[1] Véase Otto Neurath, «Aufgabe, Methode und Leistungsfähigkeit der Kriegswirtschaftslehre», Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, vol. 44, 1917/1918, p. 765; véase, en sentido contrario, las argumentaciones de Eulenburg, «Die wissenschaftliche Behandlung der Kriegswirtschaft», ibíd., pp. 775-85. <<
[2] Particularmente reveladores de esta tendencia son los discursos y ensayos publicados por Schmoller, Sering, y Wagner bajo los auspicios de la «Free Association for Naval Treaties» con el título Handels- und Machtpolitik, Stuttgart 1900, 2 volúmenes. <<
[3] Véase Helfferich, Handelspolitik, Leipzig 1901, p. 197; igualmente Dietzel, «Weltwirtschaft und Volkswirtschaft», Jahrbuch der Gehe-Stiftung, vol. 5, Dresde 1900, pp. 46 ss.; Riesser, Finanzielle Kriegsbereitschaft und Kriegsführung, Jena 1909, pp. 73 ss. Bemhardi habla de la necesidad de tomar medidas para abrir a través de una guerra los caminos «que nos permitan recibir la aportación indispensable de materias primas y al mismo tiempo exportar por lo menos en parte nuestros productos industriales excedentes» (Deutschland und der nächste Krieg, Stuttgart 1912, pp. 179 ss.). Propone, entre otras cosas, pensar con tiempo en «una especie de movilización comercial». Cuáles eran sus ilusiones sobre la situación política nos lo revela el hecho de que pensaba que en un choque con Inglaterra (y con su aliada Francia) nosotros «no sólo no estaríamos espiritualmente solos, sino que se nos unirían todos aquellos que en el mundo entero piensan y sienten de manera libre y consciente» (ibíd., p. 187). <<
[4] La teoría moderna de la guerra partía de la idea de que el ataque es la forma superior de estrategia. La motivación que da Bernhardi —«sólo el ataque obtiene resultados positivos, mientras que la mera defensa proporciona sólo resultados negativos» (véase Bernhardi, Vom heutigen Krieg, Berlín 1912, vol. 2, p. 223— es plenamente acorde con el espíritu del militarismo agresivo. Pero la motivación de la teoría del ataque no era simplemente política, sino también técnico-estratégica. El ataque se presenta como forma superior de combate, porque el atacante tiene la posibilidad de elegir libremente la dirección, el objetivo y el lugar de las operaciones, porque tomando la iniciativa establece sus condiciones, es decir porque dicta al atacado las reglas de la acción. Pero como en el frente la defensa es tácticamente más fuerte que el ataque, el atacante tiene que esforzarse en atacar al defensor por los flancos. Tal era la vieja teoría de la guerra, confirmada en la era moderna por las victorias de Federico II, de Napoleón I y de Moltke y por las derrotas de Mack, Gyulai y Benedek. Ella condicionó el comportamiento de los franceses al principio de la guerra (Mülhausen). Fue esta vieja teoría la que indujo a los estados mayores alemanes a iniciar la marcha a través de la Bélgica neutral para atacar a los franceses por los flancos inatacables por el frente. Fue el recuerdo de tantos generales austríacos para los que la defensiva se reveló fatal para rechazar a Conrad, en 1914, el que abrió la campaña militar con ofensivas carentes de cualquier objetivo, en las cuales se sacrificó inútilmente la flor y nata del ejército austríaco. Pero en los grandes teatros de guerra europeos el tiempo de las batallas al viejo estilo que permitían rodear los flancos enemigos acabó en el momento en que la dimensión de masa de los ejércitos y las transformaciones de la táctica debida a las armas y a los medios de enlace modernos ofrecieron la posibilidad de desplegar los ejércitos de suerte que ya no fuera posible un ataque por los flancos. Cuando estos coinciden con el mar o con un territorio neutral, es imposible atacarlos. No queda sino el ataque frontal, que contra un enemigo igualmente bien armado fracasa. Las grandes ofensivas de irrupción en esta guerra tuvieron éxito tan sólo contra enemigos mal armados como los rusos, especialmente en 1915, y en ciertos aspectos también los alemanes en 1918. Contra tropas inferiores naturalmente un ataque frontal podía tener éxito (duodécima batalla del Isonzo) aunque el defensor estaba igual o acaso mejor armado y equipado. Pero la vieja táctica sólo era aplicable en las batallas de la guerra de movimiento (Tannenberg y Lagos Masuri, 1914, sendas batallas en Galizia). Haber ignorado esta realidad fue el trágico destino del militarismo alemán. Toda la política alemana estaba construida sobre el teorema de la superioridad militar del ataque, y se derrumbó con él en la guerra de posiciones. <<
[5] Fue una incomprensible ofuscación hablar de la posibilidad de una paz victoriosa cuando el fracaso alemán era ya claro tras la batalla del Marne. Pero el partido Junker prefirió asistir a la ruina total del pueblo alemán con tal de no ceder su poder ni siquiera un día antes. <<
[6] Una guerra en la que el hambre del adversario se empleó como medio estratégico fue la rebelión de los herero en el África suroccidental alemana en 1904; en cierto sentido también pueden considerarse tales la guerra de secesión norteamericana y la última guerra de los boers. <<
[7] Véase Dietzel, Die Nationalisierung der Kriegsmilliarden, Tubinga 1919, pp. 31 ss. <<
[8] No han sido tan sólo ciertos economistas los que se han movido en esta dirección; más aún lo han hecho los técnicos, y sobre todo los médicos. Biólogos que antes de la guerra declararon insuficiente la alimentación del obrero industrial alemán, durante la guerra descubrieron de improviso que una comida pobre en proteínas es singularmente sana, que las grasas tomadas en medida superior a la establecida por la autoridad son perjudiciales, y que una drástica reducción del uso de carbohidratos apenas es significativa. <<
[9] Véase Hermann Levy, Vorratswirtschaft und Volkswirtschaft, Berlín, 1915, pp. 9 ss.; Naumann, Mitteleuropa, pp. 149 ss.; Diehl, Deutschland als geschlossener Handelsstaat im Weltkrieg, Stuttgart 1916, pp. 28 ss. <<
[10] La mayoría de los autores, en consonancia con la tendencia intelectual del estatalismo, no se preocupan de explicar las causas de la buena marcha de la economía, pero sí se ocupan de la cuestión de si la guerra «puede ser una coyuntura». Entre quienes han intentado dar una explicación de la expansión económica en el periodo de la guerra hay que mencionar ante todo a O. Neurath («Die Kriegswirtschaft», tomado del volumen Jahresbericht der Neuen Wiener Handelsakademie, V [16], 1910, pp. 10 ss.), puesto que, siguiendo las huellas de Carey, List y Henry George, ya antes de la guerra defendió, sobre este como sobre otros problemas de «economía de guerra», aquel punto de vista que durante la guerra encontró un amplio eco en Alemania. El representante más ingenuo de esta tesis según la cual la guerra crea riqueza es Steinmann-Bucher, Deutschlands Volksvermögen im Krieg, 2.ª ed., Stuttgart 1916, pp. 40, 85 ss. <<
[11] Es una obsesión de los estatalistas sospechar de las maniobras de los «interesados» en todo lo que no les gusta. Y así la entrada en guerra de Italia se atribuye a la labor de propaganda pagada por Francia e Inglaterra; D’Anunzio habría sido comprado, y así sucesivamente. ¿No se querrá acaso sostener que Leopardi y Giusti, Silvio Pellico y Garibaldi, Mazzini y Cavour también se habrían vendido? Y sin embargo el espíritu de estos hombres influyó sobre la actitud de Italia en esta guerra más de lo que hiciera la acción de cualquier contemporáneo. Los fracasos de la política exterior alemana deben atribuirse a esta mentalidad que hace imposible comprender las realidades del mundo. <<
[12] Auspitz y Lieben, Untersuchungen über die Theorie des Preises, Leipzig 1889, pp. 64 ss. <<
[13] Mises, Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel, Múnich 1912, pp. 222 ss. [trad. esp.: La teoría del dinero y del crédito, Unión Editorial, 1997]. Una clara exposición de la situación en Austria durante las guerras napoleónicas se encuentra en Grünberg, Studien zur österreichischen Agrargeschichte, Leipzig 1901, pp. 121 ss.; también Broda, «Zur Frage der Konjunktur im und nach dem Kriege», Archiv für Sozialwissenschaft, vol. 45, pp. 40 ss.; también Rosenberg, Valutafragen, Viena 1917, pp. 14 ss. <<
[14] Sobre esto véase Mises, Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel, pp. 237 ss. <<
[15] Entre los teóricos monetarios, los nominalistas y los «chartalistas» naturalmente concuerdan con la concepción profana, la cual piensa que en la venta de títulos extranjeros la suma nominal incrementada que se obtiene gracias a la devaluación monetaria es una ganancia; véase Bendixen, Währungspolitik und Geldtheorie irn Lichte des Weltkrieges, Múnich 1916, p. 37. Este es realmente el nivel más bajo que la teoría monetaria podía alcanzar. <<
[16] Evidentemente, no habría sido posible tener en cuenta estas modificaciones en la contabilidad que obedecía a objetivos oficiales, ya que esta contabilidad se llevaba en moneda legal. En cambio habría sido perfectamente posible basar el cálculo económico en un nuevo cálculo de los balances y de la cuenta de pérdidas y ganancias en términos de divisa áurea. <<
[17] Conviene recordar que las tropas que habían combatido las terribles batallas de los Cárpatos y en los pantanos de la llanura de Sarmacia, en la cumbre de los Alpes y en el Carso, estaban mal alimentadas e insuficientemente equipadas. <<
[18] Desde el punto de vista político fue un gran error seguir un criterio completamente distinto en la remuneración de los oficiales y la tropa, pagando al soldado en el frente peor que al obrero de la retaguardia, lo cual contribuyó enormemente a la desmoralización del ejército. <<
[19] Dietzel, Kriegssteuer oder Kriegsanleihe?, Tubinga 1912, pp. 13 ss. <<
[20] Véase sobre todo Goldscheid, Staatssozialismus oder Staatskapitalismus, 5.ª ed., Viena 1917; idem., Sozialisierung der Wirtschaft oder Staatsbankerott, Viena 1919. <<
[21] Max Adler (Zwei Jahre…! Weltkriegsbetrachtungen eines Sozialisten, Núrenberg, 1916, p. 64) rechaza que el socialismo de guerra sea socialismo auténtico: «El socialismo aspira a la organización de la economía nacional en orden a la suficiente y uniforme satisfacción de las necesidades de todos; es la organización de lo necesario e incluso de lo sobreabundante; el “socialismo de guerra”, por el contrario es la organización de la penuria y de la indigencia». En realidad, confunde el medio con el fin. El socialismo, según la concepción de sus teóricos, debería ser el medio para alcanzar la máxima productividad del sistema económico obtenible en las condiciones dadas. El que reine la abundancia o la penuria no es esencial. El criterio que guía al socialismo no es ciertamente la aspiración al bienestar general, sino la aspiración al bienestar a través de una producción basada en la socialización de los medios de producción. El socialismo se distingue del liberalismo sólo en el método que elige: el fin al que tiende es común a ambos. Véase también infra, pp. 260 ss. <<