Capítulo 6

Diario de Patrick Boyd.

Madrid, Hotel de las Cuatro Naciones.

Jueves, 23 de octubre de 1873.

Nota hoy de Araceli en que me anuncia que ella y Benito vienen en el tren del miércoles próximo, que a lo mejor los acompañará Machado Álvarez —que tiene un compromiso en Madrid—, y que se alegra de que nos vayamos a ver pronto.

Me confirma que Solís no tardará en volver a Castilleja.

Estoy todo confuso. Araceli ha dejado caer lo de «Mr. Boyd» y me llama directamente Patrick. ¿Realmente siente algún interés por mí o sólo quiere ser simpática y ayudarme en mi investigación, como amiga de los Machado? Desde que la conocí su imagen me persigue constantemente, despierto o entre sueños, el perfume ambarino que llevaba la noche de Silverio se me ha metido dentro…

También hoy una buena aportación de Pérez, que me ha preparado una sinopsis de las declaraciones de Moya y de Juan Moreno Benítez ante el juez (de Nandín no ha encontrado nada por el momento).

Hay dos de Moya. En la primera dice que vio en la calle del Turco a un hombre de mediana estatura, con una blusa azul, apuntar con un arma de fuego —al parecer una carabina recortada— a la berlina. No menciona a Paul. Pero en su ampliación añade que quien dirigía el atentado gritó «¡fuego, puñeta, fuego!», y que él, Moya, «creyó» reconocer la voz de Paul Angulo. Recomienda al juez que pregunte al respecto a Juan Moreno Benítez. Y el juez lo hace.

Según la declaración de Moreno —Pérez ha transcrito las palabras exactas—, Prim le contó que en la calle del Turco «oyó una voz que decía “fuego, puñeta, fuego” y le parecía ser la de don José Paul y Angulo, en pos de la cual, obedeciéndole, le habían hecho tres o cuatro disparos».

No estamos, pues, ante aseveraciones contundentes, sino en el dominio del «parecer». Da la impresión de que Moreno conoce las declaraciones de Moya, o ha hablado con él. Las versiones coinciden demasiado. De todas maneras no bastan para inculpar a Paul. En toda la declaración de Moreno que ha copiado Horacio se aprecia el despecho del personaje hacia el jerezano, a quien achaca abiertamente el asesinato del general.

No, no, nada de esto prueba la presencia en Turco de Paul. Tampoco es concluyente al respecto lo que me dijo Ricardo Muñiz. Si este hubiera apuntado las palabras exactas de Prim nada más oírlas, tal vez sí. Pero no lo hizo. Y ha podido influir en su «recuerdo» de las mismas lo que iban diciendo por ahí Moreno, Moya y quizás otros.

Sigo convencido de que Paul no estuvo en la calle del Turco aquella noche.