una paradoja monstruosa.
308
CÓMO SE GANA A LAS PERSONAS DE VALOR.— Para atraer a las personas de valor a una acción basta presentarla mucho más peligrosa de lo que es.
309
GRACIOSIDADES.— Las personas que odiamos cometen según nosotros un crimen cuando nos hacen algún favor.
310
HACER ESPERAR.— Seguro medio de exasperar a las personas y de inculcarles malos pensamientos es hacerlas esperar. Esto hace inmoral.
311
CONTRA LOS CONFIADOS.— Las personas que nos brindan su plena confianza creen por ello tener derecho a la nuestra. Es un error de razonamiento: los dones no dan derecho.
312
MEDIO DE APACIGUAMIENTO.— Basta a menudo presentar a otro a quien hayamos causado algún agravio la ocasión de expresar alguna palabra en favor nuestro, para procurarle una satisfacción personal, para disponerle bien con relación a nosotros.
313
VANIDAD DE LA LENGUA.— Sea que el hombre oculte sus malas cualidades y sus vicios, sea que los confiese con franqueza, su vanidad desea siempre, en uno y otro caso, encontrar una ventaja; obsérvese con qué finura distingue ante quien oculta sus cualidades y ante quien es honrado y franco.
314
POR CONSIDERACIÓN.— No querer mortificar, no querer herir a nadie, puede ser lo mismo una muestra de justicia como de timidez.
315
INDISPENSABLE PARA LA DISPUTA.— El que no sabe poner sus ideas entre hielo no debe empeñarse en el calor de la discusión.
316
FRECUENTACIÓN Y ARROGANCIA.— Olvida uno la arrogancia siempre que se sabe entre personas de mérito; estar solo produce presunción. Los jóvenes son arrogantes, pues frecuentemente sus compañeros todos, no siendo nada, quieren pasar por ser mucho.
317
MOTIVO DEL ATAQUE.— No se ataca solamente por hacer mal a alguno, por vencerlo, sino quizá también por el solo placer de adquirir conciencia de la propia fuerza.
318
ADULACIÓN.— Las personas que en nuestras relaciones con ellas quieren aturdir nuestra prudencia con sus lisonjas, usan de un medio peligroso, semejante al narcótico, que si no adormece, nos tiene más insomnes.
319
BUEN EPISTOLAR.— El que no escribe libros, piensa mucho y vive en una sociedad que no le supera, es siempre un buen epistológrafo.
320
LO MÁS FEO POSIBLE.— Ningún viajero ha encontrado en ninguna parte del mundo sitios más feos que en la faz humana.
321
LOS COMPASIVOS.— Las naturalezas compasivas, prontas a socorrer en el infortunio, son rara vez al mismo tiempo complacientes; son superfluas, no se sienten en posesión de su superioridad, y por eso muestran fácilmente su despecho.
322
PADRES DE UN SUICIDA.— Los padres de un suicida suelen abominar al hijo para dejar a salvo su reputación.
323
PREVER LA INGRATITUD.— El que da algo grande no encuentra reconocimiento, pues al favorecido le pesa demasiado la grandeza.
324
EN UNA SOCIEDAD SIN ESPÍRITU.— Nadie es capaz de buena voluntad para el hombre espiritual por su cortesía, cuando se pone al nivel de una sociedad en que no es cortés ser espiritual.
325
PRESENCIA DE TESTIGOS.— Cualquiera es capaz de arrojarse dos veces tras de un hombre que cae al agua, si hay personas que no se atreven a hacerlo.
326
CALLARSE.— La manera más desagradable de replicar en una polémica es la de enojarse y la de callar, pues el agresor interpreta ordinariamente el silencio como desprecio.
327
EL SECRETO DEL AMIGO.— Habrá pocas personas que si se hallan embarazadas por no encontrar materia de conversación, guarden los secretos del amigo.
328
HUMANIDAD.— Lo humano de las celebridades del espíritu, en sus relaciones con personas no célebres, consiste necesariamente en el agravio que infieren.
329
EL EMBARAZADO.— Los hombres que no se sienten satisfechos en sociedad, aprovechan cualquier ocasión para hacer sobre cualquiera de los que le rodean prueba pública de superioridad, por ejemplo, incomodándole.
330
AGRADECIMIENTO.— Un alma delicada se duele de saber que alguien le debe reconocimiento; un alma grosera al saber que se lo debe a alguien
331
SIGNO DE INCOMPATIBILIDAD.— El indicio más fuerte de la incompatibilidad de miras entre dos hombres que se hablen recíprocamente con algo de ironía, sin que ni el uno ni el otro la sientan.
332
PRETENSIÓN A PROPÓSITO DE SERVICIOS.— La pretensión a propósito de los servicios que se prestan, ofende más todavía que la pretensión sin esos servicios; el servicio por ése solo hecho es una ofensa.
333
PELIGRO EN LA VOZ.— Alguna vez, en la conversación, el sonido de nuestra propia voz nos causa molestia y nos lleva a afirmaciones que no están del todo conformes con lo que opinamos.
334
TEMOR AL PRÓJIMO.— Tememos en el prójimo una disposición hostil, porque tememos que por esa disposición penetre nuestros secretos.
335
DISTINGUIR POR LAS CENSURAS.— Las personas muy distinguidas distribuyen sus censuras de manera que notemos su distinción.
336
DESPECHO POR BENEVOLENCIA DE OTRO.— Siempre exageramos el grado de odio o de temor que creemos inspirar, pues si conocemos a fondo el grado de nuestro alejamiento de una persona, de una tendencia, de un partido, éstos, por el contrario, nos conocen muy superficialmente, y por esta razón nos odian superficialmente también. Encontramos a menudo una benevolencia inexplicable que nos ofende, porque muestra que no se nos toma bastante en serio.
337
VANIDADES QUE SE CRUZAN.— Cuando se encuentran dos personas cuya vanidad es igualmente grande, se impresionan malamente porque se halla tan preocupada cada una en la impresión que quiere producir sobre la otra, que ambas se dan cuenta al fin que su afán es necio, y se imputan mutuamente la falta.
338
MALOS MODALES, BUENA SEÑAL.— El espíritu superior encuentra placer en las faltas de tacto, en las arrogancias, en las hostilidades de los jóvenes ambiciosos; son éstos como resabios de caballos fogosos, que no ha montado ningún jinete y que muy pronto se mostrarán orgullosos de llevarlos.
339
CUÁNDO ES OPORTUNO SER CULPADO.— Se hace muy bien en aceptar inculpaciones, sin rechazarlas, aunque nos agravien, cuando su autor siente mayor agravio de nuestra parte si lo replicamos o le refutamos. Es verdad que a un hombre puede inculpársele siempre cuando es razonable.
340
POCO HONRADO.— Las personas presuntuosas a quienes se ha dado señales de estimación menor de la que esperaban, buscan largo tiempo el modo de cambiarlas en sí mismas y en los demás, haciéndose sutiles psicólogos para llegar a concluir que se les ha honrado suficientemente: si no alcanzan su fin, si se rasga el velo de su ilusión, se entregan a un terrible furor.
341
ECOS DE ESTADOS PRIMITIVOS EN EL DISCURSO.— En la manera con que los hombres emiten hoy sus afirmaciones en el mundo, se reconoce frecuentemente un eco del tiempo en que se inclinaban a las armas: tan pronto sostienen sus afirmaciones como los tiradores al blanco su fusil, tan pronto se cree sentir el roce y el chocar de las espadas: en algunos hombres, una afirmación cae silbando como un proyectil. Las mujeres, por el contrario, hablan como seres que durante siglos estuvieran sentadas al pie del huso o manejando la aguja o jugando como niñas con los niños.
342
EL NARRADOR.— El que hace una narración, un cuento, deja fácilmente notar por qué el hecho le interesa o por qué quiere interesar. En el último caso exagerará, usará de superlativos y de procedimientos semejantes. Entonces narra muy mal, porque no piensa tanto en el hecho como en él mismo.
343
EL LECTOR.— El que lee en alta voz poemas dramáticos descubre su propio carácter: encuentra su voz más natural para ciertas situaciones y escenas que para otras; por ejemplo, para todo lo que es patético o para todo lo que es bufo, mientras que en la vida ordinaria quizá no tendría ocasión ni aun de mostrar la pasión o la agudeza de ingenio.
344
UNA ESCENA DE COMEDIA QUE SE REPRESENTA EN LA VIDA.— Hay quien por la reflexión llega a una opinión ingeniosa para exponerla en una reunión. Podría entonces hacerse una comedia viendo cómo despliega todas las velas para llegar a ese punto y embarcar hacia lugar donde pueda ser notada, cómo a veces, perdida la dirección, vuelve a tomarla hasta perder el aliento casi; entonces alguno le adelanta la observación, se la quita de la boca. ¿Qué hará? ¿Oponerse a su propia opinión?
345
IMPOLÍTICO MAL DE SU GRADO.— Cuando un hombre, mal de su grado, comete una falta de política hacia alguno, por ejemplo, no lo saluda, se siente contrariado, aunque no pueda hacer reproche alguno a sus intenciones; sufre por la mala opinión que ha podido despertar en otro respecto de sí o teme las consecuencias de una desavenencia: pueden excitarse así al vanidad o el temor o la simpatía, o quizá todo a un mismo tiempo.
346
OBRA MAESTRA DE TRAICIÓN.— Expresar contra un conjurado la enojosa sospecha de que os traiciona, en el momento mismo en que traicionáis, es un golpe maestro, porque obligáis a aquél a ocuparse de su persona y a mostrar durante algún tiempo una conducta exenta de toda sospecha, franca y abierta; de modo que el verdadero traidor queda enteramente libre para proceder.
347
OFENDER Y SER OFENDIDO.— Es más agradable ofender y pedir perdón después, que ser ofendido y conceder el perdón. El que hace lo primero manifiesta una prueba de su poder, primero, y después, de su bondad de carácter. El otro, si no quiere pasar por inhumano, está obligado a perdonar; el gozo que procura la humillación de otro es muy escaso.
348
EN LA DISPUTA.— Cuando uno contradice una opinión y al mismo tiempo expone la propia, el continuo ocuparse de la opinión ajena desordena ordinariamente la actitud natural de nuestra opinión: se muestra más decidida, más decisiva, y hasta quizá exagerada.
349
ARTIFICIO.— El que quiere obtener de otro alguna cosa difícil, no debe de ningún modo presentarla como un problema, sino establecer simplemente su plan como si fuera el único posible: desde el momento en que vea por la mirada del interlocutor que va a aparecer la objeción, la réplica, rompa con viveza la conversación para no dejarle tiempo.
350
REMORDIMIENTOS QUE SIGUEN A CIERTAS REUNIONES.— ¿Por qué sentimos remordimiento después de habernos encontrado en reuniones vulgares? Porque hemos tratado muy ligeramente cosas importantes, porque hablando de ciertas personas no hemos hablado de buena fe o porque hemos guardado silencio cuando debimos tomar la palabra, porque en la ocasión oportuna no nos levantamos bruscamente dejando esa compañía, porque, en fin, nos hemos conducido en ella como si a ella perteneciéramos.
351
UNO ES JUZGADO ERRÓNEAMENTE.— El que escucha los juicios que de él se hacen, estará siempre disgustado, pues somos malamente juzgados por los que nos tienen cerca («que nos conoce mejor»). Aún los buenos amigos dejan a veces escapar su desacuerdo: ¿y serían amigos nuestros si nos conocieran bien? Los juicios de los indiferentes hacen mucho daño, porque tienen un tono de imparcialidad casi impersonal. Pero si advertimos que alguno que nos es hostil conoce algún secreto nuestro, nos sentimos cogidos por el despecho.
352
TIRANÍA DEL RETRATO.— Los artistas y los hombres de Estado que por rasgos aislados componen la imagen entera de un hombre o de un suceso, son siempre injustos, porque exigen que sea realmente tal como lo han pintado.
353
EL PADRE CONSIDERADO COMO EL MEJOR AMIGO.— Los griegos, que sabían tan bien lo que es un amigo, hicieron un estudio filosófico, profundo, múltiple, de la amistad, al punto de ser los primeros y hasta hoy los últimos para quienes el amigo ha parecido un problema digno de solución: esos mismos griegos han adjudicado a los padres un término que es el superlativo de la palabra «amigo». Esto es para mí inexplicable.
354
HONRADEZ DESCONOCIDA.— Cuando alguno en la conversación se cita a sí mismo («yo digo», «yo tengo costumbre decir») nos molesta la pretensión, mientras que, a la inversa, nos parece lo contrario.
355
EL PARÁSITO.— Es señal de la falta de sentimientos nobles vivir en la dependencia, a expensas de otro, para no trabajar, y ordinariamente con cierta secreta prevención contra aquéllos de quienes depende. Tal disposición es mucho más frecuente entre los hombres que entre las mujeres, y también mucho más perdonable (por razones históricas).
356
EN EL ALTAR DE LA RECONCILIACIÓN.— Hay circunstancias en las cuales el medio de obtener una cosa de un hombre es herirle y hacer de él un enemigo: este sentimiento de tener un enemigo le atormenta a tal punto, que aprovecha el primer indicio de disposición más suave para reconciliarse, y sacrifica en el altar de la reconciliación aquéllas que antes no quería hacer ningún precio.
357
RECLAMAR PIEDAD, SIGNO DE PRETENSIÓN.— Hay hombres que cuando se encolerizan y ofenden a los demás, exigen con esto, primeramente, que nada se tome a mal en ello, y después, que se les tenga compasión porque están sujetos a paroxismos tan violentos. A tanto alcanza la pretensión humana.
358
CEBO.— «Todo hombre tiene su precio»: esto no es exacto. Pero puede encontrarse para cada cual el cebo apropiado. Así, para ganar muchas personas a una causa, no hay más que dar a ésta el barniz de la filantropía, de la nobleza, de la beneficencia, de sacrificio, ¡y a qué causa no podrá dársele!… Es el confite y la golosina para sus almas; pero hay también otros cebos.
359
CONTINENCIA EN RELACIÓN AL ELOGIO.— Si buenos amigos alaban la Naturaleza bien dotada, ésta se mostró a menudo contenta por cortesía y benevolencia, ¡pero en realidad es igual! Su esencia particular es indolente a este respecto, y por consiguiente, mal dispuesta a dar un paso para salir del sol o de la sombra en que se halla reclinada; pero como los hombres, por la alabanza, quieren contestar, sería disgustarlos no manifestarse contento de sus alabanzas.
360
LA EXPERIENCIA DE SÓCRATES.— Cuando se ha llegado a ser maestro en una cosa, se es por lo general aprendiz en la mayor parte de las otras, pero creyendo siempre lo contrario, como Sócrates. Tal es lo que hace desagradable el trato de los maestros.
361
MEDIOS DE DEFENSA.— En la lucha con la necedad, los hombres más moderados acaban por ser brutales. Quizá están por ello en el verdadero camino de la defensa, pues ante un contrario estúpido, el argumento que conviene es el puño cerrado.
362
CURIOSIDAD.— Si la curiosidad no existiera, se haría muy poco por el prójimo. Porque la curiosidad se insinúa bajo el nombre de deber o de compasión en la casa del que sufre y del necesitado. Quizá aun en el famoso amor maternal exista una buena parte de curiosidad.
363
EQUIVOCACIONES DE LA SOCIEDAD.— Este desea hacerse interesante por sus juicios, aquél por sus simpatías y sus aversiones, el tercero por sus conocimientos, el cuarto por su aislamiento, y todos se equivocan, pues el único espectáculo digno de consideración es uno mismo.
364
DUELO.— En favor del honor y de los duelos, puede decirse que si un hombre tiene un noble sentimiento tan arraigado que no puede vivir si tal o cual dice o piensa tal o cual cosa sobre su persona, puede exigir la muerte del uno o del otro. Esta susceptibilidad no hay que discutirla; somos en esto los herederos del pasado, de su grandeza, así como de sus exageraciones, sin las cuales no existió jamás la grandeza. Es un gran beneficio que exista hoy un código de honor que hace de la primera sangre el equivalente de la muerte, de manera que después de un duelo parece que se alivia la conciencia, porque de otro modo muchas existencias humanas estarían en peligro. Tal institución enseña, por otra parte a los hombres a reprimirse.
365
NOBLEZA Y RECONOCIMIENTO.— Una alma noble se sentirá de buen grado obligada al reconocimiento, y no evitará las ocasiones en que pueda quedar obligado.
366
LAS HORAS DE ELOCUENCIA.— Hay quien para hablar bien necesita de alguno que le sea decidida y notoriamente superior, los hay que no pueden estar más que delante de quien puedan dominar con plena libertad de palabra y hermosos giros de elocución: en los dos casos la razón es la misma: hablan bien cuando hablan sin inquietud, el uno porque delante de su superior no siente el aguijón de la concurrencia, de la rivalidad; el otro porque se halla en el mismo caso ante su inferior. Hay aún otra clase de hombres que no hablan bien más que con emulación, con intención de vencer. ¿Cuál de las dos especies es más ambiciosa, la que habla bien cuando se despierta su ambición, o la que por el mismo motivo habla mal o no habla?
367
EL TALENTO DE LA AMISTAD.— Entre los hombres que tienen un don particular para la amistad, se presentan dos tipos. El uno está en elevación continua y encuentra para cada fase de su desenvolvimiento un amigo adecuado. La serie de amigos de que se hace, está rara vez en alianza mutua, a menudo se halla en mala inteligencia y en contradicción, puesto que las fases ulteriores de su desenvolvimiento anulan o alteran los anteriores. Tal hombre puede por broma llamarse hombre escala. El otro tipo está representado por el que ejerce una fuerza de atracción sobre caracteres y talentos muy diversos, tanto que se atrae a todo un círculo de amigos; pero éstos llegan por eso mismo a relaciones amistosas entre sí, a despecho de todas las diferencias. Tal hombre puede llamarse hombre círculo, pues ese acuerdo de situaciones y de naturalezas tan diversas, debe ser en algún modo una forma preexistente de él. Por lo demás, el talento de tener buenos amigos es en muchos mayor que el de ser buen amigo.
368
TÁCTICA EN LA CONVERSACIÓN.— Después de una conversación con algunas personas, se halla uno bien dispuesto hacia su interlocutor, si ha tenido ocasión de desplegar ante él su espíritu, su amabilidad, en todo su brillo. Es lo que aprovechan los hombres malignos que quieren predisponer a alguien en su favor, procurándole en la conversación ocasiones de hacer una frase, etcétera. Imaginaos lo que sería una conversación entretenida entre dos malignos que quieren ponerse en disposición favorable, y con esta mira desparraman aquí y allá en la conversación se proseguiría enteramente desnuda de espíritu y de amabilidad, porque cada uno dejaría al otro la ocasión de mostrar amabilidad y espíritu.
369
DESCARGO DEL MAL HUMOR.— El hombre que fracasa en alguna cosa, prefiere achacar ese descalabro a la mala voluntad de otro que a la casualidad. Su sobrexcitación se calma con el hecho de imaginarse que el fracaso lo debe a una persona, no a una cosa, pues de las personas puede uno vengarse y del destino hay que devorar los agravios. El cortejo de un príncipe tiene la costumbre por esta razón, cuando ha fracasado en algo, de designarle como sediciente causa; un personaje único, sacrificado en interés de todos los demás cortesanos, pues de otro modo el mal humor del príncipe se ejercitaría sobre todos ellos, ya que de la diosa del destino no se puede vengar.
370
TOMAR EL COLOR DEL MEDIO.— ¿Por qué la simpatía y la aversión son tan contagiosas, que apenas si se puede vivir cerca de un hombre de pasiones fuertes, sin llenarse como un tonel de su pro y de su contra? Primero la completa abstención del juicio es difícil, a veces insoportable para nuestra vanidad: tiene el mismo color que la pobreza de inteligencia y de sentimiento, o que la timidez y la falta de virilidad, y así nos sentimos arrastrados, cuando menos, a tomar un partido, aunque vaya contra la tendencia de quienes nos rodean, si esa actitud causa mayor placer a nuestro orgullo. Pero de ordinario —segundo punto— no adquirimos conciencia del paso de la indiferencia a la simpatía o a la aversión, sino que nos acostumbramos poco a poco a la manera de sentir de quienes nos rodean, y como la aprobación simpática y la cordialidad mutua son cosas muy agradables, no tardamos en tomar todos los caracteres y colores del medio en que vivimos.
371
IRONÍA.— La ironía no es oportuna más que como método pedagógico de un maestro en sus relaciones con los discípulos, de cualquier clase que sean; su fin es la humillación, la confusión; pero de esa especie saludable que despierta buenas resoluciones y que llega a obligarnos, para quien nos ha tratado así, al respeto, a la gratitud, como a nuestro médico. El ironista afecta un aire de ignorancia, y esto hace que los que con él conversan sean engañados, adquieran seguridad en la convicción de su propia superioridad y ofrezcan así toda clase de motivos de ironía; pierden su reserva, se muestran tales como son, hasta que en momento dado la luz que tenían en la boca de su maestro haga caer de manera muy humillante sus ratos sobre ellos mismos. Allí donde una relación semejante a la del maestro y el discípulo no tiene lugar, es un mal procedimiento, una vulgar aceptación. Todos los escritores irónicos cuentan con aquella especie necia de hombres que se creen de grado superiores a todos los demás, juntamente con el autor, a quien consideran órgano de su pretensión. El hábito de la ironía, como el del sarcasmo, corrompe la moral.
372
PRETENSIÓN.— Nada hay que deba evitarse tanto como el crecimiento de esa mala hierba que se llama pretensión y nos malogra las mejores cosechas, pues puede haber pretensión en la cordialidad, en los testimonios de respeto, en la confianza benevolente, en la caricia, en el consejo amistoso, en la confesión de las faltas, en la compasión por otro, y todas esas cosas tan bellas producen repugnancia cuando esta hierba crece en ellas. El pretencioso, es decir, el que quiere tener más importancia de la que tiene o de la que se le presta, hace siempre un cálculo falso. Es verdad que se asegura el éxito de un momento, en el sentido de que las personas delante de las cuales se muestra pretencioso le concede ordinariamente la medida de honor que reclama, por timidez o por indiferencia; pero sacan de ella una dura venganza, retirándole el equivalente de lo que ha reclamado en proporción mucho mayor del valer que le atribuían hasta entonces. Nada hay que los hombres se hagan pagar más caro que la humillación. El pretencioso deja siempre amenguado a los ojos de los demás su mérito real. Tampoco debería uno permitirse una actitud soberbia, sino allí donde se tiene la seguridad de no ser mal comprendido y mirado como pretencioso, como por ejemplo, ante su amigo o su mujer. No hay en el tratado social mayor locura que atraerse la reputación de pretencioso; esto es peor aún que no haber aprendido a mentir por cortesía.
373
CONVERSACIONES A SOLAS.— El vis a vis es la conversación perfecta porque todo lo que dice el uno recibe su matiz determinado, su timbre, el gesto que lo acompaña únicamente en relación al otro interlocutor; es, por consiguiente, algo análogo a lo que sucede en la correspondencia, a saber: que una misma y sola persona muestra diez aspectos de la expresión de su alma, según que escriba al uno o al otro. En el vis a vis no hay sino una sola refracción del pensamiento: la que produce el interlocutor como el espejo en el cual queremos ver nuestras ideas reflejadas tan fielmente como sea posible. Pero ¿qué pasa en el caso de dos, de tres y de mayor número de interlocutores? Entonces la conversación pierde necesariamente en finura individualizante, las diversas relaciones se atraviesan, se destruyen: el giro que satisface al uno no satisface al otro. Por esto es por lo que el hombre en relación con muchos se encerrará en sí mismo, establecerá los hechos como son, pero quitará a los sujetos esa libre atmósfera de humanidad que hace de una conversación una de las cosas más agradables del mundo. Escuchad, si no, el tono en que se habla con grupos enteros de hombres, como si la base fundamental de todo el discurso fuera ésta: «¡He aquí lo que yo soy, lo que yo digo; tomad de ello lo que queráis!». Es la razón porque las mujeres espirituales dejan, en quien las ha conocido, una impresión sorprendente, penosa, desconsoladora: el hecho de hablar a muchas personas les quita el agrado, y sólo dejan traslucir el reposo consciente sobre sí mismas, su táctica y la intención de triunfar, mientras que las mismas damas, en el vis a vis, vuelven a ser mujeres y a encontrar su espíritu.
374
GLORIA PÓSTUMA.— Esperar en el reconocimiento de un lejano porvenir no tiene sentido sino admitiendo que la humanidad es esencialmente inmutable, y que todo lo que es grande debe sentirse grande, no para un tiempo solamente, sino para todos los tiempos. Esto es un error; la humanidad en todo lo que es impresión y juicio sobre lo bello y el bien, se modifica muchísimo; es un delirio creer que el conjunto de la humanidad siga nuestro camino. Además, un sabio que sea desconocido puede contar hoy decididamente con que su descubrimiento será hecho por otros, y que cuando más, algún día, un historiador reconocerá que él también había sabido ya esto y aquello, pero que no pudo hacerlo creer. No haberse dado a conocer, no haber sido reconocido, será mirado siempre por la posteridad como falta de fuerza. En resumen, no se debe tomar el partido de aislamiento orgulloso. Existen casos excepcionales, pero la mayor parte de las veces son nuestras faltas, nuestra debilidad y nuestras locuras lo que impide el reconocimiento de nuestras cualidades.
375
LOS AMIGOS.— Considera solamente una vez contigo mismo cuán diversos son los sentimientos, cuán divididas las opiniones aun entre los conocimientos más próximos, y aún cuántas opiniones semejantes tienen en el cerebro de tus amigos una orientación y una fuerza muy diversas de las que tiene en el tuyo; en cuántos centenares de formas se presenta la ocasión de desavenencias y desacuerdos y de huirse recíprocamente como enemigos. Después de haber meditado todo esto, te dirás: ¡Qué próximos están los chubascos o el mal tiempo! ¡Qué aislado se halla el hombre! Si alguien se da perfecta cuenta de esto, y además de que todas las opiniones, y su especie, y su fuerza, son entre sus contemporáneos tan necesarias e irresponsables como sus acciones, si adquiere vista para mirar esa necesidad íntima de las opiniones y salir del indisoluble enlace del carácter, de la ocupación, del talento, del medio, perderá quizá la amargura y la aspereza de sentimiento con el cual un sabio exclamaba: «Amigos, no hay amigos». Se hará más bien esta confesión: «Sí, hay amigos; pero es el error, la ilusión quien los ha conducido hasta ti, y les es necesario haber aprendido a callarse para permanecer siempre amigos, pues casi siempre tales relaciones humanas descansan sobre que una o dos cosas no se dirán nunca ni serán tocadas jamás; pero esos guijarros ruedan, y tras ellos va la amistad y se rompe». ¿Hay, por ventura, hombres para quienes no fuese mortal herida el saber lo que sus más fieles amigos sienten de ellos en el fondo? Aprendiendo a conocernos a nosotros mismos, a considerar nuestro mismo ser como una esfera móvil de opiniones y de tendencias, y así a despreciarlo un poco, pongámonos en parangón con los demás. Es verdad que tenemos razones para estimar poco a los que conocemos, pero también otras semejantes para volver ese sentimiento contra nosotros mismos. Así, pues, soportemos a los demás lo que a nosotros nos soportamos, y quizá llegará un día en que podáis exclamar con el sabio moribundo: «¡Amigos, no hay amigos!», añadiendo: «¡Enemigos, no hay enemigos!».