7.
Libros y películas sobre el DNA

A lo largo de los años, el descubrimiento de la doble hélice ha ido suscitando la atención de una gran diversidad de personas, desde historiadores de la ciencia hasta productores de Hollywood. El relato escrito más conocido es La Doble Hélice, de Jim Watson. Cuando se publicó en 1968 fue un best-seller y desde entonces se ha ido vendiendo regularmente. Supuso un punto de partida para muchas revisiones interesantes, de las cuales las mejores están reunidas en la edición crítica, publicada por Norton. Chargaff, en un rasgo muy típico de su personalidad, se negó a que reimprimieran la suya. Existe una excelente revisión de las revisiones, realizada por Gunther Stent, en la cual el libro y las diversas críticas se sitúan en la perspectiva justa y adecuada.

Recuerdo que cuando Jim estaba escribiendo su libro, me leyó un capítulo mientras cenábamos en un pequeño restaurante cerca de Harvard Square. Me resultó difícil tomar en serio su relato. «En realidad, ¿a quién podría interesarle leer algo así?», me pregunté. ¡Qué equivocado estaba! En algunos aspectos, mis años de dedicación absoluta a los problemas fascinantes de la biología molecular me habían hecho vivir en una torre de marfil. Puesto que toda la gente que conocía estaba de alguna manera involucrada intelectualmente en estos problemas, yo debía de sobrentender que todo el mundo era así. Ahora estoy más enterado. Al adulto medio sólo suele gustarle algo si está relacionado con aquello que él conoce de antemano, y lo que sabe sobre ciencia en muchos casos es, lamentablemente insuficiente. Es más fácil que a la gente le gusten las historias de disputas, frustraciones y rencores, sobre un fondo de fiestas, chicas extranjeras y paseos por el río en bote, que los detalles científicos involucrados.

Ahora me doy cuenta de lo hábil que fue Jim, no sólo por hacer que su libro se leyera como una historia de detectives (varias personas me han comentado que fueron incapaces de dejarlo) sino también por haber incluido una cantidad sorprendente de detalles científicos, aunque naturalmente las partes más matemáticas tuvieron que dejarse a un lado. La única sorpresa del libro es la referencia que Jim hace sobre su concepto del Premio Nobel. Ni Max Perutz, ni John Kendrew ni yo lo oímos hablar nunca a Jim, por lo que si realmente pensaba así sobre Estocolmo lo había disimulado muy bien. Para nosotros, él parecía estar muy motivado por la importancia científica del problema. En lo que a mí respecta, no se me ocurrió pensar que nuestro descubrimiento fuera merecedor del premio hasta 1956, y entonces sólo debido a un comentario casual que Frank Putnam me hizo sobre el tema.

Por fortuna, para aquellos que deseen saber realmente cómo fue todo, existen trabajos más eruditos. Robert Olby, en The Path to the Double Helix, ha tratado la historia desde el desarrollo de la idea de las macromoléculas hasta el propio descubrimiento. El relato de Horace Freeland Judson titulado The Eighth Day of Creation (probablemente por sugerencia del editor), en cierto modo es más vivo, ya que incluye largas citas textuales de la mayoría de los participantes. Su historia empieza en un período más próximo al del descubrimiento y prosigue unos doce años más, hasta que fue elucidado el código genético. Ambos son libros voluminosos. Puede que sean un poco difíciles al principio, pero por ahora son los relatos más completos y equilibrados sobre los inicios de la biología molecular clásica.

A principios de los años setenta Ronnie Fouracre, que deseaba hacer un documental sobre el descubrimiento, se puso en contacto conmigo. Jim y Maurice accedieron a participar. El rodaje en Cambridge duró unos tres días, y una pequeña parte fue rodada en el Eagle. Después, Odile y yo dimos una fiesta para el equipo de filmación en la Hélice Dorada, resultó tan animada que Ronnie lamentó no haber llevado sus cámaras y hacer unas tomas para la película. El rodaje propiamente dicho fue extenuante pero divertido. Sólo al finalizar me di cuenta de que con la excitación me había olvidado por completo del cumpleaños de Odile, cosa que nunca había ocurrido antes ni ocurrió después.

Ronnie hizo dos versiones distintas: una película más técnica para universidades y escuelas y otra era para un público profano. Tuvo problemas en el montaje de esta última película y se produjeron unas tres versiones distintas, en parte en colaboración con la BBC. Creo que la última versión, con el comentario de Isaac Asimov, era la mejor. Las versiones aparecieron con el sello de Horizon en Inglaterra y de Nova en los Estados Unidos.

Con el tiempo surgieron chistes sobre otros formatos posibles para la película. Por ejemplo, ¿se podría haber hecho como una comedia musical? Sydney Brenner había ideado un guión para un relato del Oeste. Jim sería el cowboy solitario, Max el empleado de telégrafos, y así sucesivamente. Los detalles, cuidadosamente estudiados, produjeron la hilaridad de sus oyentes.

Jim tenía otras ambiciones. Esperaba un largometraje. Desde 1976 yo vivía en el sur de California y ocasionalmente coincidía con gente del mundo del cine. En un momento determinado, la 20th Century Fox pareció interesada, pero no pasó de ahí. Finalmente Larry Bachmann, un productor cinematográfico norteamericano bien establecido, se puso en contacto con nosotros. Yo era reacio a dar mi autorización. Larry nos permitió a Odile y a mí, y a otros dos amigos, ver parte del rodaje de su última película, Whose Life is it, Anyway? Después nos pidió que viéramos la primera versión, una versión completa, pero en algunos aspectos inacabada.

Antes de ir a Hollywood, había tomado la decisión de oponerme a cualquier tipo de película sobre nuestro descubrimiento de la doble hélice, e incluso había redactado una carta en este sentido; sin embargo, al ver la película de Larry cambié de opinión. Consiguió tratar un tema importante de un modo serio, y al mismo tiempo aligerarlo con toques de humor. Jim y yo conseguimos en seguida un agente y un abogado en Hollywood. Visitamos a otro par de productores interesados, pero nos parecieron caricaturas del típico productor de Hollywood, interesado principalmente en convertir la historia en un melodrama más. Larry, por otro lado, mostró un serio interés por el descubrimiento, aunque lo que más le gustaba era la espectacularidad de la historia y el reparto de personajes. ¡Y qué reparto! El Joven Impetuoso del Medio Oeste, el Inglés que habla demasiado (y por lo tanto debe ser un genio, porque los genios hablan siempre, o bien no dicen nada), la generación mayor, atestada de premios Nobel y, lo mejor, la Joven liberada que aparentemente recibe un tratamiento injusto. Y por añadidura, algunos personajes se pelean, de hecho casi todos explotan. El profano está encantado al descubrir que al fin y al cabo aunque la ciencia sea tremendamente difícil de comprender, LOS CIENTÍFICOS SON HUMANOS, a pesar de que la palabra humano en este caso se refiere al comportamiento de los mamíferos más que a algo peculiar de nuestra propia especie, como son los matemáticos.

Larry se esmeró en la lectura de los informes sobre el descubrimiento y habló con la mayoría de los implicados. Antes de empezar, había que redactar y firmar un largo contrato que tratara de todas las contingencias previsibles. Por ejemplo, ahí quedó establecido exactamente qué parte de los beneficios (si los había) obtendríamos en el caso de que se hiciera una comedia musical. Si no recuerdo mal, también teníamos los derechos sobre cualquier tipo de comic. Logramos todas estas concesiones porque a ningún productor cinematográfico le gusta empezar una película sobre alguien que aún vive, a no ser que aquella persona haya firmado un documento permitiendo que un actor encarne su personaje; de lo contrario, el realizador corre el riesgo de verse sometido a un pleito en medio del rodaje, lo que sería fatal, cualquiera que fuese el resultado final. Teníamos un grado mínimo de protección: los podíamos demandar si nos imputaban actos delictivos o de perversión sexual, pero si perjudicaban nuestra reputación profesional no podíamos recurrir. Pronto aprendimos que, como en otros avatares de la vida, quien paga manda. Escribir un guión puede costar un cuarto de millón de dólares, mientras que la película entera puede llegar al orden de los diez millones de dólares. Cuanto más dinero hay en juego, menos voz y voto tiene uno. «Espero que se den cuenta», dijo nuestro agente la primera vez que nos vimos, «que ellos pueden añadir lo que quieran sobre ustedes». Cuando interrogamos a Larry sobre esto, simplemente respondió: «Tenéis que confiar en mí», y hasta cierto punto eso fue lo que hicimos.

Sin embargo, le dije a Larry que era imposible hacer un largometraje de esta historia, porque no contenía suficiente sexo y violencia. Durante varios años, otros coautores intentaron hacer un guión apropiado, pero al final sucedió lo que yo había predicho. La versión final fue rechazada por los promotores, a pesar de que se le había añadido una pequeña dosis de violencia y sexo para amenizarla.

Es regla general que cuanto más complejo es el tratamiento de una historia, menos público atraerá. El necesario para que merezca la pena un largometraje es demasiado numeroso para la historia del DNA, que sería más adecuada para una obra de teatro o, a ser posible, una película de distribución limitada. El problema se agrava porque la gente de más edad de este público potencial, aunque haya oído hablar del DNA, casi no sabe lo que es, mientras que para algunos de los miembros más jóvenes la estructura es agua pasada, ya que lo aprendieron todo en la escuela.

Larry Bachmann ahora vive en una maravillosa casa, en un pueblo a unas pocas millas de Oxford. Se le concedió el derecho a comida en el Green College, y cayó tan bien a todos que lo hicieron miembro. Se mantiene ocupado reorganizando el tenis de Oxford (es muy aficionado a jugar al tenis), estimulando a los actores de teatro locales, e incluso aconsejando a la universidad sobre el modo de obtener fondos. Nos encontramos de vez en cuando, en Oxford o en el Club de Tenis de Beverly Hills, para hablar de cómo va el mundo.

En 1984 Jim y yo fuimos abordados por la BBC. Mick Jackson, un productor de la BBC, quería hacer un «docudrama» sobre el descubrimiento del DNA. (Docudrama es un género que estaría entre el documental y el drama). Intentaría ceñirse a los hechos más de lo que suele hacerse en el tratamiento de una película, pero modelaría la historia para hacerla teatralmente atractiva. Jim, yo y los otros personajes seríamos interpretados por actores.

Yo apoyaba que la BBC se ocupara de este asunto, sobre todo a causa de su reputación de producciones cuidadas y fiables. Jim, aunque inicialmente se sintió atraído, al final denegó su colaboración, argumentando que creía que el tratamiento de la BBC sería aburrido. Nunca supo qué era exactamente lo que Jim consideraba una versión más emocionante.

Fui consultado tanto por Mick Jackson como por el guionista, Bill Nicholson. Jane Callander hizo una amplia investigación y se familiarizó con los personajes implicados y los detalles de la historia. El programa, que recibió el nombre de Life Story, se emitió en Inglaterra el 27 de abril de 1987 y su duración fue de 106 minutos. La versión norteamericana, llamada Double Helix, fue emitida por el canal de Arte y Diversión más entrado el año. Jim estaba interpretado por Jeff Goldblum, yo por Tim Pigott-Smith, Maurice por Alan Howard y Rosalind por Juliet Stevenson. La mayoría de las críticas fueron favorables así como las llamadas telefónicas que recibió la BBC comentando la película. Yo estaba algo sorprendido de la buena acogida, pero Mick me comentó que una gran parte del público británico quedó sorprendido al descubrir que los científicos se comportaban como seres humanos. Cuando le contesté que pensaba que el libro de Jim ya había dado a conocer esta idea, Mick me señaló que probablemente muchos de los telespectadores no lo habían leído.

El programa sigue con detalle las líneas principales de la historia. Muestra a Rosalind en París, con su amigo y consejero científico Vittorio Luzzati, antes de que se trasladara al King’s College de Londres, para trabajar sobre el DNA en el laboratorio de John Randall. Pone demasiado énfasis en las diferencias que Rosalind, como mujer, encontró entre París y Londres. El fracaso en la colaboración entre Maurice y ella se saca a relucir claramente. En Cambridge, vemos cómo Jim es introducido en el escenario del College por Max Perutz, y después cómo me conoce a mí. El fiasco de nuestro primer intento de construcción del modelo y las reacciones de los investigadores del King’s están certeramente delineados, aunque el rapapolvo de Bragg es bastante ficticio. Otras escenas reproducen nuestro encuentro con Chargaff y nuestra discusión con John Griffith sobre el apareamiento de bases. Se ve la llegada del presuntuoso joven Peter Pauling, hijo de Linus. Un poco más tarde hace una copia del artículo científico de su padre con el modelo de DNA de tres cadenas incorrecto. Rosalind pierde los estribos con Jim, cuanto éste va a Londres para enseñarle el artículo. Maurice, en una muestra de simpatía, enseña a Jim las reveladoras fotografías de la forma B que Rosalind había hecho pero dejado a un lado mientras trabajaba laboriosamente sobre las fotos más detalladas de la forma A. El espectador ha sido preparado previamente para apreciar el significado de esta foto, mediante una explicación que doy a Jim sobre la difracción de rayos X por una hélice. No queda la menor duda de que la visión de esta espectacular foto nos lanza a la acción aunque, de hecho, la mayor parte de sus datos estaban a nuestro alcance por otros medios.

Finalmente, vemos a Jerry Donohue diciéndonos que las fórmulas que teníamos de las bases (formas tautoméricas) eran erróneas, y como consecuencia de ello Jim fue capaz de acertar en el apareamiento correcto de las bases. Después de esto, el modelo es casi inevitable. Vemos una versión algo exagerada de este momento culminante, seguida de un torrente de visitas, mientras el modelo de la doble hélice parece rotar hacia una música celestial. La película termina con Rosalind viendo el modelo y Jim conversando con su hermana en un puente sobre el Cam.

Para mí es difícil juzgar Life Story porque seguí muy de cerca todos los acontecimientos. A casi todo el mundo le gusta ver un cuento que se va desarrollando en la pantalla. A pesar de que la intención era amortiguar la parte científica, es sorprendente lo mucho que se introdujo, aunque dudo, por ejemplo, de que la mayor parte de los espectadores se percataran de que el DNA no es una molécula pequeña y regordeta sino larga y delgada. Si hubiéramos construido un modelo de tamaño más natural, habría llegado a las nubes. El que hicimos era sólo una minúscula fracción de los tamaños que se encuentran en la naturaleza.

Obviamente es injusto criticar a la BBC por no presentar los hechos de un modo riguroso. Cualquiera que se interese por lo que realmente sucedió se acercará más a la verdad leyendo las publicaciones que aparecieron después. Lo que Life Story pretendía era dar una visión de la naturaleza general del descubrimiento y mostrar en términos amplios cómo se hizo y cómo fue recibido.

La BBC, al tiempo que se esforzaba por presentar unos hechos reales, no tenía reparos en magnificar incidentes y cambiar escenas. La conversación entre Maurice, Jim y yo, que en el film tiene lugar en los jardines del college cerca del río, en realidad se desarrolló en el comedor de mi casa. La fiesta, con los hombres disfrazados de clérigos, en realidad se celebró en casa de Peter Mitchell; y la conversación entre John Griffith y yo en aquella fiesta tuvo lugar en un tranquilo pub. Tampoco conocimos a Chargaff en una cena del college. Pero estos cambios me parecieron perfectamente aceptables puesto que dan una idea global de los acontecimientos importantes de la historia y también del ambiente local, aunque las combinaciones que se muestran no sean las reales.

Existen otros errores importantes. Aunque parezca sorprendente, no creo que las reglas de Chargaff estuvieran en el pensamiento de Jim cuando éste dio con el apareamiento correcto de las bases. Otra equivocación más grave son las palabras puestas en boca de Rosalind. Ella dice a Maurice Wilkins: «Puedes estar acertado o no. No lo sabremos hasta que hayamos concluido el trabajo. Y una vez finalizado no necesitaremos las conjeturas porque conoceremos la respuesta. Por tanto, ¿qué sentido tienen las suposiciones?»

Esta argumentación, parece tener a primera vista una fuerza considerable, pero es incorrecta. Tal como he explicado anteriormente, los rayos X sólo proporcionan la mitad de los datos necesarios. Por esta razón, un buen modelo vale su peso en oro, especialmente si, como en el caso del DNA, las reflexiones de rayos X son escasas. Es poco probable que Rosalind hubiera pronunciado tales palabras. Si lo hubiera hecho, habría demostrado que no había comprendido adecuadamente el problema al que se enfrentaba.

Se insinúa, aunque no se afirme directamente, que Rosalind y su compañero de París eran amantes. Me sorprendería que fuera cierto. Vittorio, que tiene un carácter más animado del que se le atribuye en la película, estaba casado. Rosalind era amiga del matrimonio Luzzati, así como más tarde lo fue de Aaron Klung y su mujer, y de Odile y mía. Creo que a Rosalind le gustaban estas amistades, porque podía relacionarse científicamente con el marido al tiempo que disfrutaba de la compañía de ambos cónyuges. Podía mostrarse amigable y relajada sin el peligro de la implicación sexual. En aquella época Vittorio era su consejero científico más cercano, pero tenía poca experiencia en la resolución de estructuras de moléculas orgánicas siguiendo la pauta de Pauling, por lo que su consejo, aunque aparentemente razonable, estaba en parte equivocado.

El tratamiento de la historia presenta varios puntos débiles interesantes. El guionista, Bill Nicholson, estuvo encantado al enterarse del fiasco de nuestro primer modelo, porque ello encajaba en un formato dramático corriente. Tal como él dijo: «Chico conoce a chica; chico pierde chica; chico recupera chica» o, tal como me explicó, un fallo en plena acción gana las simpatías del público hacia la causa de los dos «protagonistas». No pude dejar de pensar que cuando dimos el patinazo sobre el contenido de agua no intentábamos dar una forma dramática a nuestros esfuerzos. Esperábamos haber llegado a la estructura correcta.

La rápida sucesión de imágenes intercaladas de Londres y Cambridge a medida que el punto culminante se acerca, corresponde a los hechos reales, aunque la acción se contemple en una visión de conjunto; sin embargo, el ambiente del final ha sido distorsionado a fin de lograr un clímax espectacular. Aunque estábamos exaltados cuando descubrimos la doble hélice, ninguno de nosotros dos ni nadie más pensó en un gran éxito. En realidad, a Jim le preocupaba que estuviéramos equivocados y volviéramos a hacer el ridículo. En consecuencia, las celebraciones y felicitaciones son mero producto de la imaginación del guionista. La mayoría de la gente hubiera calificado la estructura como «interesante» o «muy sugestiva», pero muy pocos en aquel momento estaban seguros de que la doble hélice fuera realmente correcta. Aún es menos excusable el giro «literario» que se da al final. La idea de que Jim estuviera sereno (durante la conversación ficticia con su hermana, sobre el puente) porque había alcanzado todos sus propósitos no es acertada. Además, omite el «final» verdadero: la doble hélice no fue un final sino un principio, porque desencadenó todas las ideas posteriores sobre replicación de los genes, síntesis de proteínas y demás. Esto fue lo que nos ocupó durante el resto del verano y en los años venideros. Hablar de premios y éxitos sólo llegó mucho más tarde. Cuando a finales del verano de 1954 volví a Cambridge desde los Estados Unidos, el Medical Research Council no creyó oportuno darme una plaza fija, a pesar de que entonces yo ya tenía treinta y ocho años. Me ofrecieron un contrato por siete años, aunque aproximadamente un año después lo convirtieron en indefinido (equivalente a una plaza fija en el MRC).

Respecto de los actores, pienso que Jeff Goldblum es demasiado maniático en su interpretación de Jim, y se muestra excesivamente interesado en las chicas. «Nadie me dijo que Jim no mascaba chicle», se me quejó Mick Jackson, pero si se hubiera preocupado de averiguarlo habría descubierto que casi ningún científico masca chicle, ni siquiera los impetuosos jóvenes norteamericanos. Los modelos de Jim eran más delicados. Goldblum lo captó bastante bien en la escena de la fiesta de disfraces, cuando le preguntan si realmente es un vicario (un clérigo anglicano). Casualmente, en la fiesta real Jim respondió que sí lo era. Quien le hizo la pregunta, una joven norteamericana, le estuvo interrogando durante una media hora sobre la educación espiritual de sus hijos y se enfadó mucho cuando finalmente descubrió que no era clérigo. En cuanto al resto de los actores, Max Perutz, Raymond Goslind, Maurice Wilkins, Peter Pauling y Elizabeth Watson son inmediatamente reconocibles, pero la actuación clave es la de Juliet Stevenson encarnando a Rosalind. Esta no sólo es el verdadero centro de la película —es casi la única persona que parece estar haciendo ciencia—, sino que se da una imagen mucho más completa de ella que del resto de los personajes. No creo que esta interpretación de Rosalind fuera fortuita. Los comentarios de Miss Stevenson, expresados en Radio Times, demuestran que tenía un conocimiento profundo sobre la capacidad y el carácter de Rosalind. Además, el guionista ha transmitido la naturaleza general del error de juicio de Rosalind sobre el mejor método para solucionar el problema.

En resumen, ¿qué decir de Life Story? Sin duda muestra el hecho obvio de que la investigación científica es desempeñada por seres humanos, con todas sus virtudes y flaquezas. No hay trazas del científico imperturbable estereotipado, resolviendo problemas con una lógica rígida. Demuestra, o al menos esboza, cómo se hace un determinado tipo de ciencia, aunque la mayor parte de la investigación es más laboriosa y menos dramática que el descubrimiento de la doble hélice. Incluso ofrece, de un modo elemental, una cierta dosis de información científica básica. Y lo que es más importante, narra una buena historia a buen ritmo, de modo que gente de todo tipo puede disfrutar con ella y asimilar algo de lo que se enseña durante la proyección. En resumen, a pesar de sus limitaciones, Life Story tiene que considerarse un éxito. En otras manos podría, fácilmente, no haber sido tan buena.