Diario de Patrick Boyd.
Madrid, Hotel de las Cuatro Naciones.
Martes, 30 de septiembre de 1873.
¡Alegría! Ayer por la tarde una breve carta de Araceli en respuesta a la mía. Ha averiguado que Solís vive ahora en su propiedad de Villafranca de los Barros, pero que le esperan pronto en Castilleja de la Cuesta, donde por lo visto tiene que arreglar algunos asuntos suyos todavía pendientes con el duque. Me sugiere que le escriba allí pidiéndole una entrevista.
Todavía no ha localizado a la persona que trabajaba en San Telmo cuando se llevó a cabo allí la indagatoria. La seguirá buscando. Me anuncia que ella y Benito vendrán a Madrid dentro de algunas semanas, pero que no sabe todavía la fecha exacta de su llegada y que me informará al respecto. Firma «su amiga y colaboradora».
Su mensaje me ha producido un estado de tensión difícil de definir. Desde la muerte de Mary no creo haber pensado una sola vez en otra mujer y la posibilidad de una nueva relación. Y ahora se presenta en mi vida, sin haberla buscado, esta hermosa y vibrante criatura que sospecho no es feliz con su marido. ¿Qué pasará cuando nos volvamos a ver?
Mañana le contestaré y trataré de decirle algo de esto, pero entre líneas, para no meter la pata y estropearlo todo.
La Correspondencia trae una «noticia» que agradezco infinito porque me ha hecho soltar una carcajada de verdad, algo que no me ha sucedido en bastantes días. Se trata de los enfebrecidos cantonalistas de Cartagena. «La prensa francesa consigna la indiferencia de las tres potencias europeas ante el bombardeo de Alicante», dice. Se entiende tal indiferencia, claro, pues ¿cómo iban las hazañas de los cantonalistas, empeñados en su conquista de Alicante, a acaparar un lugar preeminente en las preocupaciones y estrategias, en estos momentos, de Francia, Inglaterra y Alemania?
Más interesante para mí, el diario dice que «se confirma» la noticia de que Paul está entre los sublevados de Cartagena. ¿Será verdad? Necesito localizarle cuanto antes, esté donde esté.