Shrek siguió caminando sin rumbo fijo. Se preguntaba si algún día encontraría a su princesa, cuando vio un burro que pastaba.
¿Sería ese el burro del que le había hablado la bruja? Shrek corrió hacia él y pronunció las palabras mágicas:
—¡Pastel de manzana!
El burro lo miró con ojos somnolientos y rebuznó:
Observo, escudriño, esto hago;
cuando paseo tranquilo en la pradera,
busco el trébol y deambulo como un vago.
Paso el día de cualquier manera;
rumiante y vagabundo, la hierba me trago.