20

Hastings Glen era poco más que un caserío que había crecido a ambos lados de la carretera. A esa hora los semáforos del pueblo eran unos faros parpadeantes. El conductor barbudo y tocado con el sombrero rústico enfiló por la rampa de salida, atravesó la ciudad dormida y los llevó por la Ruta 40 hasta el Slumberland Motel, un edificio de madera de pino, con los vestigios esqueléticos de un maizal trillado, en el fondo, y un cartel de neón rosado, en el frente, que tartajeaba en medio de la oscuridad la palabra ficticia H BIT I NES. A medida que su sueño se había hecho más profundo Charlie se había ido deslizando progresivamente hacia la izquierda, hasta que ahora su cabeza descansaba sobre el muslo del conductor, enfundado en un vaquero azul. Andy había ofrecido quitarla de allí, pero el conductor había negado con la cabeza.

—Así está bien, amigo. Déjela dormir.

—¿Le molestaría detenerse un poco más adelante? —inquirió Andy. Le resultaba difícil pensar, pero esta medida de precaución se le ocurrió casi intuitivamente.

—¿No quiere que el portero de noche sepa que no tiene coche? —El conductor sonrió—. Cómo no, amigo. Pero en una pocilga como ésa no se les movería un pelo si llegara pedaleando en un uniciclo. —Los neumáticos de la furgoneta trituraron la grava del arcén—. ¿Está seguro de que no le vendrían bien los cinco?

—Supongo que mal no me vendrían —murmuró Andy, renuentemente—. ¿Quiere anotarme su dirección? Se los devolveré por correo.

La sonrisa del conductor reapareció.

—Mi dirección es «en tránsito» —replicó, mientras extraía la cartera—. Pero es posible que vuelva a encontrarse con mi cara sonriente, ¿entendido? Quién sabe. Agárrese del retrato del viejo Lincoln, amigo.

Le entregó el billete a Andy, y de pronto éste se echó a llorar. No mucho pero lloraba.

—No, amigo —protestó el conductor afablemente. Rozó apenas con la mano la nuca de Andy—. La vida es corta y el martirio es largo y nos han puesto a todos en el mundo para que nos ayudemos los unos a los otros. La filosofía de comic de Jim Paulson, en versión abreviada. Cuide bien de la pequeña desconocida.

—Claro —contestó Andy, frotándose los ojos. Guardó el billete de cinco dólares en el bolsillo de su chaqueta de pana—. ¿Charlie? ¿Cariño? Despierta. Ya falta poco.