Los dos hombres hicieron un rápido recorrido por la terminal y después por las puertas de embarque, sosteniendo sus credenciales en la mano ahuecada para que los agentes de seguridad las vieran. Volvieron a encontrarse cerca de la taquilla de United Airlines.
—Nada —manifestó el primero.
—¿Crees que cogieron un avión? —preguntó el segundo. Era el tipo del elegante Botany 500 azul.
—No creo que ese hijo de puta tuviera más de cincuenta dólares… y quizá mucho menos aún. Será mejor que lo verifiquemos.
—Sí. Pero deprisa.
United Airlines. Allegheny. American. Braniff. Las líneas locales. Ningún hombre de espaldas anchas que pareciera enfermo había comprado billetes. El mozo de las maletas de Albany Airlines creía haber visto, empero, a una niña con pantalones rojos y blusa verde. Una bonita cabellera rubia, que le llegaba a los hombros.
Los dos volvieron a encontrarse cerca de las mesas de los televisores, donde Andy y Charlie habían estado sentados poco tiempo antes.
—¿Qué opinas? —preguntó el primero. El agente del Botany 500 parecía excitado.
—Creo que debemos explorar la zona —afirmó—. Sospecho que van a pie.
Enderezaron nuevamente hacia el coche verde, casi al trote.