Tercera parte. Socialismo e imperialismo

[1] Socialismo y comunismo, en el aspecto económico-político, se identifican: en efecto, ambos aspiran a la socialización de los medios de producción, al contrario del liberalismo que también sobre los medio de producción propugna en principio mantener la propiedad privada. La distinción que hoy se suele hacer entre socialismo y comunismo es irrelevante desde el punto de vista económico político, a no ser que no se quiera atribuir también a los comunistas el plan de abolir también la propiedad de los medios de consumo. Sobre el socialismo centralista y sindicalista (en rigor sólo el primero es auténtico socialismo) véase infra, pp. 281 ss. <<

[2] Sobre la estrecha afinidad entre socialismo y comunismo, véase Herbert Spencer, op. cit., vol. 3, p. 712. De las tendencias imperialistas del socialismo se ocupa Seillière, Die Philosophie des Imperialismus, segunda edición de la versión alemana, Berlín: 1911, vol. 2, pp. 171 ss., vol. 3, pp. 59 ss. A veces el socialismo no oculta sino que ostenta abiertamente su íntima afinidad con el militarismo. Esto aparece explícitamente en particular en aquellos programas socialistas que quieren construir el Estado futuro según el modelo del ejército. Así, por ejemplo, cuando se quiere resolver la cuestión social creando un «ejército de la alimentación» o un «ejército obrero» (véase Popper-Lynkeus, Die allgemeine Nährpflicht, Dresde 1912, pp. 373 ss.; además, Ballod, Der Zukunftsstaat, 2.ª ed., Stuttgart 1919, pp. 32 ss.). Ya el Manifiesto comunista pedía la «creación de ejércitos industriales». Téngase presente que imperialismo y socialismo en la literatura y en política van de la mano. Ya nos referimos anteriormente a Engels y Rodbertus; se podrían citar muchos otros ejemplos, por ejemplo, Carlyle (véase Kemper, «Carlyle als Imperialist», Zeitschrift für Politik, XI, 115 ff.). Australia, que entre los Estados anglosajones ha sido el único en apartarse del liberalismo y acercarse al socialismo más que cualquier otro país, es también el Estado imperialista por excelencia por su legislación contra la inmigración. <<

[3] Esta mentalidad hostil a la investigación teórica se extiende también a los socialdemócratas alemanes. Es característico que, así como la economía política teórica ha podido arraigar sólo en Austria, también los mejores representantes del marxismo alemán, Kautsky, Otto Bauer, Hilferding y Max Adler, son de origen austríaco. <<

[4] Naturalmente, no tenemos ninguna intención de emprender aquí un examen crítico del marxismo. Las argumentaciones de este capítulo tienen como único objetivo destacar las tendencias imperialistas del socialismo. Quien esté interesado por estos problemas tiene a su disposición un buen número de escritos (por ejemplo, Simkhowitsch, Marxismus versus Sozialismus, Jena 1913. <<

[5] Véase Bentham, Defence of Usury, 2.ª ed., Londres 1790, pp. 108 ss. <<

[6] Véase Hilferding, Das Finanzkapital, Viena 1910, p. X. <<

[7] Véase, Zur Kritik der politischen Ökonomie, ed. por Kautsky, Stuttgart 1897, p. xi. <<

[8] Marx, Das Kapital, vol. 3, primera parte, 3.ª ed., Hamburgo 1911, pp. 242 ss. <<

[9] Véase Kautsky, Die Soziale Revolution, 3.ª ed., Berlín 1911, II, pp. 21 ss. <<

[10] Ibíd., p. 26. <<

[11] En los últimos años se ha hablado con frecuencia de patatas estropeadas por el hielo, de fruta podrida, de legumbres deterioradas. Cosas así sucedieron también seguramente en el pasado, pero en medida muy inferior. El comerciante al que la fruta se le estropeaba sufría una pérdida patrimonial que le inducía a ser prudente para el futuro. Si no obraba con prudencia, acababa por enfrentarse a la quiebra económica, era excluido del mundo de la producción e iba a ocupar en la vida económica un puesto en el que ya no pudiera perjudicar. Distinta es la situación de los artículos de producción estatal. Aquí tras la mercancía no hay ningún interés privado, sino sólo funcionarios estatales cuya responsabilidad está tan repartida entre tantos sujetos que ninguno se preocupa ya lo más mínimo de si surge un pequeño inconveniente. <<

[12] Mientras que los socialistas no se han dignado ni siquiera criticar los dos argumentos que acabamos de mencionar, se han ocupado a fondo de la ley malthusiana, sin conseguir por lo demás refutar, a juicio de los liberales, las consecuencias lógicas que de ella se derivan. <<

[13] Véase Schäffle, Die Quintessenz des Sozialismus, 18.ª ed., Gotha 1919, p. 30. <<

[14] Véase Anton Menger, Das Recht auf den vollen Arbetisertrag, 4.ª ed., Stuttgart 1910, pp. 105 ss. <<

[15] Por supuesto, en un sentido distinto del corriente, podemos distinguir entre socialismo científico y socialismo filantrópico. Podemos definir a los socialistas científicos como aquellos socialistas que en sus programas, basándose en una lógica económica, se esfuerzan en tener en cuenta la necesidad de la producción, al contrario que aquellos socialistas que sólo son capaces de producir modelos éticos y morales y plantean exclusivamente un programa para la distribución y no también para la producción. Marx denunció claramente los fallos del socialismo puramente filantrópico cuando, después de haberse trasladado a Londres, empezó a estudiar a los economistas teóricos. El resultado de estos estudios fue la teoría que expuso en el Capital. Sin embargo, posteriormente los marxistas descuidaron gravemente este aspecto del marasmo. Han sido más que otra cosa políticos y filósofos en vez de economistas. Uno de los mayores defectos de la dimensión económica del sistema marxista es su conexión con la economía política clásica, que correspondía al nivel entonces alcanzado por la ciencia económica. Hoy el socialismo debería buscar un apoyo científico en la economía política moderna, o sea en la teoría de la utilidad marginal. Véase este aspecto Joseph Schumpeter, «Das Grundprinzip der Verteilungslehre», Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, vol. 42, 1916/1917, p. 88. <<

[16] Con qué desenvoltura ignoran los marxistas este argumento puede observarse en Kautsky: «Si el socialismo es una necesidad científica, entonces en caso de conflicto con la naturaleza humana, sería esta última la que saldría perdiendo y no el socialismo» (Prefacio a Atlanticus [Ballod], Produktion und Konsum im Sozialstaat (Stuttgart: 1898), p. xiv. <<

[17] Véase «Bericht der Sozialisierungskommission über die Sozialisierung der Kohle», en Frankfurter Zeitung, 12 March 1919. <<

[18] Kautsky, Die Soziale Revolution, op. cit., I, pp. 13 ss. <<

[19] Véase, Die Diktatur des Proletariats, 2.ª ed., Viena 1918, p. 40. <<

[20] Según Engels (Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, 7.ª ed., Stuttgart 1910, p. 299 n.), «en el caso de que los medios de producción o de transporte hayan efectivamente crecido demasiado para ser gestionados por sociedades anónimas, por lo que la estatalización se ha hecho económicamente inevitable», esta representa, «aunque la lleve a cabo el Estado actual, un progreso económico, el logro de un nuevo estadio preliminar en la toma de posesión de todas las fuerzas productivas por parte de la propia sociedad». <<

[21] Esto puede aplicarse en particular a la Austria alemana. En el Reich, por ahora, la situación es diferente. <<

[22] Tampoco nosotros hemos tenido nunca una «competencia libre». <<

[23] Numerosas pruebas también en las fuentes jurídicas tardo-romanas. Véase, por ejemplo, 1. un. C. Si curialis relicta civitate rus habitare maluerit, X, 37. <<

[24] Nótese lo escasamente fundamentada que en la literatura marxista anterior a 1918 está la tesis de que el socialismo sólo es posible como socialismo mundial. <<