Diez minutos más tarde, Cap volvió a pulsar la clavija del interfono.
—¿Rainbird ya ha regresado de Venecia, Rachel?
—Llegó ayer —contestó Rachel, y a Cap le pareció captar el tono de repugnancia en la voz de Secretaria del Jefe que Rachel había cultivado cuidadosamente.
—¿Está aquí o en Sanibel? —La Tienda tenía un centro de descanso y recuperación en Sanibel Island, Florida.
Se produjo una pausa mientras Rachel consultaba a la computadora.
—Está en Longmont, Cap. Desde las dieciocho horas de ayer. Supongo que se está reponiendo de los efectos del viaje.
—Ocúpese de que alguien lo despierte —dijo Cap—. Me gustaría verlo cuando se haya ido Wanless… suponiendo que Wanless esté aún aquí.
—Hace quince minutos estaba.
—Muy bien… digamos que a Rainbird lo recibiré a mediodía.
—Sí señor.
—Usted es una buena chica, Rachel.
—Gracias, señor. —Pareció emocionada. Cap le tenía estima, mucha estima.
—Dígale a Wanless que entre, Rachel.
Se arrellanó en su asiento, cruzó las manos delante de él, y pensó: Por mis pecados.