Capítulo 14

Extracto del diario de Patrick Boyd.

Madrid, Hotel de las Cuatro Naciones.

Domingo, 28 de septiembre de 1873.

Después de ver a López esta mañana me presenté en la imprenta de Manuel Martínez. Creía que, siendo domingo, estaría cerrada, pero no, trabajaban. El hombre leyó la nota y estuvo muy atento. Me buscó enseguida los dos pasquines. Aceptó el dinero sin rechistar, como es natural. ¡No me los iba a regalar! Me preguntó en qué estado de ánimo había encontrado a su vecino del Saladero. «Es una vergüenza que esté todavía preso —me dijo—, cuando los culpables andan por ahí sueltos».

Acabo de leer con fascinación las dos hojas.

La primera, como me dijo López, se titula Asesinato de don Juan Prim. Contestación al secretario de Montpensier. La otra, Asesinato de don Juan Prim. Segunda contestación al secretario de Montpensier. Al final de la primera se lee, encima del pie de imprenta: «Cárcel del Saladero, 23 de julio de 1871, José López». Y al de la segunda: «José López, Cárcel del Saladero, 17 de agosto de 1871».

Hubo, pues, dos cartas de Solís con sendas respuestas de su adversario. La primera —López aporta el dato— se publicó en el diario La Época el 21 de julio de 1871. Supongo que la segunda salió en agosto en el mismo periódico. Las tendré que buscar enseguida en la Biblioteca Nacional.

Las respuestas de López coinciden en casi todo con lo que me dijo esta mañana. En ellas no oculta el desprecio más profundo que le suscitan tanto Solís como Montpensier. Es un hábil polemista, dueño de un sarcasmo mordaz y con un dominio del idioma considerable.

Solís creía al principio, según López, que iba a ser posible conseguir en las Cortes Constituyentes, recurriendo al soborno, los apoyos necesarios para que triunfara la candidatura de Montpensier. Pero, al ver que no, optó por otra táctica, la de procurar, con el dinero del duque, «introducir la perturbación en todos los partidos, valiéndose para ello con la compra de todos los que se querían vender». Ello con el propósito de «lanzarlos al campo y poder aprovechar la anarquía de la sublevación». Solís, sigue López, contaba con el apoyo de Topete y varios generales más, entre ellos Serrano, quienes, «al sofocar la rebelión mixta, proclamarían, tal era el proyecto, al señor duque de Montpensier rey de España».

Cuando se desvaneció también tal esperanza, según López, «se convino en que mientras don Juan Prim estuviese al frente de los asuntos del país todo era inútil». O sea que había que matarlo.

Esta primera contestación de López a la carta publicada por Solís en La Época constituye, sobre todo, un reto. Un reto para que el antiguo ayudante de Montpensier tenga la valentía de abandonar su escondite y comparecer ante el juez que lo reclama.

En su segunda respuesta, muy larga, López exige que Solís publique su correspondencia con «Jáuregui» y las alegadas cartas de extorsión que este le hubiera dirigido desde el Saladero, que diga de quiénes se valió para conseguir el asesinato de Prim y que identifique a quién suministró el oro y los medios para que algunos de los criminales pudiesen huir al extranjero. Explica que sólo decidió contarle al juez la verdad sobre el complot cuando él mismo le mostró el sumario y pudo comprobar allí que el partido republicano, al cual él dice pertenecer, era víctima de falsas delaciones.

Ello no encaja con lo que me dijo esta mañana: que le motivó, para tomar aquella decisión, el descubrimiento de que Solís había huido de la justicia, abandonándole a él y los demás presos a su suerte.

En uno de los párrafos cruciales de la respuesta, López «explica» otra vez su motivación para entrar en contacto con el duque:

Puesto que el señor Solís no ignora la amistad que me ligaba con el general Prim, contrario al duque de Montpensier, y que sabe mis ideas republicanas, no tiene necesidad de llamar mucho a su imaginación para explicarse el por qué entraba yo a tomar parte en la conspiración: quería conocer yo, enemigo de la monarquía y amigo al mismo tiempo del general Prim, los designios de aquellos que trabajaban al propio tiempo en contra de mis ideas y del amigo. Quería, en fin, evitar víctimas, trastornando los planes de los verdugos de mi patria.

¿Es cierto que López tenía amistad con Prim? Si realmente fue así, lo sabrían los íntimos del general. Muñiz, por ejemplo. Se lo preguntaré. Sospecho que es otro bulo. Y que López se introdujo en el complot no para salvar a su «amigo» sino para ayudar a poner sobre el trono a Montpensier y cosechar los beneficios consiguientes.

Lo más importante del documento, creo, es la reproducción de algunos párrafos de una carta que López alega haber recibido de Solís. Con fecha 20 de septiembre de 1870 y firmada «F. S.», se trataría en ella del giro de cinco mil pesetas —una cantidad muy considerable— para facilitar la llegada a Madrid de los «géneros» necesarios para llevar a cabo el «proyecto» acordado. Es decir, la llegada de los asesinos.

López también reproduce una carta que dice haber enviado desde la cárcel a Montpensier, firmada por «Jáuregui», con fecha 26 de mayo de 1871. Carta entregada en mano al duque en el balneario granadino de Alhama, que visitaba con cierta frecuencia. En dicha misiva «Jáuregui» se queja amargamente de Solís, que le ha abandonado en la cárcel, así como a sus compañeros. Todos están en la miseria. Son cinco familias, con quince hijos. Ellos cumplieron con lo pactado, pero el duque no lo ha hecho en absoluto. Si no les ayuda, «Jáuregui» amenaza con revelar toda la verdad.

López termina denunciando «la ignominia y el oprobio que pesa sobre nuestra querida patria por haberla hollado con su planta un Orleans, y por haber nacido en ella el señor don Felipe Solís y Campuzano».

Desde luego no le faltan agallas. Ya ha sido asesinado uno de los implicados en la tentativa, Tomás García. Sabe que a él le puede tocar la misma suerte el día menos pensado. Y sigue adelante con sus alegatos, consciente de que su pronta liberación, en la que tanto confía, hará aún más fácil la tarea de acabar con él, pues dará más oportunidades a sus enemigos.

La documentación que aduce López podría ser falsa, claro. ¿Está en el sumario? ¿Me podrá poner en contacto con alguien que me ayude a acceder a la causa, como me ha dicho? Es evidente que si no logro conseguirlo —pagando, sobornando, lo que haga falta—, mi investigación va a ser un fracaso y sólo añadirá más confusión a la ya existente.

Mañana iré a primera hora a la Biblioteca Nacional para ver las cartas de Solís. Gracias a López tengo la fecha de la primera: 21 de julio de 1871.