Cuando Don Jules llegó de nuevo al edificio del que Cap y Andy habían salido apenas unos minutos atrás, estaba tan fuera de sí que Richard, encargado de custodiar la puerta, empuñó el revólver guardado en el cajón.
—Qué… —empezó a decir.
—¡La alarma, la alarma! —aulló Jules.
—Tienes autor…
—¡Tengo toda la autorización que hace falta, imbécil de mierda! ¡La chica! ¡La chica se escapa!
Sobre la consola de Richard había dos simples mandos semejantes a las combinaciones de las cajas de caudales, numerados de 1 a 10. Alelado, Richard dejó caer su bolígrafo y colocó el mando de la izquierda en una posición situada un poco más adelante del 7. Jules contorneó la mesa y colocó el mando de la derecha un poco más adelante del 1. Un momento después empezó a brotar de la consola un débil bordoneo, que se repetía en todo el reducto de la Tienda.
Los jardineros detuvieron las cortadoras de césped y echaron a correr hacia los cobertizos donde estaban guardados los fusiles. Las puertas de los recintos donde había terminales de computadoras vulnerables se deslizaron sobre sus guías para cerrarse y bloquearse. Gloria, la secretaria de Cap, extrajo su propia arma de fuego. Todos los agentes de la Tienda disponibles corrieron hacia los altavoces para esperar instrucciones, y desabrocharon sus americanas para tener las armas a mano. La corriente de la valla exterior saltó del acostumbrado cosquilleo diurno a un voltaje mortal. Los Dobermans que patrullaban el espacio comprendido entre las dos vallas oyeron el bordoneo, intuyeron el cambio que se produjo cuando la Tienda se preparó para la batalla, y empezaron a ladrar y a brincar histéricamente. Las puertas que separaban la Tienda del mundo exterior también se deslizaron sobre sus rieles, se cerraron y se bloquearon automáticamente. Una de las puertas correderas arrancó de cuajo el parachoques trasero del camión de una pastelería que estaba aprovisionando la despensa, y el conductor tuvo la suerte de no morir electrocutado.
El bordoneo parecía interminable, subliminal. Jules cogió el micrófono de la consola de Richard y proclamó: —Situación Amarillo Crítico. Repito, Situación Amarillo Crítico. No es un simulacro. Converged sobre el establo. Con cautela. —Hurgó en su mente buscando el nombre en clave asignado a Charlie McGee y no lo encontró. Aparentemente cambiaban todos los días esas jodidas charadas—. Se trata de la chica, ¡y lo está usando! ¡Repito, lo está usando!