Veinte minutos más tarde estaban los dos en la cama de matrimonio de la Unidad 16. Charlie dormía profundamente, con una respiración rítmica, y Andy seguía despierto pero se deslizaba hacia el sueño. Sólo la palpitación uniforme de su cabeza lo mantenía despierto. Eso y las preguntas.
Hacía aproximadamente un año que huían. Era casi increíble, quizá porque aquello no se había parecido tanto a una fuga, sobre todo mientras habían estado en Port City, Pennsylvania, controlando el Programa de Adelgazamiento. Charlie había concurrido a la escuela en Port City, ¿y cómo podías estar escapando si tenías un empleo y tu hija iba a primer grado? Casi los habían atrapado en Port City, no tanto porque fueran excepcionalmente listos (aunque eran tremendamente tenaces, y esto asustaba mucho a Andy) sino porque Andy había cometido aquel error crucial: se había permitido el lujo de olvidar que eran fugitivos.
Esto ya no sería posible.
¿Dónde estarían? ¿Aún allá en Nueva York? Si por lo menos hubiera podido convencerse de que… no habían copiado el número de la matrícula del taxi. Todavía lo estaban rastreando. Lo más probable era que estuviesen en Albany, pululando por el aeropuerto como los gusanos en un montón de carroña. ¿En Hastings Glen? Probablemente llegarían por la mañana. Pero quizá no. Hastings Glen estaba a más de veinte kilómetros del aeropuerto. No se justificaba que la paranoia triunfara sobre el sentido común.
¡Me lo merezco! ¡Ojalá hubiera caído delante de los coches! ¡Me lo merezco por haber incendiado a ese hombre!
Su propia voz que replicaba: Podría haber sido peor. Podría haber sido su cara.
Voces en una habitación embrujada.
Se le ocurrió una idea. Teóricamente conducía un Vega. Cuando amaneciera y el portero de noche no viese un Vega aparcado frente a la Unidad 16, ¿supondría simplemente que el representante de la United Vending Company había partido? ¿O investigaría? Ahora no podía hacer nada al respecto. Estaba totalmente desquiciado.
Me pareció notar algo raro en él. Pálido, descompuesto. Y pagó con monedas. Dijo que trabajaba para una firma de máquinas expendedoras, pero no pudo reparar la de cigarrillos que hay en la entrada.
Voces en una habitación embrujada.
Se dio la vuelta sobre el costado, escuchando la respiración lenta y uniforme de Charlie. Pensó que se la habían llevado, pero no había hecho más que internarse entre los arbustos. Donde no la vieran. Charlene Norma McGee. Charlie desde… bueno, desde siempre. No sé qué haría, Charlie, si te atraparan.