Los agentes —la mayoría de ellos armados con revólveres— y los jardineros —casi todos con fusiles— convergían, más o menos en círculo, hacia el establo bajo en forma de L, cuando empezaron los alaridos. Un momento después se oyó un golpe sordo y fuerte y lo que podría haber sido un grito ahogado de dolor. Sólo un segundo más tarde se oyó un débil rasguido, y luego una detonación ahogada que seguramente provenía de un revólver con silenciador.
El círculo que rodeaba el establo se inmovilizó y en seguida reanudó la marcha convergente.