Extracto del diario de Patrick Boyd.
Madrid, Hotel de las Cuatro Naciones.
Jueves, 9 de octubre de 1873.
Después de sacar el billete (para el domingo por la tarde) y de enviarle un telegrama a Paul, vi ayer al diputado Miguel Morayta en el Ateneo, que sigue en la casa, bastante pobretona, de la calle de la Montera, número 22, donde la visité por vez primera en 1870.
El encuentro me resultó un poco decepcionante. El hombre estuvo muy correcto, muy amable, eso sí, pero apenas me aportó nada nuevo sobre el asesinato de Prim.
Sí me dijo algo que no sabía, que para la noche del 27 de diciembre, la noche nefasta, él le había invitado personalmente a Prim para que hiciera acto de presencia, aunque breve, en una cena masónica en… ¡el hotel de las Cuatro Naciones, que entonces estaba todavía donde yo lo conocí en mi primera visita, a dos pasos de la Puerta del Sol! Prim decidió no ir pero, si lo hubiera hecho, tal vez se habría librado de sus asesinos.
Morayta da por seguro, pero sin razones suficientes, que fue Paul Angulo quien gritó la orden de disparar en la calle del Turco. Me habló muy mal de él como persona, diciendo que era «víctima del fanatismo y de los excesos de la bebida», que se disfrazaba de manera estrafalaria, que «vivía con más precauciones que el criminal más perseguido», que un día le vio en plena calle con un revólver que mostraba de manera chulesca a la gente, que frecuentaba «las tabernas de más baja estofa», rodeada de «gentuza de la hez de la sociedad», etcétera, etcétera. También me recordó la virulencia de sus ataques a Prim en El Combate. Como si todo ello fuera una demostración contundente de la culpabilidad del jerezano en el asesinato, cuando no es más que un argumentum ad hominem.
A juicio de Morayta el crimen fue el resultado de una conspiración representando diversos intereses, pero dice no saber quiénes, concretamente, estaban detrás. Supongo que tiene una teoría al respecto pero, si es así, no quería compartirla conmigo. Suscité el asunto de la tentativa de noviembre, sin mencionar a López, y me dijo que durante las semanas previas al asesinato todo el mundo sabía que Prim estaba en peligro. En fin, vaguedades, aunque más adelante me puede resultar útil su apoyo.