Capítulo 7

Diario de Patrick Boyd.

Madrid, Hotel de las Cuatro Naciones.

Sábado, 25 de octubre de 1873.

Gran día, estupendo día. Pérez, el ya imprescindible Pérez, me hizo llegar un sobre al hotel esta mañana. Al abrirlo me encontré con un resumen de las hojas del sumario donde se trata de la indagatoria llevada a cabo en Sevilla en busca de papeles comprometedores de Solís (folios 5635-5647).

Yo creía que, para llevar a cabo el requisitorio en el palacio de Montpensier, había ido a Sevilla desde Madrid, en persona, el juez Servando Fernández Victorio, instructor entonces de la causa. Es lo que me dijo Araceli, pero se equivocaba. Lo que hizo el juez fue mandar un exhorto a las autoridades sevillanas, fechado el 1 de julio de 1871, para que se encargasen ellas del mismo. En él explica que Solís Campuzano es «uno de los presuntos culpables de la muerte violenta» de Prim y que, además, son «graves y concluyentes los indicios de su culpabilidad respecto a la tentativa de asesinato del mismo».

Es decir que para el juez existía, por lo que le tocaba a Solís, una relación muy probable, casi segura, entre la tentativa del 14 de noviembre y el asesinato del 27 de diciembre.

El exhorto encomienda a las autoridades de Sevilla la busca y captura del coronel, así como un minucioso registro de su casa o casas. Procediendo «con toda urgencia y a mayor reserva», deben recoger cuánta documentación encuentren en ella o ellas, sobre todo cartas, papeles relacionados con pagos (máxime a través del Banco de Barcelona) y armas de fuego.

Un juez sevillano se encargó de cumplir escrupulosamente lo ordenado desde Madrid y se presentó sin perder tiempo en San Telmo con sus hombres (alguaciles, escribanos…). Allí le informó el contador y encargado de la vasta propiedad de que Montpensier estaba en Francia y que Solís nunca vivió en el palacio, ya que tenía su propio domicilio en la ciudad (dirección no especificada). Además, según el encargado, a finales de 1870 o principios de 1871 el coronel se había trasladado con su madre a Villafranca de los Barros, y a partir de entonces apenas se le veía por la capital andaluza. Eso sí, las pocas veces que volvía solía quedarse unas noches en San Telmo, en el pequeño cuarto que a tales efectos ya se le tenía destinado como ayudante del duque.

El juez inspeccionó enseguida dicha dependencia, donde no encontró nada incriminador. Ello no encaja con lo que me dijo Araceli, que según el conocido suyo que trabajaba en San Telmo sí hallaron allí algunos documentos quizás comprometedores. A ver si aclaramos esto.

Pérez ha estado releyendo también la declaración que, ordenada por Madrid, le tomó el juez francés a Montpensier. Me ha pasado los detalles esenciales. Daría mucho por ver con mis propios ojos el documento original (folios 6799-6808).

Resulta que Montpensier compareció ante el juez de Riom (Puy-de-Dóme) el 28 de agosto de 1871. No le fue difícil rechazar todas las alegaciones y acusaciones, relativas a su persona y la de Solís, procedentes mayormente de José López. Declaró que sólo vio a este una vez, en su casa de la calle madrileña de Fuencarral, y que, después, dicho individuo —de quien habla con el más absoluto desprecio— trató únicamente con su ayudante Solís.

Preguntado si era cierto el rumor que corrió por Sevilla en noviembre de 1870, recogido de labios de varios testigos por el juzgado, según el cual había visitado con uno de su séquito una taberna situada cerca de la Puerta del Arenal para verse con «personas de muy mala reputación», el duque contestó airado que él no iba nunca a tabernas ni trataba con gentuza.

El dato del «rumor» es fascinante y confirma lo que me dijeron al respecto los Machado. Montpensier era muy conocido en Sevilla, con un físico y una presencia inconfundibles (empezando con su imponente nariz, a juzgar por las caricaturas de La Flaca). Parece difícil que aquellos testigos se equivocasen.

La última pregunta de la comisión rogatoria tenía que ver con el paradero actual de Solís. ¿Sabía el duque dónde estaba? No, no lo sabía. Sí tenía una dirección anterior, pero no creía necesario indicarla. Dijo que tampoco conocía la razón de la huida de su ayudante.

Montpensier se revela mucho duque en su declaración y absolutamente au dessus de la mélée. ¡A él no le van a pillar con las manos en la masa, desde luego! ¡Y mucho menos manchadas de sangre!