El alarido de Cap y su brusca arremetida hacia el rastrillo sólo distrajeron la concentración de Rainbird por un instante, pero ese instante bastó. El revólver se desvió de la cabeza de Andy hacia Cap. Fue un movimiento reflejo, la fluctuación rápida y vigilante de un tigre que ha salido a cazar por la jungla. Y así fue como sus instintos aguzados lo traicionaron y lo hicieron caer del filo de la navaja por el que había transitado durante tanto tiempo.
Andy utilizó el empuje con la misma rapidez y en la misma forma refleja. Cuando el revólver se desvió hacia Cap, le ordenó a Rainbird «¡Salta!», y empujó como nunca lo había hecho en la vida. El ramalazo de dolor que le atravesó la cabeza como las esquirlas de una granada de fragmentación fue tan intenso que lo descompuso, y sintió que algo cedía, definitiva e irrevocablemente.
Un reventón, pensó. El pensamiento se formó en un magma espeso y pegajoso. Retrocedió tambaleándose. Toda la mitad izquierda de su cuerpo había perdido la sensibilidad. La pierna de ese lado se negaba a sostenerlo.
(finalmente ha ocurrido es un reventón el muy maldito finalmente aflojó)
Rainbird tomó un fuerte impulso con los brazos para saltar del borde del pajar. Su rostro reflejaba una expresión de sorpresa casi hilarante. Retuvo su arma. Incluso cuando cayó al suelo en una mala posición y se desplomó de bruces con una pierna fracturada, seguía empuñando el arma. No pudo sofocar un grito de dolor y desconcierto, pero no soltó el arma.
Cap había llegado hasta la manguera verde y la golpeaba frenéticamente con el rastrillo. Movía los labios pero no emitía ningún sonido… sólo una fina pulverización de saliva.
Rainbird levantó la vista. El pelo le había caído sobre la cara. Sacudió la cabeza para apartarlo de su línea de visión. Su ojo solitario centelleaba. Tenía la boca estirada en un rictus amargo. Levantó el revólver y le apuntó a Andy.
—¡No! —chilló Charlie—. ¡No!
Rainbird disparó y los orificios de ventilación del silenciador despidieron una vaharada de humo. La bala hizo saltar astillas brillantes y frescas junto a la cabeza oscilante de Andy. Rainbird apoyó un brazo en el suelo y volvió a disparar. La cabeza de Andy se torció violentamente hacia la derecha, y del lado izquierdo de su cuello manó un torrente de sangre.
—¡No! —volvió a aullar Charlie, y se cubrió la cara con las manos—. ¡Papá! ¡Papá!
La mano de Rainbird resbaló debajo de él. Largas astillas se hincaron en su palma con un susurro.
—Charlie —murmuró—. Mírame, Charlie.