Agradecimientos
A los mismos que aparecen en la primera parte, por los mismos motivos y con el mismo deseo: que sigan acompañándome en este viaje; sin vosotros no merecería la pena hacerlo.
Además, a todos los lugares que de un modo u otro han inspirado Rocavarancolia, tanto los verdaderamente existentes como los que son fruto de la imaginación de otros. A Vitoria, que me prestó de nuevo su cementerio; a Santander, que me dejó su faro; a Granada, a la que le bastó sólo unas horas para hechizarme para toda la vida; a Barcelona, a la que siempre es un placer regresar; a Madrid, porque a pesar del caos, cada vez me sienta mejor; y a Gijón y a su Semana Negra, que es, una vez al año, una verdadera ciudad encantada.
Y a los lugares inexistentes, no sólo ciudades, que me han acompañado a lo largo de todos estos años y que, de una manera u otra, también aparecen en Rocavarancolia. A la Tierra Media, porque allí empezó todo de verdad; a Gormenghast; al asteroide B612; al enloquecido Mundodisco; a Fantasía, donde las historias son interminables; a las sangrientas tierras de Poniente; a Hyperion; a Melniboné; a la desconocida Kadath; a las ciudades de Calvino; y a tantos y tantos otros mundos y tierras que me han hecho soñar.