El técnico fue el primero en sentirlo. Estaba acalorado e incómodo y sudado dentro del traje de amianto, y al principio pensó que esto era todo. Después vio que en las ondas alfa de la niña había aparecido el ritmo de picos altos que es el signo distintivo de la concentración extrema, y que también es el sello cerebral de la imaginación. La sensación de calor se intensificó… y súbitamente tuvo miedo.