376
LA MUJER PERFECTA.— La mujer perfecta es un tipo más elevado de la humanidad que el hombre perfecto; es también algo más raro. La historia natural de los animales ofrece un medio para hacer esta proposición verosímil.
377
AMISTAD Y MATRIMONIO.— El mejor amigo tendrá probablemente también la mejor esposa, porque el buen matrimonio descansa en el talento de la amistad.
378
PROLONGACIÓN DE LA VIDA DE LOS PADRES.— Las resonancias no resueltas en las relaciones de carácter y de manera de ser el espíritu de los padres, continúan resonando en el niño y producen su historia pasional interior.
379
DE LA PROPIA MADRE.— Cada uno lleva en sí una imagen de la mujer, sacada de la propia madre; por esto se halla determinado a respetar a las mujeres en general, o a despreciarlas o a ser totalmente indiferente respecto de ellas.
380
CORREGIR LA NATURALEZA.— Si no se tiene un buen padre, debe hacérselo uno mismo.
381
PADRE E HIJO.— Mucho tienen que hacer los padres para compensar el hecho de tener hijos.
382
ERROR DE LAS MUJERES DISTINGUIDAS.— Las mujeres distinguidas piensan que una cosa no existe cuando no es posible hablar de ella en el mundo.
383
ENFERMEDAD DE LOS HOMBRES.— Contra la enfermedad de los hombres, que consiste en rebajarse, el remedio más seguro es que sean amados por una mujer recta.
384
ESPECIE DE CELOS.— Las madres se encelan fácilmente de los amigos de sus hijos cuando aquéllos tienen sobre éstos una influencia marcada. Habitualmente lo que una madre ama de un hijo es más a ella misma que al hijo.
385
SIN RAZÓN RAZONABLE.— En la madurez de la vida y de la inteligencia, siente el hombre que su padre ha cometido un pecado engendrándolo.
386
BONDAD MATERNAL.— Muchas madres tienen necesidad de hijos felices y honrados: muchas de hijos desgraciados; de otra manera la bondad materna no podría manifestarse.
387
LAMENTOS DIVERSOS.— Algunos hombres se han lamentado de que les hayan quitado su mujer: la mayor parte de que nadie quiera quitársela.
388
MATRIMONIOS DE AMOR.— Las uniones que se hacen por amor (lo que se llama matrimonio por amor), tienen el error por padre y la necesidad por madre.
389
AMISTAD DE LAS MUJERES.— Las mujeres pueden muy bien trabar amistad con un hombre, pero para mantenerla es necesario que concurra una pequeña antipatía física.
390
FASTIDIO.— Muchas personas, especialmente las mujeres, no conocen el fastidio, porque jamás han aprendido a trabajar regularmente.
391
UN ELEMENTO DE AMOR.— En toda especie de amor femenino se transparenta también algo del amor maternal.
392
LA UNIDAD DEL LUGAR Y EL DRAMA.— Si los esposos no vivieran juntos, los buenos matrimonios serían más frecuentes.
393
RESULTADOS HABITUALES DEL MATRIMONIO.— Todo trato frecuente que no eleva, rebaja, y viceversa. Por esto los hombres descienden algo ordinariamente cuando tomar mujer, mientras que las mujeres se elevan algo también. Los hombres demasiado espirituales tienen tanta necesidad del matrimonio, que se resistan a él como a una medicina repugnante.
394
ENSEÑANZA DE GOBERNAR.— A los hijos de familia modestos es tan necesario enseñarles el gobierno por medio de la educación como a otros niños la obediencia.
395
EL DESEO DE SER CARIÑOSOS.— Los novios que la conveniencia ha unido se esfuerzan frecuentemente por hacerse cariñosos, para evitar el reproche de frío cálculo interesado, del mismo modo que los que por interés se convierten al cristianismo se esfuerzan por hacerse piadosos, pues así la religión se les hace más fácil.
396
NO HAY TÉRMINO PARA EL AMOR.— Un músico que ame el movimiento lento tocaría los mismos trozos siempre con más lentitud. Así en ningún amor existe la voz de ¡alto!
397
PUDOR.— Con la belleza de las mujeres aumenta por lo general su pudor.
398
MATRIMONIO EN BUENAS CONDICIONES.— Un matrimonio en que cada uno quiere por medio del otro alcanzar un fin personal, es sólido, por ejemplo, cuando la mujer quiere tener por medio de su marido reputación y el marido el amor por su mujer.
399
NATURALEZA DE PROTEO.— Las mujeres se hacen por el amor tales como se hallan en la idea de los hombres de quienes son amadas.
400
AMAR Y POSEER.— Las mujeres aman la mayor parte de las veces a un hombre de valor, de manera tal que quisieran poseerlo solas. Le aislarán si su vanidad no las disuadiera de ellos; ésta ambiciona que también a otras parezca un hombre de valor.
401
PRUEBA DE UNA BUENA FAMILIA.— La bondad de una familia se prueba en algo que alguna vez soporta una excepción.
402
MEDIOS DE LLEVAR A CUALQUIER HOMBRE A LO QUE SE QUIERE.— Por medio de las molestias, las inquietudes, la acumulación del trabajo y de los pensamientos, se puede de tal manera fatigar y debilitar a cualquier hombre, que deje de oponerse a lo que tenga cualquiera suerte de complicación y lo ceda. Es lo que saben los diplomáticos y las mujeres.
403
HONRADEZ Y HONESTIDAD.— Las niñas que no quieren deber sino al atractivo de su juventud el medio de proveer a toda su existencia, y cuya destreza está manejada por madres listas, persiguen el mismo fin que las cortesanas, salvo que son todavía más deshonestas.
404
MÁSCARAS.— Hay mujeres en las que, por más que se busque y se analice, no se encuentra nada interior; son simplemente máscaras. Es de lamentar que se abandone el hombre a estos seres casi fantasmagóricos, incapaces necesariamente de satisfacer; pero son ellas justamente las capaces de despertar con más intensidad el deseo del hombre; éste busca en ellas un alma, y continúa buscándola siempre.
405
EL MATRIMONIO CONSIDERADO COMO UNA LARGA CONVERSACIÓN.— Se debe, en el momento de formar una familia, proponerse a sí mismo esta cuestión: ¿Crees que podrás entretenerte hasta la vejez con esta mujer? Todo lo demás del matrimonio es transitorio, pues la mayor parte de la vida común está dedicada a la conversación.
406
SUEÑOS DE LAS DONCELLAS.— Las doncellas inexperimentadas se lisonjean con la idea de que son capaces de hacer la felicidad de un hombre; más tarde llegan a saber que esto equivale a despreciar a un hombre, admitiendo que se necesita una joven para hacer su felicidad. La vanidad de las mujeres exige que un hombre sea algo más que un marido dichoso.
407
DESAPARICIÓN DE FAUSTO Y MARGARITA.— Según la sutil observación de un sabio, los hombres cultos de la Alemania actual parecen una mezcla de Mefistófeles y de Wagner, pero en modo alguno de Fausto: era Fausto a quien sus abuelos (a lo menos en la juventud) sentían agitarse dentro de sí. Hay, pues —continuando la proposición—, dos razones para que las Margaritas no les convengan. Y no siendo ya solicitada, parece justo que desaparezcan.
408
LAS NIÑAS EN EL LICEO.— ¡Por nada en el mundo queráis dar educación de gimnasio a las niñas! Vosotros, jóvenes a menudo espirituales, sedientas de saber, seríais copia de vuestros maestros.
409
SIN RIVALES.— Las mujeres notan fácilmente en un hombre si su alma está ya ocupada; quieren ser amadas sin rivales de ningún género y le reprochan el fin de su ambición, sus deberes políticos, su ciencia y su arte, y si tiene pasión por cosas semejantes, salvo que de ellas saquen lustre y esplendor; entonces esperan, encadenándose en el amor de él, acrecentar al mismo tiempo su propio brillo; si esto es así, favorecen al amante.
410
LA INTELIGENCIA FEMENINA.— La inteligencia de las mujeres se presenta como dominio perfecto, presencia de espíritu, utilización de todas las ventajas. La transmiten como herencia a los hijos, y el padre añade a ella el fondo obscuro de la voluntad. Su influencia determina, por decirlo así, el ritmo y la armonía conforme a los cuales la vida nueva debe ejecutarse; pero la melodía proviene de la mujer. Lo decimos a las personas capaces de comprendernos; las mujeres tienen el entendimiento, los hombres la sensibilidad y la pasión. Y no puede contradecirse esta afirmación porque los hombres lleven su entendimiento mucho más lejos; tienen móviles más profundos, más poderosos, y son estos móviles los que llevan más lejos su entendimiento, que en sí tiene algo de pasivo. Las mujeres, por lo común, se admiran interiormente del gran respeto que los hombres imponen a su sensibilidad. Si en la elección del conjunto los hombres buscan, en primer término, un ser profundo, lleno de sensibilidad, las mujeres, por el contrario, un ser hábil, listo, brillante; se ve con claridad que el hombre busca al hombre ideal, la mujer, la mujer ideal, y que, por lo tanto, no buscan complemento, sino el perfeccionamiento de sus propias ventajas.
411
JUICIO DE HESÍODO CONFIRMADO.— Es un indicio de la habilidad de las mujeres, que en casi todas las partes y casi siempre han sabido hacerse mantener como los zánganos en la colmena. Medítese un poco lo que significa esto en el origen y por qué no son los hombres los que se hacen mantener por las mujeres. Seguramente será porque la vanidad y la ambición masculinas son más grandes que la habilidad femenina, pues las mujeres han sabido, subordinándose a ellos, procurarse la ventaja preponderante, hasta el dominio. Aún los cuidados que debe tenerse por los niños han podido originariamente ser utilizados por la habilidad de las mujeres, para sustraerse al trabajo. Aún hoy ellas procuran, cuando están realmente ocupadas, por ejemplo, en cuidar de la familia, en mejorar la hacienda, hacer de modo tal que los hombres tengan habitualmente, por el merecimiento de estas ocupaciones, una estimación diez veces mayor.
412
LOS MIOPES SON AMOROSOS.— A veces basta el empleo de lentes más fuertes para curar al que fácilmente se enamora, y el que tenga bastante potencia imaginativa para representarse un rostro, un talle con veinte años más, se alejará quizá exento de toda inquietud.
413
LAS MUJERES EN EL ODIO.— En el estado del odio, las mujeres son más peligrosas que los hombres, tanto porque no detiene su hostilidad, una vez que se ha despertado, ningún escrúpulo de equidad, sino que dejan tranquilamente crecer su odio hasta las últimas consecuencias, cuanto porque se han ejercitado en encontrar los puntos vulnerables (que todo hombre presenta en todas partes) para dirigir allí sus golpes (les sirve admirablemente a este objeto su espíritu, aguzado a manera de puñal), mientras que los hombres, retrocediendo al aspecto de las heridas, se hacen a menudo magnánimos y misericordiosos.
414
AMOR.— La idolatría que las mujeres tienen por el amor es en el fondo y originariamente una invención de sus inclinaciones, en el sentido de que por todas esas idealizaciones del amor aumentan su poder y se muestran a los ojos de los hombres siempre más deseables. Pero el hábito secular de esta estimación exagerada del amor, ha hecho que hayan caído en sus propias redes y olvidado tal origen. Son ellas ahora más engañadas que los hombres, y por lo mismo sufren con mayor intensidad cualquier desilusión que tiene que producirse casi necesariamente en la vida de una mujer; por supuesto, suponiendo que tenga bastante espíritu e imaginación para sentir ilusiones o desilusiones.
415
A PROPÓSITO DE LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER.— ¿Pueden las mujeres, por regla general, ser justas, estando tan acostumbradas a amar, a inclinarse súbitamente por un pro o por un contra? Por eso rara vez se apasionan de las cosas, sino mucho más frecuentemente de las personas; pero cuando lo están por alguna cosa, la hacen desde luego un negocio de partido y corrompen así la acción pura e inocente.
Nace de ahí un peligro que no es despreciable, si se les confía la política y ciertas partes de la ciencia, por ejemplo, la historia. Porque ¿habría algo más raro que una mujer que supiera realmente lo que es la ciencia? Hasta las mejores sienten hacia ella dentro de sí un desprecio secreto, como si por algún concepto le fueran superiores. Puede ser que esto llegue a cambiar, pero por ahora, así sucede.
416
LA INSPIRACIÓN EN EL JUICIO DE LAS MUJERES.— Las decisiones repentinas de las mujeres sobre el pro y sobre el contra, tan comunes en ellas, sus apreciaciones tan rápidas como relámpagos en lo que atañe a sus relaciones personales, en que sólo predominan la antipatía o la simpatía, no obstante ser prueba de la injusticia femenina, han sido orladas por los hombres con una aureola de amor, como si todas las mujeres tuviesen inspiraciones de sabiduría y fueran capaces de vaticinar, aunque no posean el trébol délfico ni la corona de laurel, y sus asertos, aun mucho tiempo después de hechos, son interpretados y justificados como oráculos sibilinos. Pero si se considera que en todas las personas y en todas las cosas se puede encontrar algo que les sea favorable y algo también que les sea adverso; que todo lo que vemos no tiene sólo una, sino dos, tres y hasta cuatro caras, es verdaderamente difícil engañarse por completo en tan repentinas decisiones; hasta podría decirse: la naturaleza de las cosas está dispuesta de tal manera, que las mujeres siempre tienen razón.
417
DEJARSE AMAR.— Como de dos personas que se aman, la una es ordinariamente la persona amante, la otra la persona amada, ha nacido la creencia de que en todo comercio amoroso hay una cantidad constante de amor, y que cuanto más toma el uno de ella, menos queda a la otra. Por excepción sucede que la vanidad persuada a cada una de las dos personas de que ella es la que debe ser amada; de manera que una y otra quieren dejarse amar; de ahí resultan, especialmente en el matrimonio, escenas medio divertidas, medio absurdas.
418
CONTRADICCIONES DE LOS CEREBROS FEMENINOS.— Como las mujeres se ocupan mucho más de las personas que de las cosas, se concilian dentro de la esfera de sus ideas tendencias que lógicamente son irreconciliables: tienen por hábito entusiasmarse por lo que les representa esas tendencias y asimilárselo por entero, a medida que se va presentando ante sus ojos; de manera que en sus cerebros se construye un nicho para toda nueva personalidad que adquiere preponderancia. Quizá hay motivo para decir que toda la filosofía en el cerebro de una mujer vieja consiste en poseer muchos nichos de este género.
419
¿QUIÉN SUFRE MÁS?.— Después de toda disputa y querella personal entre una mujer y un hombre, éste sufre sobre todo con la idea de haberle hecho mal, mientras que aquélla se lamenta, por el contrario, de no haberle hecho todo el mal posible, y se esfuerza en mortificarle con sus lágrimas y sollozos y gestos de disgusto.
420
OCASIÓN PARA QUE SE MUESTRE LA MAGNANIMIDAD FEMENINA.— Si prescindiéramos una vez siquiera de las exigencias de la moral, podríamos examinar si no es verdad que la Naturaleza y la razón piden al hombre varias uniones sucesivas poco más o menos en la forma siguiente: primero, a los veintidós años, con una mujer de mayor edad que él, que le fuera superior, intelectual y moralmente, y pudiera ser su guía en medio de los peligros de la juventud (ambición, odio, desprecio de sí mismo, pasiones de toda especie). El amor de esa mujer se trocaría bien pronto en afecto maternal, y no sólo soportaría, sino que exigiría en la forma más conducente que el marido, al llegar a los treinta años, contrajese nueva unión con otra mujer, lo más joven posible, de cuya educación necesitaría de los veinte a los treinta años; útil, pero no necesaria, de los treinta a los cuarenta; más tarde perniciosa y lleva consigo la decadencia intelectual del hombre.
421
TRAGEDIA DE LA NIÑOS.— No es raro, sino muy frecuente, que los hombres de tendencias nobles y levantadas tengan que librar las batallas más rudas durante su niñez, ya porque hayan de sostener su modo de pensar contra sus padres, de estrechas miras y aficionados a la apariencia y a la mentira, o bien, como los lord Byron, porque debían vivir en lucha eterna y continua con una madre colérica y pueril. Cuando se ha pasado por semejante prueba, nadie se atormentará en indagar, durante su vida, quién ha sido el enemigo más real y más peligroso que haya podido tener.
422
NECEDAD DE LOS PADRES.— Los más groseros errores de apreciación de un hombre los cometen sus padres: ésta es una gran verdad; pero ¿cómo explicárnosla? Los padres, que tienen mayor experiencia respecto de sus hijos, ¿no son capaces de encauzar esa experiencia? Nótese que los que viajan por países extranjeros adquieren en los primeros días el conocimiento de sus caracteres generales; pero cuanto más llegan a conocerlos más descuidan el estudio de lo que tienen de típico. Desde que pueden ver de cerca, sus ojos cesan de ver lejos. ¿Sería necesario decir que si los padres juzgan equivocadamente a un hijo es porque nunca se han alejado lo bastante de él? Otra explicación muy distinta: los hombres tienen la costumbre de no reflexionar respecto a aquello que les rodea, sino que se contentan con aceptarlo. Tal vez la falta de reflexión, hábito de los padres, sea la causa de que si alguna vez tienen que emitir un juicio sobre sus hijos, lo hagan erróneamente.
423
EL PORVENIR DEL MATRIMONIO.— Las mujeres nobles, de espíritu libre, que toman por tarea la educación y ennoblecimiento de su sexo, no deberían descuidar el siguiente punto de vista: el matrimonio, concebido en su más alta acepción, como la unión de las almas de dos seres humanos de diferente sexo, y consumado, como se espera en lo porvenir, por la reproducción y educación de una generación nueva, tal elemento que no usa del elemento sensual sino como de un medio raro para un fin superior, tiene necesidad imperiosa —preciso es que lo comprendamos— de un auxiliar: el concubinato, pues si para salud del hombre, la mujer casada debe servir también de satisfacción del deseo sexual, será un punto de vista falso contrario a los fines propuestos el que dirija la elección de esposa, con lo que el cuidado de la prole será accidental y la educación de ella inverosímil. Una buena esposa debe ser amiga, coadjutora, reproductora, madre, jefe de la familia, ama de gobierno, y al mismo tiempo, independientemente del hombre, ocuparse de sí misma; por eso no puede ser a la vez concubina: esto sería pedirle demasiado. Podría entonces suceder en lo porvenir lo contrario de lo que pasó en Atenas en el siglo de Pericles: los hombres que tenían entonces sus mujeres como concubinas, hubieron de inclinarse hacia las Aspasias[4], porque aspiraban a la posesión de los atractivos de un comercio libertador del cerebro y del corazón, que sólo puede procurar al hombre el encanto y la flexibilidad intelectual de las mujeres. Todas las instituciones humanas, como el matrimonio, no soportan sino cierto grado moderado de idealización en la práctica; de otro modo, se hace inmediatamente necesario echar mano de tópicos groseros.
424
PERÍODO MILITANTE DE LAS MUJERES.— En las tres o cuatro comarcas civilizadas de Europa, se podrá, por medio de una educación especial de algunos siglos, hacer de las mujeres todo lo que se quiere, hasta hombres, no en el sentido sexual, es cierto, pero sí en todos los demás sentidos. Por efecto de tal influencia, recibirán algún día todas las virtudes y fuerzas del hombre, pero también sus debilidades y sus vicios. Más ¿cómo podremos soportar el estado de transición que sobrevendrá y que podrá durar más de un siglo, en el cual las necedades e injusticias femeninas y sus antiguas aficiones querrán imponerse sobre todo lo adquirido y aprendido?. ¿Será aquél el tiempo en que la cólera constituye la pasión propiamente viril, la cólera de ver todas las ciencias y todas las artes inundadas y obstruidas por un diletantismo inaudito, de ver la filosofía moribunda bajo el peso de una charla capaz de volver loco, la política más fanática y parcial que nunca, la sociedad en plena descomposición, porque las guardianas de la moral antigua aparecerán ridículas a sus propios ojos y se esforzarán por apartarse de todo lo moral?. Si las mujeres tenían en la moral su mayor poder, ¿de qué medio podrán valerse para reconquistar semejante cantidad de poder, una vez que hayan abandonado la moral?
425
ESPÍRITU LIBRE Y MATRIMONIO.— Los espíritus libres ¿vivirán con mujeres? Creo que, en general, semejantes a los pájaros de la antigüedad, siendo como son los que piensan y dicen la verdad del presente, preferirán volar solos.
426
FELICIDAD DEL MATRIMONIO.— Toda costumbre teje en nuestro alrededor una tela cada vez más resistente de hilos de araña, y pronto tenemos que darnos cuenta de que la telaraña se ha trocado en red y que en ella estamos envueltos y que debemos vivir de nuestra propia sangre, puesto que no podemos salir de su centro ni desenmarañarla. Tal es la causa por la cual el espíritu libre odia todas las costumbres y las reglas, todo lo perdurable y definitivo, y tal es la causa también porque se empeña siempre de nuevo, con dolor, en romper la tela que le circunda, aunque tenga que inferirse por ello grandes y pequeñas heridas, porque arranca esos hilos de su mismo yo, de su cuerpo, de su alma. Necesita aprender a amar lo que odiaba y odiar lo que amaba. No debe ni aún serle imposible sembrar cardos y espinas en los mismos terrenos que ayer mismo vertía la abundancia de su bondad. Puede, pues, deducirse si está hecho para la felicidad del matrimonio.
427
DEMASIADO CERCA.— Viviendo demasiado cerca de un hombre, puede sucedernos lo mismo que con un buen grabado si lo cogemos con los dedos sucios: cualquier día no tenemos entre las manos más que un pobre papel arrugado y puerco. También el alma de un hombre se desgasta por el roce continuo; a lo menos acaba por parecérnoslo, y no tornamos a ver su figura y su belleza original. Se pierde siempre en tratar demasiado íntimamente a las mujeres y los amigos, la perla de la vida.
428
LA CUNA DE ORO.— El espíritu libre respirará cuando se haya resuelto a sacudirse de los ciudadanos y vigilancia maternales de que le rodean las mujeres. ¿Qué mal puede acarrearle un aire fuerte, de que con tanto afán se le resguarda, que signifique una desventaja real, una pérdida, un accidente, una enfermedad, una deuda, una seducción más o menos en su vida, si se compara con la falta de libertad de la cuna de oro, o por mejor decir, de la jaula de oro, de esa vanidad de pavo real haciendo la rueda y del sentimiento y teniendo que agradecer todavía que se le cuide y se le mime como un niño de pecho? Fácil es que la leche de las mujeres que le vigilan con solicitud maternal y que le brindan a diario, llegue a convertirse en hiel.
429
VÍCTIMA VOLUNTARIA.— No existe mejor medio para que las mujeres de mérito hagan la vida fácil y cómoda a sus maridos, cuando son célebres y grandes, que convertirse por propia voluntad en una especie de receptáculo de la malquerencia general y del malhumor ocasional de los demás hombres. Los contemporáneos tienen la perversa costumbre de achacar a los grandes hombres errores y tonterías, y aun actos de torpe injusticia, siempre que encuentran alguna víctima voluntaria a quien puedan maltratar e inmoral para descargo de la propia conciencia. No es raro encontrar mujeres que tengan el deseo de entregarse a ese sacrificio como víctimas propiciatorias, y en ese caso, el hombre debe hallarse muy satisfecho, siempre que sea lo suficientemente egoísta para mirar impaciente la abnegación de ese pararrayos, paratruenos y paraguas voluntario.
430
AMABLES ADVERSARIOS.— La inclinación natural de las mujeres a una existencia pacífica y a relaciones amistosas de armonía, de concordia feliz, lo que sus influencias arrojan de aceite y de calma sobre el mar agitado de la vida, contraste notablemente y trata de anular los ímpetus heroicos del espíritu libre. Sin notarlo, las mujeres laboran a la manera de quien quitara las piedras del camino que sigue un mineralogista, para que no encuentre obstáculos, siendo así que su excursión no ha tenido otro objeto que tropezar con ellas.
431
DISCORDIA DE DOS ACUERDOS.— Las mujeres tratan siempre de ser serviciales, y en ello poner su mayor afán; el espíritu libre no quiere ser servido, y en ello cifra también su ventura.
432
JANTIPA.- Sócrates encontró una mujer adecuada; pero no la hubiera buscado de conocerla lo suficiente. Lo cierto es que Jantipa le hizo avanzar en su misión, al tornarle inhabitable e inhospitalarios la casa y el hogar: ella le enseñó a vivir en las calles, y sobre todo, donde se podría charlar y holgazanear; con ello le hizo el primer dialéctico de Atenas, hasta el punto de llegar a compararse a sí mismo con un tábano que cierto dios había colocado sobre el hermoso caballo Atenas, para no dejarle reposar jamás.
433
CEGUERA PARA LO LEJANO.— Del mismo modo que las madres no tienen, hablando con propiedad, sentidos ni ojos sino para los dolores visibles y sensibles de sus hijos, así también las mujeres de hombres de aspiraciones y propósitos levantados no pueden soportar que sus esposos tengan que padecer sufrimientos, pobreza y menosprecio, no obstante que tal vez estas amarguras no solamente indiquen que han sabido elegir la dirección de su vida, aunque garanticen sus grandes propósitos llegarán a tener realización cumplida. Las mujeres intrigan siempre secretamente contra la elevación del alma de sus maridos; tratan de malograrles su porvenir en pro de un presente exento de penas, fácil y cómodo.
434
PODER Y LIBERTAD.— Por elevado que sea el concepto que las mujeres tengan de sus maridos y el respeto que les guarden, respetan, sin embargo, con mayor intensidad todavía las fuerzas y las concepciones reconocidas por la sociedad: están habituadas desde hace siglos a marchar ante cualquier dominio, con las manos cruzadas sobre el pecho, y desaprueban toda insubordinación contra el poder público. Por eso van siempre a colocarse sin haber tenido siquiera la intención de hacerlo, casi instintivamente, como una pieza de más entre las ruedas de un movimiento independiente de libre pensamiento, e impacientan en ocasiones a sus maridos, sobre todo cuando éstos piensan todavía que es el amor el que, en el fondo, impulsa a sus mujeres a ese proceder. Desaprobar los medios que se valen las mujeres y rendir magnánimo homenaje a los móviles de los mismos medios, tal es la manera de ver de los hombres y frecuentemente su desesperación.
435
«CETERUM CENSEO».— Da risa ver una sociedad de desharrapados decretar la supresión de la herencia, y a gentes sin hijos esforzarse en dictar las leyes de un país; ni los unos ni los otros tienen en su embarcación bastante lastre para darse a la vela con seguridad en el océano del porvenir. Pero parece igualmente absurdo que el que ha tomado como tarea el conocimiento más general y la estimación del conjunto de los seres, vaya a encargarse de detalles personales de familia, de manutención, de protección, de tutela de la mujer y del niño, y a desplegar ante su telescopio ese velo opaco que deja apenas penetrar algunos rayos del mundo lejano de los astros. Viendo esto, ha llegado al principio de que, en lo que concierne a las altas especulaciones filosóficas, todas las personas casadas son sospechosas.
436
PARA CONCLUIR.— Hay bastantes clases de cicuta, y de ordinario la suerte encuentra ocasión propicia para llevar a los labios del espíritu libre una copa de esta bebida envenenada para castigarle como dice el mundo. ¿Qué harán entonces las mujeres en torno de él? Se pondrán a gritar, a gemir y quizá hasta turbar el reposo vespertino del pensador; lo mismo que hicieron en la prisión de Atenas, «¡Oh Critón!, manda que echen fuera a esas mujeres» —dijo Sócrates.